viernes, 26 de julio de 2013

Fincas al occidente de la Sabana - El colibrí metalura

Brillos y sombras

Metallura tyrianthina - The Lilac Breasted Roller - 2006
La región al occidente de la Sabana de Bogotá (municipios de La Vega, San Francisco, El Rosal y Subachoque) alberga decenas de especies de colibríes, todos ellos distintos, con una amplísima gama de colores y brillos en su plumaje y con una gran variedad de formas del pico y de la cola. Hay uno de ellos que, comparado con otras vistosas especies del bosque andino, parece insignificante y pasa desapercibido. Y, sin embargo, es uno de mis favoritos. Se trata del colibrí conocido en los libros de ornitología como matalura colirroja (Metallura tyrianthina). Este pájaro, propio de los bosques por encima de 2400 metros de elevación, es bien pequeño (apenas mide unos 8 cm de longitud) y tiene un pico muy corto, más corto que el de la mayoría de colibríes con los que comparte su hábitat. Su plumaje, predominantemente verde cobrizo, muestra algunas tonalidades contrastantes cuando el pajarito sale a la luz. Entonces, se puede reconocer el brillo rojo cobrizo de la cola. También, si el ave es un macho, la mancha verde esmeralda que, sólo vista desde el ángulo exacto, brilla en su garganta; la hembra, en cambio, muestra una amplia mancha rosado-naranja, no reluciente, que se extiende por toda la garganta hasta el pecho. Así, bajo condiciones ideales, suena a que nos encontramos con un ave muy vistosa. Sin embargo, casi siempre vemos a este colibrí en la oscuridad del sotobosque, donde sus colores casi no brillan y nos aparece como un avecita oscura, casi negra... ¡lo que más destaca entonces es el puntico blanco que tiene detrás del ojo!

 

Movimientos

Flor de quiche (Tillandsia) - Frecuentemente libada por la metalura
Uno de los rasgos más simpáticos del colibrí metalura es su forma de moverse. Cuando se posa, en vez de quedarse quieto, sacude las alas varias veces, al tiempo que gira su cabeza a derecha e izquierda; mientras se mueve se esta forma, suele producir un sonido corto, como un suave soplido “chf, chf”. Luego revolotea un poco, quizás visita algunas flores cercanas, y vuelve a sentarse. Comparado con otros colibríes, este metalura se mueve poco. No se desplaza grandes distancias, tampoco vuela muy alto. Y su forma de visitar las flores es también particular. En lugar de quedarse suspendido, aleteando todo el tiempo, prefiere, siempre que puede, colgarse o posarse en una ramita cercana a las flores que le apetecen. Desde esta posición, que le ahorra energía, procede a tomar el dulce néctar de cada una. Y una más de sus rarezas: su pico tan corto no le permite tomar directamente, como lo hacen otros colibríes, el néctar que se encuentra en el fondo de flores largas y estrechas. Para compensar esto, la metalura se aprovecha de los agujeritos que abren los pinchaflores o picaflores (Diglossa) en la base de las flores; o se cree incluso que él mismo perfora la base de estas flores; a través del agujerito abierto desde el exterior, el colibrí introduce el pico y toma el néctar.

 

Todo tipo de flores

Flor de tuno (Miconia) - comida de metalura
Hay muchos colibríes que muestran una clara preferencia por ciertas flores. Así, por ejemplo, el colibrí picoespada (Ensifera) está perfectamente adaptado para libar las larguísimas flores de curubas (Passiflora) y borracheros (Brugmansia). Otros colibríes se especializan en visitar flores de uvos de monte (Cavendishia, Macleania) y tominejeros o cafés de monte (Palicourea). Y otros aún son asiduos visitantes de las flores de los guamos (Inga). En cambio, este metalura es un generalista completo, que no tiene preferencias por tal o cual flor particular. Uno lo puede ver visitando flores típicamente adaptadas para ser polinizadas por colibríes, como las de los uvos de monte o las de bromeliáceas. Y luego libando flores mejor adaptadas para la polinización por insectos como las de los tunos (Miconia) y zarzas (Rubus). La metalura colicobriza liba flores blancas, amarillas, rosadas, moradas, rojas...flores largas o cortas, flores de altos árboles del bosque y flores de pequeñas hierbas de prado, flores de plantas terrestres y de epífitas, flores comunes y flores raras (en mis cuadernos de campo tengo registradas las visitas a 53 especies de plantas)...Parece libar de todo, convirtiéndose así en el más generalista de los colibríes de nuestros bosques al occidente de la Sabana.

