martes, 24 de enero de 2017

Las ciénagas del Magdalena

Ciénaga en Yondó (Antioquia)
Cuando pienso en ciénagas, lo primero que se me viene a la cabeza son las grandes extensiones de brillante agua en medio de un clima caluroso…la vegetación exuberante en las orillas, una garza o una bandada de cormoranes levantando el vuelo asustados por la cercanía de la lancha en la que nos transportamos… Como soy amante de la vida silvestre, pienso en la multitud de animales que habitan estos ambientes acuáticos, pienso, con optimismo, en la remota posibilidad de avistar un manatí.

En la prensa se habla de los problemas de conservación de las ciénagas, de cómo estas son contaminadas, invadidas y desecadas, de las mortandades de peces y de la precaria vida de los pescadores… Los biólogos también tienen sus temas ya escogidos, hacen inventarios de la vegetación sumergida, flotante y de orilla, realizan avistamientos de aves, colectan ranas y peces, miden la calidad del agua por medio de análisis fisicoquímicos y bacteriológicos, estudian el impacto de la pesca artesanal, etc.

 

La primera impresión

Agua de ciénaga
De algún modo, conocí las ciénagas antes de conocerlas, antes de ir personalmente a ellas. Las conocí por medio de los libros que leía, por medio de los periódicos y de los artículos científicos que caían en mis manos. Hasta que un día, yo, que casi siempre me la pasaba arriba en la montaña, tuve la oportunidad de hacer una exploración a las tierras bajas del río Magdalena y conocí una ciénaga de verdad, una ciénaga “en vivo y en directo”. Como tantas veces me ha pasado la primera vez que me encuentro personalmente con un pájaro, con un insecto o, en este caso, con todo un ecosistema, la sensación que me produjo el ser vivo, frente a mí, rodeándome, resultó distinta de la imagen que había fabricado, año tras año, en mi pensamiento, tras todas las lecturas que había hecho.

Además de la sensación general, de sentir el ambiente especial del lugar, empecé a ver un montón de detalles que me fueron sorprendiendo cada vez más y que despertaron en mí un montón de preguntas… ¿Cómo se forman y cuál es el destino de las islas flotantes de vegetación? ¿Hay manglares de agua dulce?¿Realmente hay orquídeas creciendo pocos centímetros por encima de la superficie del agua?

Tabebuia rosea entre el bosque inundado
Con los años, luego de ir conociendo más ciénagas, las preguntas siguen acumulándose: ¿son los comunes guayacanes rosados u ocobos (o “robles”, como se los conoce en la Costa), tan frecuentes en todo el centro y norte de Colombia, verdaderos árboles de pantano? ¿Puede un reservorio de agua lluvia o “jagüey” comportarse, en una escala más pequeña, como una ciénaga?

Sigo leyendo, de tanto en tanto, sobre las ciénagas… y ahora me sorprende pensar qué circunstancias, qué combinaciones de eventos, qué tradiciones, harán que observemos, seleccionemos y estudiemos ciertos temas, dejando otros de lado.

El mundo de la ciencia no está exento de esta selección. Si buscamos investigaciones y artículos científicos sobre las ciénagas de Colombia, encontraremos temas y palabras clave que se repiten una y otra vez, que buscan el conocimiento dentro de ciertos límites, dejando mucho más por fuera… Así, encontraremos conceptos como “biodiversidad”, “ecosistemas”, “bosque seco”, “sucesión de la vegetación”, “macroinvertebrados”, “recursos pesqueros”. Pero poco o nada se habla de las “ciénagas artificiales”, los “manglares de agua dulce” y las “orquídeas de agua”, que tanto han llamado mi atención en mis visitas a las zonas inundadas de tierras bajas.

En vista de que hay tan poco para leer sobre estos temas en otras partes, me voy a dar gusto aquí, contando sobre algunos de los elementos de las ciénagas que más han llamado mi atención.

