miércoles, 28 de agosto de 2013

Fincas al occidente de la Sabana – Los gigantes del bosque

Roble (Quercus humboldtii)
Estos últimos días he estado dedicado a averiguar cuáles son las especies de árboles que alcanzan mayor tamaño en Colombia. Como era de esperar, los ejemplares más grandes se encuentran en las tierras bajas, más favorables para el desarrollo de la vegetación. Sin embargo en la montaña también hay muchos árboles de talla excepcional y por eso quise hacer el listado de las especies presentes en nuestra región al occidente de la Sabana de Bogotá que tienen el potencial de alcanzar regularmente tamaños sobresalientes.

Empecemos con la definición de tamaño. Un árbol que alcance 30 metros de altura ya puede ser considerado grande. 30 metros es el dosel regular de un bosque subandino plenamente maduro. Todo árbol que supere esta altura se constituye en un emergente. En este artículo no vamos a tratar sobre árboles simplemente “grandes” sino que nos vamos a limitar a los gigantes, a los árboles emergentes, los cuales alcanzan 40 m de altura y a veces más. Hay que recordar que los ejemplares de este tamaño ya son muy raros debido a la deforestación y la tala selectiva de los individuos más grandes para aprovechar su madera. Como los árboles nativos de montaña tardan más de 100 años en alcanzar sus plenas dimensiones, recuperar estos ejemplares perdidos plantando nuevos de reemplazo no va a ser un proceso rápido.

1) Caucho Tequendama  
Ficus tequendamae
Gran ejemplar de cuchillo (Zinowiewia australis)
El árbol más grande que en mi vida he visto en las vertientes occidentales de Cundinamarca corresponde a un enorme ejemplar de esta especie. Alcanza 40 metros de altura. El tronco es sostenido por grandes raíces tablares o contrafuertes que se extienden muchos metros alrededor del árbol. Ejemplares tan viejos albergan valiosos jardines de orquídeas, bromeliáceas, helechos y otras plantas epífitas que crecen sobre sus ramas.

2) Cuchillo
Zinowiewia australis
La especie fue dominante en los bosques que cubrieron las vertientes bajas de San Francisco. Todavía se observan ejemplares de gran altura en este municipio, especialmente en la franja entre 1700 y 2100 metros de elevación, donde quedan restos de bosques viejos. Los ejemplares más grandes que se han registrado de esta especie en las vertientes andinas llegan a 40 metros de altura.

3) Higuerón 
Ficus gigantosyce
Este árbol produce unas brevas grandotas, redondas, que, al igual que las brevas cultivadas, pueden ser cocinadas y preparadas en forma de dulces. En el bosque, los frutos del higuerón son consumidos por aves, murciélagos y mamíferos terrestres. Los ejemplares de mayor tamaño alcanzan 40 metros de altura y 100 cm de DAP (diámetro del tronco medido a la altura del pecho de una persona adulta).
Higuerón (Ficus gigantosyce)

4) Pino colombiano 
Podocarpus oleifolius
Antiguamente dominante en los bosques de alta montaña, donde crecía en compañía de encenillos, amarillos y otros árboles de clima frío. Perseguido por su fina madera, usada en ebanistería, el árbol casi ha desaparecido y los pocos ejemplares que quedan están lejos de alcanzar las enormes tallas que en otro tiempo mostraba esta especie (hasta 40 metros de altura y casi 2 metros de DAP).

5) Pino hayuelo
Prumnopitys montana
Otra de las coníferas nativas de Colombia. El pino hayuelo todavía crece en las altas montañas de Subachoque y San Francisco, donde quedan restos de bosques con especies de bosque maduro. Los ejemplares más grandes que se han registrado en los Andes alcanzan 40 metros de altura y 110 cm de DAP.

6) Pino romerón
Retrophyllum rospogliosii
La conífera nativa dominante en la franja entre 1700 y 2200 metros de elevación, en las vertientes occidentales de Cundinamarca. Ejemplares excepcionales han dado alturas de hasta 45 m y troncos de 1.5 m de DAP. Aunque con poblaciones muy reducidas comparadas con las de siglos pasados, todavía se encuentran numerosos ejemplares dispersos en las fincas y la especie está siendo propagada en viveros, lo que da esperanzas respecto a su conservación.
El brillante tronco blanco de la palma de cera

7) Palma de cera del Quindío
Ceroxylon quindiuense
La especie se observa en las vertientes occidentales de Cundinamarca en forma de ejemplares altos y aislados, meros residuos de antiguos bosques que cubrieron la región, y como ejemplares jóvenes, plantados como ornamentales en las fincas. En esta región no se conocen ejemplares tan altos como los de la cordillera Central, pero incluimos aquí la especie, pues es la planta con el potencial de desarrollar mayores alturas en nuestros bosques de montaña: ¡hasta 60 metros en ejemplares récord!