Castilleja fissifolia - otra de las tantas flores visitadas por este colibri


viernes, 19 de julio de 2013

Cerros al oriente de Bogotá

Bosque maduro dominado por uche (Prunux buxifolia) - Usaquén
Con este escrito, se inicia una serie de artículos sobre la cadena de cerros que se extiende al oriente de Bogotá, parte de la cual, por el lado que mira hacia la ciudad, hace parte de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá (con algo más de 13 mil hectáreas). La misma cadena también se extiende por los vecinos municipios de Chipaque, Ubaque, Choachí, La Calera, Chía y Sopó y alberga un conjunto de bosques nativos, bosques plantados y páramos de gran importancia para la conservación. Levantándose desde planicies completamente intervenidas por la agricultura y la urbanización, estos cerros cubiertos de espesa vegetación forman un corredor biológico que se extiende por el sur hasta las extensas áreas silvestres del páramo de Sumapaz. Centenares de animales y plantas, ya escasos o completamente ausentes en las áreas más intervenidas de la Sabana, todavía encuentran refugio adecuado en estos cerros. Por eso es tan grande el privilegio que tiene Bogotá, que, al lado del frenesí, del ruido y de la transformación de la gran ciudad, también puede disfrutar en forma tan cercana del paisaje, la tranquilidad y la enorme biodiversidad de estas montañas.

 

La biodiversidad de los Cerros

Picaflor de antifaz (Diglossa cyanea) - M. Woodruff - 2007
En documentos oficiales (CAR) se ha registrado de forma preliminar que la flora de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá está compuesta por 494 especies. Esta cifra dista bastante de ser la definitiva, como lo he podido comprobar haciendo sencillas listas de chequeo de flora en algunos puntos de esta reserva forestal. Por ejemplo, tan sólo en la Quebrada La Vieja tengo registros de 418 especies de plantas. En la Floresta de La Sabana la lista ya va en 566 especies, incluyendo nativas, introducidas y plantas naturalizadas. Teniendo en cuenta estas cifras, es muy probable que la cadena montañosa completa, tomada por sus dos vertientes desde su extremo norte en Chía y Sopó hasta su extremo sur en Usme y Cruz Verde, albergue cerca de 1000 especies de plantas vasculares.

Pegamosco (Bejaria resinosa)
La fauna de vertebrados es más conocida y está mejor registrada. Hay reportes de 3 especies de peces, 8 especies de anfibios, 6 especies de reptiles, unas 130 especies de aves y unas 60 especies de mamíferos.

Algunas de las especies notables que habitan en estos cerros son, entre los mamíferos, el cusumbo (Nasuella olivacea), zorro (Urocyon cinereoargenteus/Cerdocyon thous), comadreja (Mustela frenata), chucha (Didelphis albiventris), ardilla (Sciurus granatensis) y conejo (Sylvilagus brasiliensis). Registros recientes con cámaras-trampa han permitido verificar la presencia de tigrillo (Leopardus tigrinus) y borugo o tinajo (Cuniculus taczanowskii).

Entre las aves destaca la presencia de la pava andina (Penelope montagnii), 6 especies de búhos y lechuzas, 17 especies de colibríes y una variedad de pájaros de vistosos colores como el clarinero o tangara escarlata (Anisognathus igniventris), tangara diadema (Dubusia taeniata), azulejo pechinegro (Buthraupis eximia), picaflor de antifaz (Diglossa cyanea) y arrendajo montañero (Cacicus chrysonotus).

 

Especies endémicas

Romerito de páramo (Diplostephium phylicoides) - Endémico
Entre las especies endémicas (es decir, las que sólo habitan en Colombia y en ningún otro país del mundo) destacan: entre los peces, los capitanes (Trichomycterus bogotense, T. venulosus); entre los anfibios, la salamandra (Bolitoglossa adspersa), las ranas de lluvia (Pristimantis bogotensis, P. elegans), las ranas arborícolas (Dendropsophus labialis, Hyloscirtus bogotensis) y las ranas saltonas (Hyloxalus edwardsi, H. subpunctatus); entre los reptiles, la lagartija Anadia bogotensis, el lagarto collarejo (Stenocercus trachycephalus) y la serpiente tierrera (Atractus crassicaudatus); entre las aves, el chamicero (Synallaxis subpudica); entre los mamíferos, la musaraña (Cryptotis thomasi), el ratón silvestre (Thomasomys niveipes) y el curí (Cavia anolaimae).

