viernes, 23 de agosto de 2013

Cerros al oriente de Bogotá - Las aves de la montaña

Un mundo diferente

Azor o gavilán (Accipiter striatus) - D. Sanches
La cadena de cerros que se extiende al oriente de la capital, desde Usme y Cruz Verde por un extremo, hasta Chía y Sopó por el otro, es el hogar de cerca de 130 especies de aves. Para el habitante de la ciudad, acostumbrado a ver todos los días unos pocos pájaros, casi siempre los mismos, los cerros ofrecen la magnífica oportunidad de descubrir un mundo diferente. En estas montañas hay especies de aves muy tímidas, que habitan en las marañas más espesas de vegetación y que se atreven a llegar cerca del borde oriental de la ciudad, sólo para retirarse de nuevo a la seguridad de su impenetrable hábitat. Colibríes distintos de los que vemos en la ciudad pasan a gran velocidad, se detienen en el aire ante alguna flor, mostrando algún brillo tornasolado, y luego siguen su camino. Cantos burbujeantes llenan el ambiente de misterio. Incluso mirando hacia arriba, las copas de los altísimos eucaliptos, balanceándose y susurrando con el viento, nos revelan las diminutas siluetas de picaflores, colibríes, toches o turpiales y otras aves que toman el néctar y las semillas de las ramas más elevadas.

 

Los ambientes de las aves

Paloma collareja (Patagioenas fasciata) - G. Karmer - USFWS
¿Cómo se reparten estas aves por los cerros? Podemos clasificarlas según los ambientes en donde habitan. Para empezar: en los cerros hay zonas abiertas, campos de cultivo, potreros, casas y jardines similares a los que hay en la planicie de la Sabana de Bogotá. En estas zonas abiertas encontramos las mismas aves que son tan frecuentes en la ciudad y en ambientes bajo fuerte influencia humana: el copetón, la mirla, la golondrina, el colibrí chillón, el carbonero o picaflor negro, la torcaza, el cucarachero, el chamón. Es adentrándonos en matorrales más densos donde empezamos a encontrar especies diferentes: chamicero, comprapán, tapaculo, elaenia, tiranuelo, arañero, gorriones monteses y el vistosísimo clarinero o tangara escarlata, la única ave de nuestras montañas que combina al mismo tiempo, en su plumaje, el negro, rojo y azul. En donde haya matorrales de chusque también podemos encontrar todas estas especies, además de dos aves asociadas en forma exclusiva con estos bambúes: el gorrión afelpado y el arrendajo negro.
Colibrí paramuno (Aglaeactis cupripennis) - M. Woodruff

Los colibríes están presentes donde haya las flores adecuadas: si los curubos o pasifloras son comunes, allí podrá estar el colibrí picoespada, el ave con pico más largo del mundo en proporción al tamaño del cuerpo. Donde haya fucsias, pecosas, clavellinos y otras trepadoras con flores rojizas o anaranjadas, en forma de tubo, allí encontraremos a los relucientes incas, de barriga dorada o rosada, según las especies. Los colibríes calzoncitos, con su espeso plumón blanco alrededor de las patas, prefieren las uvas de monte. Colibríes de pico más corto, como la metalura,  visitarán una amplia gama de árboles, arbustos, enredaderas y hierbas. Donde hay eucaliptos, todos los colibríes podrán estar presentes, ya que el néctar de estos árboles es uno de sus alimentos favoritos.

Si nos adentramos en bosques nativos, altos y conservados, encontraremos algunas de las aves más raras e interesantes. La más grande, la pava andina, parecida a una ágil y alargada gallina que corre y salta por las ramas de los árboles.  Con mucha suerte, también podremos ver algún azor o gavilán, rapaces nocturnas como los autillos y el búho ocelado, pequeñas bandadas de palomas collarejas, pájaros carpinteros y una variedad de coloridas aves del dosel, como las tangaras, hemispingus, picaflores azules y abanicos.

Buchipecosa (Catharus ustulatus) - L. Gooch
En la parte más alta de los cerros, donde la vegetación se hace más baja y empiezan a aparecer los frailejones, llegan colibríes exclusivos de alta montaña, como el alizafiro y el colibrí paramuno. En los matorrales de esta zona también encontramos otras aves de altura como el cucarachero paramuno y el chamicero cejiblanco.

Por último, en temporada de migración pasarán por los cerros aves de paso, procedentes de Norteamérica, como algunas reinitas, buchipecosas o zorzales, cardenales o pirangas, atrapamoscas y golondrinas.

 

Unas notas para la conservación 

Comprapán (Grallaria ruficapilla) - R. Klappe - 2009
Si la casa de las aves es conservada, entonces las aves también serán conservadas. La mayoría de las aves de los cerros habitan en bosques y matorrales nativos, por lo que es fundamental la conservación de estos ambientes para asegurar la existencia de la mayor variedad de especies. Un punto crítico es la conservación de los lugares donde las aves construyen sus nidos. Entre las especies residentes en los cerros, sólo un 25% anida zonas abiertas y expuestas, con prados, flores y árboles dispersos. El restante 75% de las especies construye su nido en los sitios con vegetación más densa, donde hay marañas de chusques y enredaderas, hojas muertas y ramas secas. La mayoría de estas aves de bosque y matorral ocultan su nido en la franja entre 1 y 5 metros de altura del suelo, por lo que resultan gravemente afectadas cuando se corta el sotobosque con el fin de “limpiar” los árboles. En resumen: para tener una gran diversidad de aves no es suficiente con plantar árboles o cuidar jardines. ¡Es necesario también dejar intactos bosques y matorrales “desordenados”!

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