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sábado, 15 de mayo de 2021

Árboles abuelos y bosques maduros en la alta montaña

Guamarón (Guarea kunthiana)
A medida que estudio y sigo estudiando los bosques de Colombia, se me hace cada vez más evidente cuán inmensa es la variedad de organismos que habitan en ellos. Son muy pocos los que conocemos en persona y muy pocos los que realmente llegaremos a conocer en toda una vida. Me doy cuenta de que en una región de una de las cordilleras habitan ciertas especies, mientras que en otra región de la misma cordillera o de una cordillera diferente, puede haber un conjunto de especies distinto, con muy pocas especies compartidas entre ambas localidades (incluso si su clima es similar).

A pesar de esta variedad, también me doy cuenta de que, en cada ecosistema, siempre están presentes especies con ciertos orígenes y parentescos, con ciertas características, que ocupan posiciones especiales dentro del bosque e interactúan unas con otras de cierta manera. En este sentido, los bosques no son el caos que aparentan, sino que hay en ellos un orden muy especial. Un orden como el que puede tener un organismo, una ciudad, o cualquier otro sistema.

Así, por ejemplo, en cada bosque hay unos arbustos, árboles y trepadoras que crecen más deprisa que otras especies leñosas y que son las primeras formadoras de bosque cuando en un potrero, área de derrumbe, terreno quemado, etc., se inicia la regeneración natural de la vegetación. Son las especies pioneras. En cada bosque bien conservado hay otro conjunto de árboles y arbustos que nacen sólo después, bajo la sombra y hojarasca de las especies más veloces. Son las especies leñosas de bosque maduro, mucho más longevas que las primeras. Estas especies de bosque maduro son las que terminan por dominar en los bosques más viejos, luego de algunos siglos de desarrollo. En los bosques maduros también suelen alcanzar su máxima expresión otros grupos de plantas, como las palmas y las plantas epífitas, que crecen sobre los troncos y ramas de los árboles: orquídeas, bromeliáceas, algunos helechos, etc.

Amarillo o laurel (Ocotea pedicellata)

En un mundo tan inestable como el actual, que parece ir cada vez más deprisa, donde cada vez se siente mayor presión de producción y explotación sobre cada hectárea, los bosques realmente antiguos van desapareciendo rápidamente. Una vez talado, un viejo bosque como los que aún se encuentran en muchas partes de Colombia (que puede tener cientos, miles o incluso decenas de miles de años de edad) no volverá a retornar. Al menos no como era, al menos no en varios siglos. Por eso, en este mundo, cada bosque antiguo que queda en pie es algo tan valioso, tan irrepetible, tan irrecuperable, tan digno de conservación. Tanto por sus funciones prácticas de beneficio más directo para los humanos (p. ej. captación de carbono, protección de cuencas hidrográficas), como por su función como albergues de la mayor parte de la biodiversidad del país. Y por su función como una especie de “libros” donde podemos “leer” y aprender infinidad de temas sobre la vida, sobre el tiempo.

Ahora me doy cuenta de que la mayor parte de los bosques fácilmente accesibles que encontramos en las áreas más pobladas de Colombia son otro tipo de bosques. Antes, hace décadas o siglos, eran bosques maduros. Luego, fueron talados. Algunos se recuperaron parcialmente y ahora son bosques jóvenes. De estos bosques más jóvenes son propias especies bien conocidas de árboles pioneros como los alisos, arbolocos, sangregados, sietecueros y yarumos.

Encenillo (Weinmannia fagaroides)

Mientras estos bosques jóvenes se convierten en los bosques dominantes en gran parte de Colombia, yo sigo observando los bosques viejos. Quiero aprender más sobre los gigantes que los dominan. Sobre esos árboles que pocas veces he visto. Sobre esos árboles que no logro reconocer, que no son de las especies comunes. Sobre esos árboles que están desapareciendo y que quiero ayudar a conservar, con la esperanza de volver a plantarlos en bosques más jóvenes. Para que estos bosques más jóvenes tengan la oportunidad de madurar en una forma diversa, y ayuden a conservar estos linajes viejísimos, para nosotros, para los demás organismos, y todas las generaciones humanas y no humanas que vienen.

¿Quiénes son estos gigantes? ¿Estos árboles que pueden alcanzar 1, 2 o 3 siglos de edad, e incluso más? ¿Cómo es su vida? ¿Cómo nacen y donde lo hacen? ¿Cómo son sus primeros años de vida? ¿Cuánto tardan en alcanzar su adultez? ¿Con qué otras especies se relacionan? ¿Cómo se pueden propagar y qué se requiere para poder plantarlos en forma exitosa? Estas son algunas de las preguntas que me hago a cada rato.

Y algo he logrado averiguar sobre algunas especies, luego de décadas de estarlas observando y conviviendo de cerca con ellas. En las zonas de clima frío y páramo por encima de 2500 m de elevación, hay algunas decenas de especies de árboles que son habitantes sumamente importantes de los bosques maduros. En el siguiente enlace pueden ver 45 de estas especies, como las he conocido, como las he observado, como las he visto crecer en todos estos años: 

https://colombia.inaturalist.org/guides/13830


Calabacillo (Meliosma frondosa)


Arrayán negro (Myrcianthes rhopaloides)


Roble (Quercus humboldtii)




Higuerón (Ficus gigantosyce)




Amarillo o laurel (Ocotea heterochroma)




Arrayán (Psidium pedicellatum)





Pino hayuelo (Prumnopitys montana)




Aguacatillo colorado (Persea ferruginea)