Se puede estimar que entre 7-10% de la flora nativa presente en los cerros es endémica de Colombia. Entre estas especies endémicas se cuentan árboles y arbustos del bosque como el uche (Prunus buxifolia), mortiño (Hesperomeles goudotiana), Citharexylum sulcatum, tuno esmeraldo (Miconia squamulosa), camargo o upo (Verbesina crassiramea), Verbesina baccharidea, Macrocarpaea glabra, tominejero (Palicourea lineariflora) y Psychotria boqueronensis. También son endémicos los frailejones (Espeletia grandiflora, Espeletiopsis bogotensis, E. corymbosa), romeros de páramo (Diplostephium heterophyllum, D. phylicoides), cardones (Puya bicolor, P. goudotiana, P. lineata, P. santosii), piñuela (Greigia stenolepis), curubas, granadillas silvestres (Passifora adulterina, P. azeroana, P. lanata) y la Aragoa cupressina.

 

Especies amenazadas

Tigrillo (Leopardus tigrinus) - Geigy - 2009
Entre las especies que han sido formalmente catalogadas como amenazadas y que han sido registradas en los Cerros Orientales se cuentan el capitán (Trichomycterus venulosus, CR), la rana de cristal (Centrolene buckleyi, VU), la rana saltona (Hyloxalus edwardsi, CR), la rana arborícola (Hyloscirtus bogotensis, NT), la rana de lluvia (Pristimantis elegans, VU), el pato turrio (Oxyura jamaicensis andina, EN), el colibrí calzoncitos (Eriocnemis cupreoventris, NT), el pibí boreal (Contopus cooperi, VU), el ratón runcho (Caenolestes fuliginosus obscurus, NT), el tigrillo (Leopardus tigrinus, VU) y el borugo o tinajo (Cuniculus taczanowskii, NT). Hasta la primera mitad del siglo XX, los cerros estuvieron habitados por algunos mamíferos de gran tamaño, como el puma (Puma concolor), el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y el venado (Odocoileus virginianus); sin embargo todas estas especies fueron cazadas hasta su extinción.

Entre las plantas amenazadas destacan el pino hayuelo (Prumnopitys montana, VU), cedro (Cedrela montana, VU), los cardones (Puya bicolor, NT, P. goudotiana, NT, P. lineata, NT, P. nitida, NT, P. santosii, NT), la piñuela (Greigia stenolepis, NT) y las orquídeas (Cyrtochilum ixioides, VU, Odontoglossum gloriosum VU).

 

Los antiguos bosques de los Cerros

Susca (Ocotea calophylla)
En la actualidad, los cerros al oriente de Bogotá están cubiertos por una vegetación muy transformada, consistente en parches de bosques nativos secundarios, matorrales en regeneración, plantaciones forestales de pinos y eucaliptos, cultivos y potreros, jardines y áreas urbanizadas. Los antiguos bosques andinos maduros, dominados por árboles de madera dura y semillas relativamente grandes, capaces de germinar a la sombra del propio bosque, ya han desaparecido casi por completo, luego de siglos de extracción de madera, leña y otros productos para la gran ciudad. Todavía es posible reconstruir cómo fueron estos bosques, si conocemos bien la ecología e historia natural de nuestras especies nativas, si buscamos con cuidado los árboles que aún persisten, si exploramos los poquísimos bosques maduros que se salvaron (p. ej. en Torca y Usaquén). El cuadro que aparece es el siguiente.

En la parte baja de los cerros, por debajo de 2800 metros de elevación, la especie de árbol dominante fue el cedro (Cedrela montana), tanto en las zonas húmedas como en las secas. Otras especies de bosque maduro que lo acompañaron fueron el arrayán negro (Myrcianthes rhopaloides),  uche (Prunus buxifolia), calabacillo (Meliosma bogotana), aguacatillo (Persea mutisii), amarillos (Aiouea dubia, Ocotea sericea) y naranjillo (Styloceras buxifolium). Hacia el extremo norte, más seco, eran (y todavían siguen siendo) muy comunes el arrayán común (Myrcianthes leucoxyla), corono (Xylosma spiculifera), uné (Daphnopsis caracasana) y Maytenus laxiflora.
Gaque (Clusia multiflora)

En la parte alta de los cerros, por encima de 2800 metros de elevación, abundaba la susca (Ocotea calophylla), amarillo (Aiouea dubia), pino hayuelo (Prumnopitys montana), mano de oso, tres dedos (Oreopanax bogotensis), uche (Prunus buxifolia), gaque (Clusia multiflora) y tuno roso (Axinaea macrophylla). En la actualidad, todas estas especies son raras y los bosques nativos que quedan están dominados por un árbol pionero de lento crecimiento y gran longevidad: el encenillo (Weinmannia tomentosa).