 

Manglares flotantes

Clusia sp., llamado "manglar" en el Magdalena Medio
Uno de los elementos sorprendentes de las ciénagas son los “tapones”, islas flotantes de vegetación, las cuales navegan por la superficie del agua, yendo de un lado a otro de la ciénaga, reuniéndose con otras masas de vegetación en las orillas e interactuando con otros tapones en medio del agua. Para los habitantes locales, los tapones son importantes, pues su movimiento y aparición en ciertos lugares puede obstaculizar los canales usados para la navegación. Una embarcación en movimiento fácilmente puede quedar atrapada entre dos tapones que se desplazan por el agua. A veces uno se sorprende por las dimensiones de la vegetación que compone un tapón; aunque normalmente estos están compuestos por gramalotes o pastos de agua y por otras especies herbáceas y arbustivas, he llegado a ver tapones donde la planta más alta es un arbolito pequeño de hasta 5 m o más de altura.

Un pequeño "tapón" de pasto flotante
Uno descubre el origen de los tapones en los bordes de la ciénaga. A medida que la vegetación va colonizando las orillas, va aumentando la altura y desarrollo de las plantas que componen este hábitat de borde. Los primeros colonizadores son pastos acuáticos como Hymenachne amplexicaulis y Paspalum repens. A medida que pasan los años, en medio de este prado acuático empiezan a surgir arbustos de “clavito de agua” (Ludwigia peruviana), los cuales se van desarrollando hasta formar densos matorrales de entre 1 a 3 m de altura. Entre las raíces del clavito van naciendo tapetes de helechos (Nephrolepis y Thelypteris).

Y el crecimiento de la vegetación permanentemente inundada de la orilla no para aquí: ahora son pequeños árboles y algunas palmas las que siguen colonizando el tapete de raíces del clavito de agua; así nacen especies como el “guarumo” (Cecropia peltata), “guamo macho” (Inga sp.) y Senna reticulata. Pero las especies dominantes terminan siendo, en unos sectores de la ciénaga, la palma de “maquenque” (Euterpe oleracea) y, en otros, una especie de arbolito conocida localmente (en Yondó, Antioquia) como “manglar” (Clusia sp.) y que, en efecto, por su grueso y apretado follaje, se parece a algunos manglares que crecen en las costas marinas. Este “manglar” se desarrolla hasta alcanzar unos 5 a 8 m de altura, forma auténticos bosques en las orillas de las ciénagas más conservadas, y sostiene una interesante comunidad de plantas que crecen sobre su densa balsa de raíces.

Durante las crecientes, el agua que sube de nivel puede llegar a arrancar trozos del “manglar” de la orilla y llevárselos por la ciénaga, formando un “tapón” leñoso: en estos casos, resulta sorprendente ir navegando por el agua y tener que esquivar pequeños bosques flotantes, los cuales son transportados por una balsa de sus propias raíces.

Me parece muy curioso que no he podido encontrar en la literatura publicada sobre la vegetación de las ciénagas casi ninguna descripción de la vida de estos “manglares de agua dulce”, siendo estos unos elementos tan vistosos del paisaje.

 

Orquídeas sobre el agua

Entre la balsa de raíces de los “manglares” de agua dulce, en medio de las comunidades herbáceas dominadas por helechos, se encuentran abundantes poblaciones de una especie de orquídea del género Epidendrum. Es muy curioso encontrar una orquídea de este tipo, que normalmente uno asocia con la vegetación de un barranco o un matorral algo seco, y que aquí, en cambio, crece en medio del agua, incluso flotando sobre una isla de vegetación que se desplaza de un lado a otro de la ciénaga. Más curioso pensar que la orquídea crece sobre las densas raíces del “manglar” precisamente para evitar mojarse (ya que la mayoría de orquídeas del mundo no soportan tener las raíces permanentemente encharcadas)… una orquídea que vive sobre una balsa, pero que moriría si llega a ser inundada…

El botánico Thomas Croat, en su célebre libro “Flora of Barro Colorado Island” (publicado en 1978 por la Stanford University Press), menciona brevemente la Epidendrum radicans y su hábitat flotante (¿quizás la misma especie presente en los humedales del Magdalena Medio?) con estas palabras: “Not seen on the island recently; collected twice in 1932 on floating islands of vegetation along the shore.” Aparte de ésta, no he leído ninguna reseña sobre orquídeas de este género creciendo sobre las raíces de las islas flotantes.

