viernes, 17 de enero de 2025

Las vidas diversas de los frailejones

Hay más de un frailejón

Espeletia rabanalensis

Con las plantas pasa a menudo que las personas que no tienen un conocimiento detallado de ellas, agrupan gran número de especies en categorías muy generales, hablando de ellas como si fueran una única especie. Así, he encontrado personas que me preguntan “cómo se cuida la orquídea”, o qué consejos les doy para “cultivar el anturio”. Cuando en realidad, hay cientos de anturios y miles de orquídeas distintas, cada uno con una apariencia particular y con preferencias que no necesariamente comparten con todos los demás.

Con los frailejones, esas plantas tan características y carismáticas de la alta montaña de Venezuela, Colombia y Ecuador, sucede lo mismo. Para muchas personas, se trata del “frailejón”, como si fuera una única especie. Cuando en realidad, hay más de 140 especies de este grupo de plantas (de las cuales, alrededor de 92 en Colombia).

Lo interesante es que cada uno de estos frailejones tiene características particulares que lo diferencian de los otros, tanto en su apariencia, como en su estilo de vida.

Yo mismo reconozco que, cuando empecé a subir a los páramos, aunque noté las diferencias entre ciertos frailejones particularmente distintivos, también encontré muchos que al comienzo me parecieron iguales, y que realmente resultaron perteneciendo a especies distintas. Todo por la falta de experiencia en observar las características que los hacían diferentes.

Con los años aprendí que hay frailejones con altos tallos y otros casi sin ellos. Hay frailejones ramificados, con “brazos”, cada uno de los cuales está coronado por una roseta de hojas. Hay frailejones de hojas estrechas, otros tienen hojas muy anchas. La “lana” que cubre las hojas de algunos frailejones es amarillenta, en otros produce brillos plateados. Hay frailejones que tienen las inflorescencias altas, que sobrepasan ampliamente la planta que las produce; mientras que en otros, las inflorescencias no rebasan la roseta de hojas. También son importantes para los botánicos características como la disposición de las ramas de la inflorescencia (alternas/opuestas), la presencia y número de brácteas en los tallos de la inflorescencia, el número y tamaño de los “capítulos” (nombre que reciben las cabezuelas con forma de girasol donde se agrupan las flores de los frailejones y otras asteráceas), etc.

Sobre todas estas características, los botánicos han estudiado mucho. Lo que me llama la atención es que cada frailejón, además de sus diferencias morfológicas, también está adaptado a un nicho especial. No es que todos crezcan en un “páramo” genérico, como si existiera este páramo uniforme. Sobre estos nichos especiales que ocupan los frailejones, es menos lo que se ha investigado y escrito.


Frailejones en distintos suelos

Espeletia santanderensis

Uno de los frailejones más comunes de las montañas alrededor de Bogotá, la Espeletia grandiflora, crece sobre suelos orgánicos, húmedos, en el páramo abierto. En un solo lugar, decenas, cientos o miles de plantas de esta especie pueden crecer entremezcladas con pajas de páramo y una variedad de arbustos. En contraste, otro de los frailejones más comunes de la región, la Espeletia corymbosa (o Espeletiopsis corymbosa, como también se la ha conocido), es un frailejón asociado a terrenos rocosos, bien drenados, donde la capa de suelo orgánico es muy delgada, a veces casi inexistente. La diferencia entre los hábitats de estos dos frailejones hace que pocas veces se encuentren mezclados el uno con el otro.

Otros frailejones antes clasificados en el género Espeletiopsis, como Espeletia guacharaca, Espeletia muiska, Espeletia rabanalensis y Espeletia santanderensis, tienen un hábitat muy parecido a la Espeletia corymbosa ya mencionada, creciendo sobre laderas rocosas, con suelos superficiales, donde comparten su hábitat, a menudo seco y expuesto al viento, con otras plantas especialistas en estos hábitats, incluyendo diversas ericáceas, algunos pastos resistentes, romeros de monte, etc. Es interesante mencionar que todo este grupo de frailejones tiene hojas más rígidas y carrasposas que los frailejones tradicionalmente clasificados en el género Espeletia que crecen sobre suelos más profundos y húmedos, los cuales tienen hojas flexibles cubiertas de una lana suave.


Más frailejones de roca

Espeletia divisoriensis - yohao ovalle - 2022

La Espeletia glandulosa (antes Paramiflos glandulosa), de apariencia tan particular por sus hojas tan estrechas y su baja estatura, tiene un hábitat muy similar al de los Espeletiopsis mencionados, sobre suelos pobres, superficiales y bien drenados.

Los frailejones con “brazos” (antes clasificados en el género Libanothamnus), propios de la Sierra Nevada de Santa Marta, la serranía de Perijá y otras regiones del norte de la cordillera Oriental (p. ej. Norte de Santander), así como de los Andes venezolanos, también son habitantes de laderas rocosas, bien drenadas, con suelo superficial. Entre ellas está la Espeletia divisoriensis, Espeletia neriifolia, Espeletia occulta y Espeletia tamana.


Más frailejones de suelo orgánico

Espeletia hartwegiana

La Espeletia argentea, un frailejón muy común en Cundinamarca, que tiene su roseta de hojas casi a ras del suelo, pues su tallo es muy corto, comparte su hábitat con la Espeletia grandiflora mencionada al principio, ya que también es propio de suelos orgánicos, a menudo húmedos. Es un frailejón que parece crecer más rápido y fácil que otras especies de su grupo en terrenos de antiguos cultivos en el páramo, una vez pasan varios años en descanso sin ser sembrados de nuevo.