A esta cadena montañosa, relativamente aislada de las vertientes andinas húmedas del oriente (hacia los Llanos) y del occidente (hacia el Magdalena) por elevados páramos y por un altiplano más o menos seco (hasta hace poco tiempo inundado en una gran extensión) no lograron llegar por sus propios medios muchas especies de árboles que son comunes en otros bosques andinos. Es así como en los cerros Orientales no se conoce la presencia de poblaciones silvestres de roble (Quercus humboldtii), nogal (Juglans neotropica), pino romerón (Retrophyllum rospigliosii), cariseco (Billia rosea), sangregado (Croton magdalenensis), yarumo blanco (Cecropia telenitida), cauchos o higuerones (Ficus spp.) ni palmas (Ceroxylon, Chamaedorea, Geonoma), todas ellas especies actualmente introducidas por cultivo a Bogotá y a otros lugares de la Sabana.

En muchas partes de los cerros hay evidencias de una recuperación de la vegetación nativa. Esto se debe en parte a una reducción en la extracción de recursos naturales (en buena parte por la adopción de la electricidad, que hizo innecesaria la extracción de leña para cocinar). En parte a una mayor conciencia y a las regulaciones (prohibición de canteras, declaratoria de Reserva Forestal Protectora). Incluso en sitios con plantaciones de eucaliptos y acacias se puede ver cómo especies de bosque maduro como los aguacatillos (Persea mutisii), gaques (Clusia multiflora) y calabacillos (Meliosma bogotana), están haciendo lo que mejor saben: crecer bajo la sombra de los árboles mayores, poco a poco, transformando gradualmente estos ambientes dominados por especies exóticas en ambientes un poco más nativos.


miércoles, 3 de julio de 2013

Los chusques - Bambúes de los Andes

Chusques en la montaña

Chusque (Chusquea serrulata)
Durante los últimos meses, he seguido recopilando información sobre un grupo de plantas que genera controversia en los círculos de restauración ecológica, pero que, al mismo tiempo y como tantos otros elementos de nuestra flora, sigue permaneciendo poco conocido en términos de su ecología y de sus relaciones con otras especies. Se trata de los bambúes andinos conocidos como “chusques” (Chusquea spp.) Estos chusques son un componente esencial de los bosques nativos de nuestras montañas. Sin embargo, su carácter fuertemente invasor y su capacidad de ocupar terrenos en forma casi exclusiva, impidiendo que otras plantas se establezcan, genera poca valoración hacia ellos, que a menudo desemboca en aprensión e incluso rechazo hacia estas plantas. Por otro lado, un poco de atención hacia los chusques y su modo de vida, revela que se trata de plantas cuya historia natural está completamente entretejida con la de un sinnúmero de organismos de nuestros bosques de montaña. A tal punto que me pregunto: ¿podemos hacer una verdadera restauración ecológica en la región andina sin chusques?

 

La vida en los chusques

Chusque (Chusquea scandens)
Es cierto que los ambientes dominados por chusques (los “chuscales”) no ofrecen una gran variedad a la vista. En ellos no hay muchos árboles ni flores. Sin embargo, es difícil negar que estos chuscales cumplen funciones ambientales en una forma en que ningún potrero, parque o jardín lo hace. Por ejemplo, su capacidad para agarrar el suelo, protegerlo de la erosión, darle sombra. Su capacidad para proteger las cabeceras y cauces de cuencas hidrográficas. Y su capacidad para ofrecer un refugio denso y seguro a una gran cantidad de animales que viven en ellos.
Corades enyo - W. Chapman Hewitson - 1848