8) Roble
Quercus humboldtii
Árbol dominante en los bosques de La Vega y San Francisco, en la franja entre 2000 y 2800 metros sobre el nivel del mar. Aunque normalmente alcanza entre 25 y 30 metros de altura, los robles más grandes que se han registrado en Colombia llegan a 40 m y tienen troncos de hasta 2 metros de DAP.


viernes, 23 de agosto de 2013

Cerros al oriente de Bogotá - Las aves de la montaña

Un mundo diferente

Azor o gavilán (Accipiter striatus) - D. Sanches
La cadena de cerros que se extiende al oriente de la capital, desde Usme y Cruz Verde por un extremo, hasta Chía y Sopó por el otro, es el hogar de cerca de 130 especies de aves. Para el habitante de la ciudad, acostumbrado a ver todos los días unos pocos pájaros, casi siempre los mismos, los cerros ofrecen la magnífica oportunidad de descubrir un mundo diferente. En estas montañas hay especies de aves muy tímidas, que habitan en las marañas más espesas de vegetación y que se atreven a llegar cerca del borde oriental de la ciudad, sólo para retirarse de nuevo a la seguridad de su impenetrable hábitat. Colibríes distintos de los que vemos en la ciudad pasan a gran velocidad, se detienen en el aire ante alguna flor, mostrando algún brillo tornasolado, y luego siguen su camino. Cantos burbujeantes llenan el ambiente de misterio. Incluso mirando hacia arriba, las copas de los altísimos eucaliptos, balanceándose y susurrando con el viento, nos revelan las diminutas siluetas de picaflores, colibríes, toches o turpiales y otras aves que toman el néctar y las semillas de las ramas más elevadas.

 

Los ambientes de las aves

Paloma collareja (Patagioenas fasciata) - G. Karmer - USFWS
¿Cómo se reparten estas aves por los cerros? Podemos clasificarlas según los ambientes en donde habitan. Para empezar: en los cerros hay zonas abiertas, campos de cultivo, potreros, casas y jardines similares a los que hay en la planicie de la Sabana de Bogotá. En estas zonas abiertas encontramos las mismas aves que son tan frecuentes en la ciudad y en ambientes bajo fuerte influencia humana: el copetón, la mirla, la golondrina, el colibrí chillón, el carbonero o picaflor negro, la torcaza, el cucarachero, el chamón. Es adentrándonos en matorrales más densos donde empezamos a encontrar especies diferentes: chamicero, comprapán, tapaculo, elaenia, tiranuelo, arañero, gorriones monteses y el vistosísimo clarinero o tangara escarlata, la única ave de nuestras montañas que combina al mismo tiempo, en su plumaje, el negro, rojo y azul. En donde haya matorrales de chusque también podemos encontrar todas estas especies, además de dos aves asociadas en forma exclusiva con estos bambúes: el gorrión afelpado y el arrendajo negro.
Colibrí paramuno (Aglaeactis cupripennis) - M. Woodruff

Los colibríes están presentes donde haya las flores adecuadas: si los curubos o pasifloras son comunes, allí podrá estar el colibrí picoespada, el ave con pico más largo del mundo en proporción al tamaño del cuerpo. Donde haya fucsias, pecosas, clavellinos y otras trepadoras con flores rojizas o anaranjadas, en forma de tubo, allí encontraremos a los relucientes incas, de barriga dorada o rosada, según las especies. Los colibríes calzoncitos, con su espeso plumón blanco alrededor de las patas, prefieren las uvas de monte. Colibríes de pico más corto, como la metalura,  visitarán una amplia gama de árboles, arbustos, enredaderas y hierbas. Donde hay eucaliptos, todos los colibríes podrán estar presentes, ya que el néctar de estos árboles es uno de sus alimentos favoritos.

Si nos adentramos en bosques nativos, altos y conservados, encontraremos algunas de las aves más raras e interesantes. La más grande, la pava andina, parecida a una ágil y alargada gallina que corre y salta por las ramas de los árboles.  Con mucha suerte, también podremos ver algún azor o gavilán, rapaces nocturnas como los autillos y el búho ocelado, pequeñas bandadas de palomas collarejas, pájaros carpinteros y una variedad de coloridas aves del dosel, como las tangaras, hemispingus, picaflores azules y abanicos.

