lunes, 30 de enero de 2023

Conversaciones entre los Andes y la Amazonía - Parte 1 - El guácharo

Guácharo (Steatornis caripensis)

En un mundo tan variado, lleno de tantos matices y diferencias, me gusta ir buscando las conexiones y afinidades. Incluso las que pueda haber entre lugares, seres y personajes que parecieran tener poco en común. Como las que pueda haber entre los elevados Andes, donde vivo, y la enorme cuenca del Amazonas, que se extiende al lado de esta cordillera, por la inmensidad del oriente, hasta el océano Atlántico.

Son las conexiones entre una Amazonía muchísimo más antigua que las cordilleras.

Entre una cordillera que reversó el flujo del río más grande del mundo, cortando su acceso hacia el Pacífico y haciendo que volteara su curso hacia su ruta actual, al Atlántico.

Entre unos Andes que han separado, un poco, la gran selva de otras selvas.

Entre una cuenca baja desde la que han ido trepando, por millones de años, toda clase de organismos a las nuevas cordilleras, a medida que éstas se levantaban.

Entre unos Andes que han enriquecido la cuenca amazónica con inmensas cantidades de sedimentos, que bajan por los así llamados ríos de “aguas blancas”.

Entre unos Andes que han añadido una cadena montañosa nueva, para formar, al norte de Sudamérica, una compañera a los viejísimos cerros del escudo guayanés… esas montañas que aún existen, reverberantes de vida, aunque parecieran estar desapareciendo desde hace millones de años.

Uno de los seres que conecta estos dos mundos es el guácharo (Steatornis caripensis), ave de las cavernas, ave viajera y comedora de frutos sobre la que contamos aquí.


Los mensajeros

Asaí (Euterpe precatoria) - Especie consumida por guácharos

Cuando he visto una cueva de guácharos, antes de caer la noche, he llegado a imaginar la entrada de la cueva como una boca… una boca siempre abierta, a punto de soltar su mensaje… un mensaje que se siente inminente, con los gruñidos reverberantes de los guácharos, con las siluetas de las aves inquietas, revoloteando cada vez más cerca a la salida de la caverna. En un momento, la oscuridad parece suficiente y las aves (¿mensaje o mensajeras?) empiezan a salir de la cueva, primero como un goteo, luego como una corriente incesante, de guácharos que aletean, giran, planean y se elevan cada vez más alto.

Las siluetas de las aves, ya lejanas, contra el cielo, me han hecho imaginar los sitios que visitarán, lo que dejarán en ellos, lo que traerán de ellos. Cruzarán cordilleras, llegarán a selvas remotas, se suspenderán en vuelo bajo un viejísimo árbol de laurel, recolectando con el pico sus nutritivos frutos. Regarán semillas, replantarán selvas. Y luego, quizás a la mañana siguiente, quizás unos días después, retornarán a su lugar de origen, para desaparecer de nuevo en las entrañas de la roca.


Oscuridad y frutos

Guácharo - G. Smith - 2014

Una vez sostuve en mis manos un guácharo. Me miraban sus ojos, grandes, dulces, redondos. La sensación que tuve al vernos fue para mí muy distinta de la que me produce la mirada concentrada, a menudo severa, que tienen muchas aves rapaces. Esta mirada me llamó aún más la atención por el contraste con la apariencia general del ave, y especialmente, con su pico ganchudo, que uno podría pensar propio de un águila o gavilán. Este pico lo usa el guácharo para agarrar su especial y exclusivo alimento, frutos ricos en grasas y proteínas, sobre todo frutos de palmas y árboles pertenecientes a la familia de los laureles. Junto con el kakapo, ese extraño loro terrestre de Nueva Zelanda, el guácharo es una de las pocas aves nocturnas frugívoras que existen en el mundo.


Viajeros de la noche

Frutos de laurácea

Los guácharos son aves de la oscuridad. Buscan su alimento durante la noche y en el día se refugian en grandes grupos en el interior de oscuras cavernas. Al mismo tiempo, son aves capaces de sorprendentes desplazamientos. En una sola noche suelen viajar alrededor de 50 km, buscando árboles y palmas con frutos maduros. Se conocen viajes de una sola noche donde han recorrido más de 100 km. También se sabe de casos de guácharos que han aparecido a 700 km de las colonias conocidas más cercanas (por ejemplo registros de guácharos en Centroamérica).

Por lo general, las aves no retornan esa misma noche a la cueva, sino pasan el día posadas quietas en un árbol. Aquí regurgitan las semillas consumidas. Como estas semillas pueden proceder de áreas muy lejanas, el guácharo puede considerarse uno de los dispersores de larga distancia de semillas más importante de las áreas tropicales de Sudamérica.


Visitas a las grandes selvas

Área de distribución del guácharo

Si miramos un mapa del área de distribución del guácharo, veremos que la mayoría de los registros están en regiones montañosas, que es donde se encuentran las cuevas que usan para refugiarse y criar. Eso, sin embargo, no significa que las aves no frecuenten las tierras bajas. Sólo que allí sus visitas nocturnas pasan desapercibidas. En cuevas de las cordilleras se han hallado semillas de plantas que los guácharos han recolectado en las selvas de tierras bajas amazónicas.

La mayoría de los registros de guácharos están en la cordillera de los Andes. Las aves también están presentes, en números menores, en cuevas repartidas por el escudo guayanés.


Algunas notas sobre conservación

Palma de cera (Ceroxylon quindiuense)

Para la conservación del guácharo se requiere mantener relativamente libres de perturbaciones las cuevas donde estas aves viven. Además, es necesaria la conservación de extensas áreas de bosque húmedo, llenas de palmas y laureles. En la Amazonía este tipo de áreas todavía se encuentran en abundancia, aunque amenazadas por la progresiva deforestación. En cambio, en los Andes, gran parte de estos bosques han sido talados o degradados, de modo que ya no proveen alimento a los guácharos. Nuevamente, conservar los bosques que todavía existen en las cordilleras y en los valles interandinos es clave.

La plantación de palmas y lauráceas para restaurar bosques puede resultar clave para generar, a mediano y largo plazo, alimento no sólo para los guácharos, sino para muchas otras aves y mamíferos. Con trabajos como el que hemos hecho desde hace varios años con la reserva natural La Esperanza, en Jardín, Antioquia; donde se ha montado un pequeño vivero para la restauración, se han recolectado semillas del bosque maduro y hasta el presente se han plantado en áreas de nuevos bosques decenas de ejemplares de 7 especies de palmas nativas y 8 especies de laureles. 

Quizás en algún momento, los guácharos, como tantas otras especies de aves, se vuelvan visitantes más frecuentes de las ciudades. Pues en ambientes urbanos por toda Colombia se plantan numerosas especies de palmas, muchas de ellas exóticas y también cada vez más nativas. Tan sólo en Bogotá se han plantado, según datos del censo de arbolado urbano, cerca de 3500 ejemplares de palma de cera (Ceroxylon quindiuense); en fincas por toda la región alrededor de Bogotá, va en aumento el número de palmas de cera plantadas, que se cuentan por miles. Como la plantación de muchas de estas palmas inició hace cerca de 20-30 años, ya se están acercando a la edad adulta y pronto podrán producir frutos maduros.

Esperamos que, si se repiten estas acciones en muchos más lugares, los guácharos, así como muchos otros animales, podrán adaptarse y seguir encontrando su nutritivo alimento, tanto en los bosques, como en los campos y ciudades. Y seguirán así, llevando mensajes y conectando mundos distintos.