¿Cuál es toda esta diversidad de fauna de la que siempre hablo cuando menciono la riqueza de los chuscales? Para empezar, sólo en Colombia, son cerca de 200 especies de mariposas diurnas que viven asociadas directamente con los chusques y cuyas larvas se alimentan en forma casi exclusiva con las hojas de estos bambúes. Estas mariposas pertenecen sobre todo a un grupo de Satirinos llamado Pronophilina; muchas de ellas tienen colores opacos (cafés, negros), casi siempre con marcas distintivas de color blanco, amarillo o anaranjado en sus alas. Las especies de Pronophilina muestran un altísimo grado de endemismo, muchas de ellas viven sólo en una montaña, en una vertiente, en una estrecha franja altitudinal. Al cambiar de sitio, estas especies desaparecen y son reemplazadas por otras distintas. Así es como la región andina ha llegado a tener una diversidad tan alta de mariposas. Algunos de nuestros principales géneros de Pronophilina comedores de chusque son: Corades (10 spp.), Daedalma (3 spp.), Eretris (10 spp.), Forsterinaria (6 spp.), Junaea (2 spp.), Lasiophila (6 spp.), Lymanopoda (24 spp.), Manerebia (13 spp.), Mygona (1 sp.), Pedaliodes (cerca de 70 spp.), Pronophila (6 spp.), Steremnia (3 spp.) y Steroma (1 sp.) Además de estas mariposas, también hay otras comedoras de chusque: sobre todo la espectacular mariposa nacarada (Morpho sulkowskyi) y varias especies de la familia Hesperiidae (Dalla, Falga, etc.)

En las altas montañas cerca de 3000 metros de elevación, cerca del 50% de las especies presentes en una comunidad de mariposas pueden alimentarse exclusivamente de chusque durante sus etapas de oruga. De esta forma, los chusques ocupan en el país y en el continente uno de los primeros puestos como plantas nutricias de una amplísima variedad de lepidópteros.

Escarabajo de los chusques (Golopha)
Hay un notable insecto adicional que se alimenta de chusque. Se trata de un escarabajo con cuernos, del género Golopha, cuyos adultos vuelan en las temporadas en las que el chusque emite brotes nuevos; es común observar a los escarabajos posados sobre estos tallos jóvenes, desfibrándolos.

Para otros grupos de organismos...basta con hojear una de esas guías ilustradas sobre las aves de Colombia y Suramérica (en español o en inglés) y mirar en qué hábitats se encuentran varias de las especies de pájaros de montaña más interesantes. A cada rato uno se encuentra palabras y frases como: “chusque”, “en el chusque”, “restringido al chusque”, “sotobosques con chusque”, “bamboo”, “hillsides with Chusquea bamboo”, “thick bamboo undergrowth”, “matorrales densos y chuscales”, “casi siempre donde haya chuscales densos”. En Colombia, son alrededor de 100 de especies de aves que están adaptadas a vivir en forma preferente (y a veces exclusiva) entre los matorrales del chusque. Entre ellas están la tortolita chusquera (Claravis mondetoura), el periquito barrado (Bolborhynchus lineola), varios colibríes (p. ej. Coeligena bonapartei y Eriocnemis vestita, cuyos nidos siempre los he encontrado en chuscales),  chamiceros (Synallaxis, Hellmayrea), hojarasqueros (Thripadectes), tororois (Grallaria, Grallaricula), tapaculos (Acropternis, Myornis, Scytalopus), cucaracheros (Troglodytes, Cistothorus, Pheugopedius, Cinnycerthia, Henicorhina), hemispingus (Hemispingus), zarceritos (Thlypopsis), el saltador chusquero (Saltator cinctus), el semillero de páramo (Catamenia homochroa), los gorriones monteses (Arremon, Atlapetes), los monteros (Chlorospingus) y los arañeros (Basileuterus).

Comprapán (Grallaria ruficapilla) - R. Klappe - 2009
El chusque forma un valioso sitio de paso y alimentación para mamíferos como el cusumbo (Nasuella olivacea), el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y la danta de páramo (Tapirus pinchaque); estas dos últimas especies comen los brotes tiernos del bambú. El chusque es también el hábitat exclusivo de la rata de los chusques (Olallamys albicauda), uno de nuestros roedores nativos de la región andina.

¿Viendo toda esta diversidad de vida, cómo es que llegamos a pensar que los chusques no son valiosos ni deseables?

 

El imaginario del bosque

Muchas veces, dirigimos nuestros esfuerzos de restauración hacia crear algo que está en nuestras mentes (por ejemplo, un bosque andino maduro, con grandes árboles y muchas orquídeas en sus ramas). Y se nos mete tanto en la cabeza que para lograr nuestra meta, ignoramos la realidad del terreno que está ante nuestros ojos, la vegetación nativa que todavía sobrevive y los procesos naturales de regeneración. Queremos un bosque maduro (que en la naturaleza tarda varios siglos en formarse) en sólo décadas. Queremos un bosque maduro, pero sin pasar por la etapa de bosque adolescente, cuando este bosque se parece más a un matorral y está lleno de enredaderas, zarzas y otras plantas invasoras. ¡Y lo irónico es que este matorral “adolescente”, que tanto se evita, es uno de los más vitales, con mayores flujos de energía y de los que más comida y refugio le ofrece a nuestra fauna nativa!