Buchipecosa (Catharus ustulatus) - L. Gooch
En la parte más alta de los cerros, donde la vegetación se hace más baja y empiezan a aparecer los frailejones, llegan colibríes exclusivos de alta montaña, como el alizafiro y el colibrí paramuno. En los matorrales de esta zona también encontramos otras aves de altura como el cucarachero paramuno y el chamicero cejiblanco.

Por último, en temporada de migración pasarán por los cerros aves de paso, procedentes de Norteamérica, como algunas reinitas, buchipecosas o zorzales, cardenales o pirangas, atrapamoscas y golondrinas.

 

Unas notas para la conservación 

Comprapán (Grallaria ruficapilla) - R. Klappe - 2009
Si la casa de las aves es conservada, entonces las aves también serán conservadas. La mayoría de las aves de los cerros habitan en bosques y matorrales nativos, por lo que es fundamental la conservación de estos ambientes para asegurar la existencia de la mayor variedad de especies. Un punto crítico es la conservación de los lugares donde las aves construyen sus nidos. Entre las especies residentes en los cerros, sólo un 25% anida zonas abiertas y expuestas, con prados, flores y árboles dispersos. El restante 75% de las especies construye su nido en los sitios con vegetación más densa, donde hay marañas de chusques y enredaderas, hojas muertas y ramas secas. La mayoría de estas aves de bosque y matorral ocultan su nido en la franja entre 1 y 5 metros de altura del suelo, por lo que resultan gravemente afectadas cuando se corta el sotobosque con el fin de “limpiar” los árboles. En resumen: para tener una gran diversidad de aves no es suficiente con plantar árboles o cuidar jardines. ¡Es necesario también dejar intactos bosques y matorrales “desordenados”!

martes, 20 de agosto de 2013

Zonas de uso y zonas de conservación

Potreros y viejos robledales - Finca El Silencio, San Francisco
El planeamiento de toda finca debería incluir dos tipos de zonas de manejo distintas: zonas de uso y zonas de conservación. Las zonas de uso incluyen especialmente los cultivos y las zonas de pastoreo, los lugares de extracción de recursos naturales, los sitios con infraestructura y construcciones, los parques y los jardines. Las zonas de conservación, por otro lado, son las reservas naturales de cada finca, donde se trata de no manejar ni modificar ningún elemento natural y que están dedicadas, como máximo, a la recreación pasiva.

¿En qué proporciones debería una finca tener repartida su área entre estos dos tipos de zonas de manejo? Eso depende enormemente de la vocación de la tierra, de las posibilidades y del deseo de sus propietarios. Pero podemos decir que al menos el 10% de la superficie de cada finca debería estar reservada para la conservación. Bajo circunstancias favorables, hay fincas que tienen un 20%, 30%, 50% o incluso más de su área dedicada a zonas de conservación. Estas zonas de conservación, de forma natural, quedan particularmente bien repartidas por los sitios con pendientes más fuertes, por los nacimientos de agua y, en forma de franjas, por los cursos de agua y los linderos del terreno.

¿Y cómo cuidamos las zonas de conservación? En principio, “dejándolas ser”, no “cuidándolas”. El único cuidado que suele ser necesario es la instalación de una cerca que demarque la zona de conservación y que impida que el ganado entre en ella a pisotear y ramonear la vegetación.

Las zonas de conservación suelen ser muy susceptibles a recibir manejos inadecuados sacados directamente de las ciencias y prácticas agrícolas, forestales y de la jardinería. En lo que queda de este artículo nos vamos a referir a algunos puntos muy específicos en los cuales difiere el manejo de una zona de uso y una zona de conservación.

 

1)    Árboles muertos

ZONAS DE USO: Aquí, cada árbol seco, en pie o caído, es visto como algo indeseable y suele ser cortado y retirado rápidamente, ya que puede representar una amenaza por caída para las construcciones o vías aledañas a él o, simplemente, porque se lo considera “feo”.

