El lago Titicaca desde la Isla del Sol (Bolivia) |
Acabo de regresar de un viaje por Perú y Bolivia. En estos países andinos, con tantas similitudes y también diferencias con Colombia, he podido reflexionar sobre muchos elementos comunes de nuestra naturaleza, observando y también contrastando qué hace único y especial a cada país. A continuación sigue la primera de una serie de cinco notas con algunas de estas observaciones.
El ambiente del lago
La inmensidad del lago Titicaca, su azul intensísimo, el sonido de sus olas empujadas por el viento de alta montaña, todo ello me lleva a pensar cómo sería aquel lago que era la Sabana de Bogotá hace muchos miles de años. En aquel entonces (hace más de 30.000 años), el clima era mucho más frío y la vegetación de páramo, con sus frailejones, pajas y arbolitos retorcidos, descendía hasta el borde del lago. El frío viento debía soplar sobre el agua, igual que aquí en Bolivia. ¿Sería tan azul el lago de la Sabana de Bogotá como lo es ahora el Titicaca?
Los animales acuáticos
Pato (Anas puna) |
Tamaño y diversidad
En su tiempo de mayor esplendor, el lago de la Sabana de Bogotá debió cubrir una superficie de alrededor de 1400 km2...con esto ni siquiera se acercó al tamaño actual del lago Titicaca, que tiene más de 8500 km2. Esta notable diferencia quizás explique, entre otras causas, la menor diversidad de peces lacustres propios de la Sabana de Bogotá, que son apenas 2 especies (capitán y guapucha), en comparación con las más de 20 especies endémicas de Orestias y los dos capitanes (Trichomycterus) descritos del lago Titicaca.
El agua y la vida humana
Totora, barca de pescadores y muelle |
Los recursos y oportunidades ofrecidos por el Titicaca han sido aprovechados por sus habitantes humanos desde hace milenios. El calor captado durante el día por el agua del lago se va disipando en la noche, atenuando las frías temperaturas del altiplano y permitiendo el cultivo, a más de 3800 metros sobre el nivel del mar, de una variedad de productos que de otra forma no prosperarían a esta elevación: papa, maíz, cebada, haba, quinua, etc. Además, los habitantes locales obtienen alimento con la pesca de peces y ranas y la cacería de aves. Y las plantas acuáticas, como la totora o junco (Schoenoplectus), les sirven como material artesanal y de construcción y como forraje para los animales domésticos. Uno puede fácilmente imaginar a los antiguos Muiscas de Colombia también plantando sus cultivos a orillas del agua, cazando, pescando, navegando y haciendo una vida entera asociada al agua. Hasta que llegó nuestra cultura actual, europea, donde el agua suele ser vista como un obstáculo para el desarrollo, donde se contaminan, canalizan, drenan y rellenan los cuerpos de agua. Ahora, del gran lago de la Sabana de Bogotá no quedan más que unos mínimos restos, los cuales, a pesar de su reducción y contaminación, siguen siendo de vital importancia para la conservación, si queremos salvar una muestra de este ambiente y permitir la existencia continuada de los animales y plantas acuáticos que nos siguen acompañando hasta hoy: nuestros humedales de la Sabana siguen teniendo patos, garzas y tinguas, ranas, capitanes y guapuchas y muchísimos otros: un “Minititicaca” todavía para conservar.
La transparencia de las aguas del Titicaca |
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