 

Árboles de pantano

Tabebuia rosea
Otra sorpresa para mí fue observar, en medio de una ciénaga, la espectacular floración del guayacán rosado o “roble” (Tabebuia rosea). Al comienzo dudé que se tratara de esta especie, a la que es tan común encontrar cultivada en campos y ciudades, en jardines y bordes de carreteras, a menudo en zonas muy secas. Pero ahí estaban, claramente ante mí, los guayacanes, bien rosados en esa temporada del año. Lo más interesante es que, por el sitio y la vegetación que los rodeaba, se veía que los árboles eran completamente silvestres y que ese era su hábitat natural, preferido en toda la región. Leyendo más en la literatura sobre esta especie, he encontrado que, efectivamente, está reportada como poseedora de una alta resistencia a las inundaciones.¡ Así que uno de los árboles maderables nativos más comunes de Colombia resulta ser también un árbol de pantano!

 

Jagüeyes para la vida

En la Costa Caribe he conocido los jagüeyes, nombre que allí reciben los reservorios artificiales de agua, excavados en las fincas para proveer de líquido a la gente y el ganado. Durante las temporadas de sequía, los jagüeyes pueden ser las únicas fuentes disponibles de agua… si ésta se acaba, pues se acabó la vida en la región; el ganado muere, la gente tiene que traer agua de lejos…o desplazarse; una realidad muy dura que nos recuerda a los habitantes de la ciudad una apremiante realidad, que normalmente no sentimos con toda su fuerza: que el agua potable no es eterna y que sin ella no somos nada.

Jagüey en el departamento de Atlántico
Pues bien, en estos jagüeyes (que pueden ser tan pequeños como estanques o tan grandes como lagunas) he observado que se desarrollan muchas de las mismas plantas que crecen en las ciénagas. Y, en ellos habitan muchos animales que también se encuentran en las ciénagas. Aunque el ciclo de agua de un jagüey es distinto al de la ciénaga (el primero sólo recibe agua de la lluvia, la segunda la recibe estacionalmente del río), no deja de resultar interesante que tantas especies de fauna y flora hallen en los modestos jagüeyes un refugio y hogar adecuado. Los jagüeyes más conservados muestran una rica vegetación de orilla, donde es posible ver los mismos gramalotes (Hymenachne), clavitos de agua (Ludwigia) y bihaos (Thalia) que en las ciénagas; flotando sobre el agua vemos helechos de agua (Azolla, Salvinia, Ceratopteris), alismatáceas, utricularias y lirios de agua…las mismas especies, de hecho, que se verían en una ciénaga equivalente.

El "chavarrí", gran ave amenazada propia de las ciénagas
Los jagüeyes albergan una modesta fauna de peces nativos (aquellos que pueden arribar a los nuevos y aislados hábitats en forma de huevos, pegados a las patas y al plumaje de las aves acuáticas…o que, como la anguila – Synbranchus marmoratus, pueden reptar durante las temporadas lluviosas, para acceder a nuevos pozos). Una variedad de sapos y ranas ambientan con su canto los jagüeyes, especialmente durante la noche. Entre los reptiles, se encuentran en los jagüeyes tortugas como las amenazadas “icotea” (Trachemys callirostris) y “carranchina” (Mesoclemmys dahli), así como babillas (Caiman crocodilus).

Y qué decir de las aves acuáticas, desde el gran chavarrí (Chauna chavaria) hasta las pequeñas viuditas de agua (Fluvicola pica): decenas de especies acuáticas hacen de estos hábitats artificiales su hogar. Por último están los mamíferos: los murciélagos toman agua, cazan insectos o pescan sobre estos cuerpos de agua, monos y venados beben de su agua y animales como el “ponche” o chigüiro (Hydrochoerus isthmius) tienen aquí su lugar de residencia permanente. Una fauna que originalmente estaba restringida a las ciénagas, puede ocupar ahora un nuevo hábitat… claro está, si tan sólo los dueños de las fincas saben esto, permiten el libre crecimiento de la vegetación de orilla y abandonan la cacería. Miniciénagas de finca llenas de vida... ojalá podamos decir: una especie en vías de expansión.