ZONAS DE CONSERVACIÓN: Aquí, por el contrario, los árboles muertos deberían ser bienvenidos, siempre que no pongan en riesgo a las personas o las construcciones con su caída. ¿Y por qué bienvenidos? Antes de responder, podemos preguntar ¿nos gustan los pájaros carpinteros? ¿Los búhos? ¿Los loros y los tucanes? Pues bien, todas estas grandes aves necesitan madera muerta, en pie, con agujeros para poder anidar. Son los pájaros carpinteros los que primero abren agujeros en la madera muerta, agujeros que, luego de abandonados, son usados por las otras grandes aves del bosque como refugio y sitio de cría. Cuando los árboles más viejos y los árboles secos en pie son eliminados, desaparece con ellos una parte de la diversidad del bosque.

 

2)    Semillas seleccionadas

Árbol retorcido, típico del bosque andino
ZONAS DE USO: En plantaciones forestales y otros cultivos, se insiste en la importancia de usar semillas y material vegetal seleccionados para lograr los mejores rendimientos y resultados. En una plantación, los árboles deben ser rectos, con fustes largos y no bifurcados, deben ser ejemplares de crecimiento rápido, deben ser los que más madera produzcan.

ZONAS DE CONSERVACIÓN: Aquí, por el contrario, debería ser una regla NO seleccionar, sino dejar que todo lo que nazca crezca. Es probable que un árbol torcido o raquítico resulte teniendo una genética diferente de uno grande y recto. Y precisamente en esto radica su valor. Este árbol torcido quizás no sirva para producir madera en forma comercial; pero quizás tenga alguna otra cualidad que lo haga valioso para su especie. Quizás sea más resistente a la sequía o a alguna plaga, quizás crezca mejor que ningún otro en cierto ambiente. Estas cualidades distintas, si funcionan y son favorables para la especie, podrán pasar de generación en generación e incluso podrían llegar a ser de provecho para los seres humanos, si sólo permitimos que, en algunas zonas, todos los ejemplares de una especie (jóvenes, viejos, bonitos, feos, altos, pequeños, etc.) puedan vivir.

 

3)    “Maleza”

Plantas pioneras regenerando el bosque - Hacienda Baza, Tibaná
ZONAS DE USO: Aquí, toda planta que aparezca espontáneamente y que no haya sido cultivada en forma intencional, suele ser considerada maleza. Particular repudio se tiene hacia los arbustos pioneros de rápido crecimiento y hacia la multitud de enredaderas silvestres que compiten con los cultivos y plantas ornamentales y que rápidamente pueden transformar una finca en un “monte”. Por eso es que, por toda Colombia, además del ganado ramoneante, operan diariamente millones de machetes, máquinas de cortar pasto, guadañas, etc. Son el único medio para mantener abiertas y utilizables las zonas de uso, frente al incesante y espontáneo crecimiento de la vegetación.

ZONAS DE CONSERVACIÓN: En estas zonas, la “maleza” y el “monte” deberían ser bienvenidos y no se los debería cortar. Los arbustos pioneros y las enredaderas ofrecen los mejores refugios y sitios de anidación para multitud de aves que no podrían vivir en un bosque más viejo ni en un parque o jardín abiertos. Aunque las poderosas enredaderas pueden tapar un árbol completo y matarlo, usualmente estas enredaderas resultan más valiosas para la vida silvestre que el árbol perdido. Además, es precisamente bajo la sombra de la “maleza” ya crecida (de 10-20 años de edad) que empieza a desarrollarse el verdadero bosque, con los árboles de maderas duras, que necesitan sombra para crecer.

 

4)    Hojas mordisqueadas 


ZONAS DE USO: En una plantación, huerta o jardín, las hojas mordisqueadas de las plantas son vistas como una mala señal. Señal de plaga, que amenaza la vida y la productividad de las plantas en las que hemos invertido tanto tiempo y dinero.

ZONAS DE CONSERVACIÓN: En una zona de conservación, por el contrario, las hojas mordisqueadas deberían ser vistas, hasta cierto punto, como un síntoma de salud. Pues, si todas las hojas estuvieran intactas, ¿dónde estarían las mariposas, saltamontes, escarabajos y otros insectos, cuyas larvas o adultos consumen una proporción de las hojas del lugar? Si queremos tener insectos que polinicen las flores, que sirvan de comida a las aves o que, como en el caso de las mariposas, embellezcan el paisaje con sus revoloteos y colores, tenemos que pagar algo a cambio...y este precio son las hojas que estos insectos consumen para alimentarse y crecer. ¿Y si una plaga se sale de control y por esta razón uno o varios árboles se mueren? La respuesta podemos encontrarla si regresamos y leemos de nuevo el párrafo 1: “Árboles muertos”.