 

Los chusques en la restauración

Interior de un chuscal (Chusquea serrulata)
Puedo hablar de mi experiencia personal. En la finca donde crecí en las montañas de Subachoque, a casi 3000 metros de elevación, el chusque es común. Cuando iniciamos la restauración de un bosque nativo en 3 hectáreas que habían estado cultivadas con papa, casi todo se hizo de una manera inconsciente, quizás intuitiva, quizás “perezosa”. Es cierto que plantamos algunos arbolitos y que tuvimos que cuidarlos constantemente de toda la avalancha de enredaderas, chusques y zarzas que amenazaban con devorarlos. Sin embargo, con un poco de observación, descubrí cuáles eran los sitios donde estas enredaderas, chusques y zarzas crecían mejor; y descubrí que no crecían por todas partes. De hecho, las enredaderas y zarzas prefieren los suelos más fértiles y las hondonadas en los terrenos. Entonces no quedó más remedio. ¡Ese sitio sería para ellas! Por otro lado, el chusque rara vez se propaga por semillas; más bien, una mata se va extendiendo año tras año, ocupando sus alrededores. Allí encontré la solución. ¡Sólo voy a plantar arbolitos lejos de las matas de chusque, para que tengan tiempo de crecer! De esta forma, me dediqué a dirigir mi ánimo restaurador hacia las partes más altas y secas del terreno, lejos de los chusques, dejando que las plantas “invasoras” ocuparan los espacios que habían escogido. Dividiendo labores de esta forma, entre el feroz crecimiento espontáneo y una restauración más personal y cuidadosa en terrenos menos fértiles, ha quedado la finca que es hoy: una finca con una gran gama de ambientes naturales y una altísima biodiversidad (en sus 6 hectáreas hay registros 12 especies de mamíferos, 82 especies de aves, 4 especies de reptiles, 1 especie de anfibio, unas 40 especies de mariposas y 483 especies de plantas vasculares). Todo esto, logrado con un mínimo de gasto de esfuerzo y de dinero.

 

Por los siglos de los siglos...

Chusque (Chusquea aff. fendleri)
Hay que seguir observando. Y observando con cuidado, a largo plazo, sin dejarnos invadir por la inmediatez de nuestros temores. Es cierto que el chusque crece dentro de los bosques; pero allí no es su ambiente óptimo, allí no va a invadir y a comerse todo. Pues el chusque necesita que se tale o se queme el bosque, que entre más luz, para poder dominar. El chusque no invade los bosques de afuera hacia adentro, sino en dirección contraria, desde el bosque al potrero. Todas las montañas que ahora vemos completamente cubiertas de chusques, han sido afectadas por la destrucción paulatina o repentina del bosque, casi siempre por actividades humanas como la tala de árboles, el pastoreo sin control del ganado, las quemas. Ahora estos sitios están en regeneración. Y no olvidemos: el chusque no dura para siempre. Bajo él, en ciertos sitios, sí van creciendo y surgiendo arbolitos. Y un día, luego de muchas décadas, todo el chusque de una montaña florece, por única vez en su vida. Luego de que los bambúes florecen y dan semilla, ellos mueren. Algunas nuevas plántulas lograrán crecer y establecerse. Pero el bosque sigue avanzando a su paso, sin remedio, año tras año, siglo tras siglo, comiéndose él al chusque. ¡Por eso es que los bosques maduros más intactos casi no tienen chusque en ellos! ¿Quién se come a quién?

 

Una nota final

Arañero (Basileuterus nigrocristatus) - M. Woodruff - 2007
Es natural que persistan las dudas...de todos modos, los chusques son plantas demasiado poderosas. Lo más probable es que si hacemos una restauración ecológica en un sitio donde todavía sobreviva algo de vegetación natural, incluyendo chusques, no necesitemos tentar al destino y podemos ahorrarnos la decisión de propagar todavía más estos invasores bambúes. La pregunta y la decisión son más bien para los sitios donde ya desapareció toda la vegetación nativa (por ejemplo, las partes planas de la Sabana de Bogotá). ¿Nos atreveremos a reintroducir aquí de nuevo a los chusques y a toda su variadísima red de mariposas y aves acompañantes?