Otros frailejones propios de suelos orgánicos y húmedos son la Espeletia hartwegiana, dominante en amplias áreas de la cordillera Central. Así como Espeletia barclayana, de la cordillera Oriental. Estas dos especies, igual que la Espeletia argentea y la Espeletia grandiflora pueden crecer, en algunos casos, en suelos más húmedos, encharcados, aunque no están adaptadas en forma tan específica a estos ambientes permanentemente mojados como otros frailejones que se mencionan a continuación.


Frailejones con los “pies” mojados

Espeletia murilloi

Entre los frailejones que crecen particularmente bien en los fondos de los valles, alrededor de las lagunas y a orillas de las quebradas, siempre en sitios con suelos encharcados, de turbera, están Espeletia chocontana, Espeletia killipii y Espeletia murilloi. Esto los hace muy especiales, pues toleran un hábitat mojado que otros frailejones (como los Espeletiopsis y Paramiflos) evitan a toda costa. Sería muy interesante investigar si estas especies de humedal tienen adaptaciones morfológicas y fisiológicas especiales que les ayuden, por ejemplo, a compensar los bajos niveles de oxígeno disponible en el suelo y las raíces.


Frailejones de bosque

Quizás los frailejones que más me han asombrado son los de bosque. Entre ellos Espeletia pleiochasia, que conocí en Sotaquirá (Boyacá), creciendo en los bordes y claros de robledales, sobre suelos pedregosos, relativamente superficiales, bien drenados. Sus largos tallos se alargan a veces hasta 3 o 4 m de altura para alcanzar la luz cuando los árboles y arbustos alrededor van invadiendo su espacio. Podría ser que sus hojas anchas, algo péndulas, le ayuden a soportar condiciones de luminosidad algo más bajas que otros frailejones.

Otro de los “frailejones de bosque” que más llaman mi atención es la Espeletia uribei, propia de la región de Chingaza, en Cundinamarca, donde crece en suelos orgánicos y húmedos, entre matorrales y bosques bajos de amargosos, chusques, uvos de monte y romeros de páramo.  Para competir con éxito con otras plantas que crecen alrededor, este frailejón crece relativamente rápido ¡y sus tallos se alargan hasta la sorprendente altura de 10 m! Es un espectáculo inolvidable ver sus penachos, envueltos entre la neblina y sobresaliendo por encima del resto de la vegetación. Algo muy interesante de este frailejón es que sus hojas muertas por lo general no se mantienen pegadas al tallo formando un forro protector como en tantas otras especies de su grupo. Más bien, van cayendo al suelo, y el tallo se presenta entonces desnudo, dándole una apariencia muy especial a la planta.


Algo sobre el origen de los frailejones-árbol

Espeletia chardonii - J.F. Ferrer Paris - 2015

Hasta hace poco tiempo, la teoría principal sobre el origen de los frailejones era que un ancestro arborescente, ramificado, con hojas en espiral (pero no arrosetadas), habitante del bosque andino en los Andes venezolanos, fue colonizando el páramo hace menos de 2.5 millones de años, a medida que este nuevo ambiente iba surgiendo con la elevación cada vez mayor de las cordilleras. Al irse adaptando a la vida de la alta montaña y extendiendo por nuevos territorios, el frailejón original fue evolucionando en múltiples especies distintas, reduciendo su porte y desarrollando, por ejemplo, las características hojas densamente arrosetadas que coronan un tallo sin ramas.

Estudios recientes están reevaluando completamente esta teoría. Los análisis moleculares señalan un origen distinto. El ancestro de los frailejones vivía desde los Andes de Venezuela hasta la cordillera Oriental de Colombia. Era, posiblemente, una planta de estatura baja, ramificada, con varias rosetas de hojas. Al elevarse cada vez más las cordilleras, quedaron separadas las poblaciones de la cordillera Oriental y de los Andes venezolanos, cada una de las cuales siguió un camino evolutivo diferente, desarrollando linajes propios. Y entonces fue que, en los Andes de Venezuela, en tres momentos distintos (que han ocurrido desde hace menos de 1.5 millones de años hasta hace 500.000 años) tres linajes de frailejones desarrollaron especies con porte de árbol: que incluyen, respectivamente, a Carramboa, Libanothamnus y Tamania.

O sea, que los primeros frailejones no fueron árboles. Más bien, frailejones de menor porte, una vez colonizaron el páramo, volvieron luego a bajar al bosque andino, desarrollando formas de crecimiento cada vez más altas para poder asegurar su acceso a la luz en medio del denso crecimiento de árboles y arbustos propios de este ambiente boscoso. Algunos de estos frailejones-árbol, de origen venezolano, lograron entrar posteriormente a Colombia, atravesando la depresión de Táchira, ayudados por su capacidad para crecer a elevaciones menores que otras especies de su grupo. Así, ahora tenemos en Colombia, además de las especies de Libanothamnus mencionados más arriba, a la Espeletia chardonii de porte ramificado tan característico. 


Como vemos, si los estudiamos un poco, podemos descartar la idea de que los frailejones se ven todos iguales y viven de la misma forma. Y no todos son solo del páramo; después de todo, hay especies que llevan más de 1 millón de años bajando de las cimas, ocupando ahora los bosques de montaña. Luego de tantos cambios y movimientos, ¿a dónde los seguirá llevando la vida? ¿Qué otras formas asumirán en los ecosistemas futuros? Son preguntas que me emocionan y cuyas posibles respuestas me hacen soñar.


Si quieren dar un vistazo a una amplia variedad de frailejones, les recomiendo mirar este enlace en la plataforma iNaturalist: https://www.inaturalist.org/observations?taxon_id=794906&view=species