domingo, 18 de noviembre de 2012

Fincas al occidente de la Sabana - Los viejos bosques de clima templado

Vegetación nueva y antigua

Muche o carbonero (Albizia carbonaria)
La franja de clima templado, entre 1000 y 2000 metros de elevación, es una de las que más me gustan. No hace demasiado frío ni demasiado calor, la vegetación es exuberante y está llena de color. La gran humedad del ambiente favorece que los árboles viejos se llenen de matojos y barbas de musgos, helechos, bromeliáceas y orquídeas. ¿Qué más puede pedir un amante de la flora? Sin embargo, con el tiempo, me he dado cuenta que esta franja es también una de las más alteradas desde el punto de vista ambiental. Su clima ideal favoreció su colonización antes que la de otras montañas más altas. Además, allí se dio en forma excelente el cultivo del café, que pronto se convirtió en uno de los principales productos de exportación del país. Los colonos que llegaban hace muchas décadas para establecer sus fincas talaban árboles gigantes para aprovechar su madera y para abrir los terrenos a sus primeros cultivos. Para alimentarse y para proteger a sus animales domésticos, estos colonos también cazaban los grandes mamíferos y aves que se encontraban en la zona. Al ser abiertos los terrenos, llegaron nuevas especies vegetales y animales, al tiempo que las que habitaban el territorio desde tiempos muy antiguos se iban haciendo cada vez más escasas. Todo esto ha despertado mi curiosidad y mi imaginación. Muchas veces me pregunto: ¿Cómo eran los viejos bosques de las zonas cafeteras? ¿Qué árboles tenían? ¿Qué se sentía al caminar dentro de ellos? ¿Qué animales vivían allí?

 

Buscando pistas

Pomarroso (Syzygium jambos) - árbol nativo de Asia
La zona cafetera de nuestra región al occidente de la Sabana de Bogotá se encuentra en los municipios de La Vega y San Francisco. Una caminata por una finca o un sendero en la parte baja de estos municipios nos puede mostrar un paisaje lleno de árboles: aguacates, balsos, candeleros o dragos, carates, carboneros o muches, guanábanos, guayabos, guamos, mangos, pomarrosos y yarumos... Podríamos llegar a pensar que los viejos bosques de esta región estuvieron compuestos por estas mismas especies de árboles creciendo en una densidad mayor que la actual. Sin embargo, un estudio del origen y ecología de estas especies nos muestra que no es así. Varios de estos árboles no son nativos de Colombia y han sido traídos en los últimos siglos por los seres humanos para aprovechar sus frutos comestibles o por su aspecto ornamental; un ejemplo son los mangos y pomarrosos, ambos originarios de Asia. Los indígenas que habitaban el territorio hace miles de años también trajeron plantas de otras partes: es posible que así hayan llegado a la región el aguacate y el guayabo, quizás traídos desde Centroamérica. Descartando las plantas cultivadas asociadas a los humanos, vemos que la mayor parte de los árboles silvestres son especies pioneras de rápido crecimiento, las cuales nacen en abundancia después de que el bosque es talado, pero que no son tan comunes en los bosques maduros; en esta categoría caen, por ejemplo, los balsos, candeleros, carates, carboneros y yarumos. Nuestra lista queda prácticamente eliminada. ¿Cómo descubrimos entonces cuáles eran los árboles de los viejos bosques? Para esto nos sirve una exploración más intensa, buscando los mínimos restos que hayan sobrevivido de bosques maduros, buscando árboles viejos de especies raras, cuyas semillas tengan la capacidad de germinar a la sombra, entre colchones de hojas caídas. Las plántulas de estos árboles adaptados a los viejos bosques pueden crecer por largo tiempo bajo la densa sombra de los árboles adultos, otra característica que nos ayuda a reconocer estas especies. Y para completar, podemos hacer una revisión a lo que se ha alcanzado a registrar en los herbarios y en la literatura. Uniendo todo, aparece la imagen de los antiguos bosques.

 

Un viaje al pasado

Pino romerón (Retrophyllum rospigliosii)
Retrocediendo en el tiempo algunos miles de años, caminamos por el territorio de los actuales municipios de San Francisco y La Vega. A nuestro alrededor sólo vemos selva. Los gruesos troncos se elevan hacia el cielo, donde su follaje bloquea el brillo del sol. Abajo, donde nos encontramos, es el mundo de la extensa sombra, de los brillos ocasionales, de las variadísimas gamas de verde. El suelo es blando, lleno de hojas caídas, que desprenden un agradable olor a descomposición. Aunque la mañana está avanzada y el cielo está despejado, sentimos un ambiente fresco. Gotas de agua del aguacero caído la noche anterior todavía cuelgan de las hojas. Un tronco grandísimo con la corteza que se descascara llama nuestra atención: es un enorme pino romerón (Retrophyllum rospigliosii), el rey de este bosque; alcanza unos 40 metros de altura y su tronco, a la altura de nuestros brazos, mide un metro y medio de diámetro. Más allá vemos otro y luego otro: no tan grandes como el primero, pero de todos modos ya viejos y maduros. Hojas caídas de forma alargada cubren el suelo en un sector del bosque y nos señalan que encima de nosotros tenemos un amarillo (Nectandra lineata). También nos llaman la atención varias pepas grandes, negras y atravesadas de surcos, que reposan sobre las hojas caídas. Son semillas de nogal (Juglans neotropica), otro de los árboles comunes en este bosque.
Flor de cape (Clusia)
Besito (Impatiens walleriana) - planta originaria de África

Nuestra caminata nos revela otra variedad de árboles: cuchillo (Zinowiewia australis), botumbo (Prunus integrifolia), chocho (Ormosia tovarensis), chulo (Calatola costaricensis), chuguacá o mulatón (Hieronyma macrocarpa), caimo o carrán (Pouteria baehniana), coquillo o zapato (Eschweilera bogotensis), amarillo rabo de gallo (Aniba robusta) y cedro (Cedrela odorata). Uno de los árboles más interesantes que encontramos es un hojarasco (Magnolia caricifragrans), el gran magnolio nativo de Cundinamarca. Sobre los troncos más viejos se observan árboles estranguladores como los cauchos o matapalos (Ficus spp.), capes o gaques (Clusia spp.) y el sapá (Coussapoa villosa). Se abre la vista y vemos la montaña del frente, donde relucen los troncos blanquecinos de una comunidad de palmas de cera (Ceroxylon sasaimae). Empezamos a bajar y poco a poco llega a nosotros el rumor del agua en movimiento. Al acercarnos al río pasa frente a nosotros el errático vuelo azul de una gran mariposa morfo. En este sitio bien iluminado a orillas del agua encontramos árboles de rápido crecimiento que ahora nos son más familiares: guamos, carate, carboneros, nacedero, sangregado, etc. Un detalle curioso más: en toda la caminata no vemos ni una sola de esas flores rosadas, moradas, rojizas o blancas que ahora son tan comunes en los cafetales: los besitos (Impatiens walleriana), especie africana que sería traída mucho después por los viajeros europeos.

 

La fauna antigua

Danta (Tapirus terrestris)
En los viejos bosques no eran tan comunes los azulejos, cardenales, canarios, siriríes y otras aves que ahora estamos tan acostumbrados a observar en las fincas de clima templado. Todas éstas son aves asociadas a zonas abiertas, que han prosperado mucho después de que los seres humanos fuimos talando los bosques. Por el contrario, en los bosques antiguos eran más comunes de lo que son ahora muchas aves asociadas a los viejos troncos, a la oscuridad, a las marañas de vegetación: grandes pájaros carpinteros, trepatroncos, furnarios, hormigueros, tororois, reinitas,...Viejos árboles muertos en pie, huecos por dentro, eran el sitio de anidación perfecto para los loros y tucanes de montaña; y la razón por la que estos loros y tucanes desaparecieron de nuestros municipios no fue porque no pudieran adaptarse a los ambientes más abiertos creados por los seres humanos, sino porque los seres humanos prácticamente acabamos con los árboles más viejos y los árboles muertos, dejando a estas grandes aves sin un sitio donde criar. Los antiguos bosques también eran el hogar de muchos mamíferos, incluyendo especies que ahora asociamos con lejanas selvas de clima caliente; en La Vega y San Francisco seguro vivieron jaguares, pumas, dantas, saínos y monos.

2 comentarios:

  1. ¿Esa danta se la encontraron en la caminata?

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  2. Ojalá...pero las dantas que había hace décadas ya se extinguieron en la región. La foto la tomé en otra parte.

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