jueves, 1 de mayo de 2014

Cucaracheros en Bogotá

Las aves comunes

Cucarachero (Troglodytes aedon) - M. Tillett - 2010
La avifauna “básica” de Bogotá, es decir aquellos pájaros que puede uno encontrar en más abundancia en casi cualquier sitio de la ciudad, está compuesta por un reducido número de especies: copetón, mirla, paloma, torcaza o tortolita café, chulo, chamón y golondrina; si el sitio tiene zonas verdes más extensas, también aparecen el colibrí y el carbonero. Por supuesto que la ciudad, especialmente en sus grandes parques y humedales, alberga una lista mucho más larga de especies de aves, pero la mayor parte de éstas son escasas y localizadas o son migratorias que sólo permanecen un breve período de tiempo en la ciudad. De modo que las aves comunes y residentes se reducen a un puñado de especies, que parecen ser constantes por todos lados, a lo largo del tiempo.

Por eso me resulta un poco extraño descubrir que hace unas décadas hubo otras aves que también fueron comunes en la ciudad. Una de ellas es el cucarachero (Troglodytes aedon), una de las avecitas más familiares y ampliamente extendidas de Colombia. Cucaracheros se pueden encontrar en la Amazonía, en las elevadas montañas de los Andes, así como en las calurosas llanuras del Caribe, y desde las húmedas regiones de la costa Pacífica hasta las extensiones abiertas de los Llanos Orientales.

 

Cucaracheros del pasado

Típica vegetación nativa de los alrededores de Bogotá
Pero, aunque el cucarachero es común en la Sabana de Bogotá, para aquellas personas que reconocen las aves que viven a su alrededor, este pajarito probablemente no esté incluido en la actualidad dentro del “inventario” de aves más típicas de la ciudad. Y, sin embargo, en el pasado fue un ave urbana bien conocida. Del cucarachero dice Antonio Olivares, en su obra “Aves de Cundinamarca”, publicada en 1969: “Común en la Sabana; frecuenta las ciudades y anida en los techos de las casas; es de las pocas especies que acompañan al hombre en la ciudad capital y que le amenizan la vida con su agradable canto.”

Frases que parecen remotas en una ciudad donde los cucaracheros ya son difíciles de encontrar. Hay que reconocerlo, hasta mediados del siglo XX Bogotá era una ciudad de apenas 600.000 habitantes, una ciudad pequeña rodeada por todos lados de campo, con lotes y solares cubiertos de espesa vegetación que gustaba al cucarachero, un ave que más que árboles, necesita abundante cobertura de arbustos y matorrales para ocultarse y hacer su vida. Luego de esta fecha, la ciudad creció a un ritmo exponencial, hasta alcanzar los más de 8 millones de habitantes de la actualidad. Más habitantes significan más casas y edificios, más cemento y menos campo. La ciudad sigue teniendo valiosas zonas verdes, pero casi todas han sido transformadas; se ha dado prioridad a los árboles y al prado; en cambio, los arbustos espesos, los matorrales, el sotobosque o “monte” o como se lo quiera llamar, es decir, la vegetación espesa e impenetrable que en todo sitio silvestre crece en abundancia, ha sido drásticamente reducida, a menudo eliminada por completo. El cucarachero perdió así su casa y fue desapareciendo gradualmente de los parques y jardines más centrales, aquellos más alejados de los bordes de la ciudad y de los corredores de vegetación en mejor estado. Con todo, en medio de Bogotá todavía sobreviven pequeñas poblaciones de cucaracheros, aisladas en las zonas verdes más grandes del occidente de la ciudad: por ejemplo en el Jardín Botánico.

 

El primer encuentro

Cucarachero entre la espesa vegetación - M. Tillett - 2010
Recuerdo la primera vez que escuché un cucarachero urbano. Tenía yo cerca de 10 años y estaba realizando una de mis primeras visitas al Jardín Botánico de Bogotá. Hambriento de verde, acostumbrado a un mundo color cemento, ladrillo y pavimento, todo lo que veía a mi alrededor me dejaba asombrado: pequeñas flores rosadas creciendo en un prado, altos robles extendiendo su fresca sombra, un pájaro rojo... Más adentro, en un sitio oscuro, cubierto por viejos cipreses de aspecto misterioso, surgió de pronto el gorgoteo musical de un ave. Un ave entonces desconocida para mí, un ave que tenía que descubrir. Siguiendo el sonido – labor difícil, pues el cucarachero se iba alejando oculto entre los arbustos más espesos – logré finalmente atisbar una bolita con la cola levantada, un plumaje discreto que se camuflaba con los alrededores, un pico que se abría de par en par para emitir una catarata de notas...

 

El futuro del cucarachero

Zarzas o moras (Rubus spp.) - hábitat excelente para el cucarachero
Con el tiempo, he llegado a conocer mejor al cucarachero. Afortunadamente sigue siendo un ave común en el campo y una que responde muy bien a la plantación de setos y de cercas vivas, poblando los nuevos hábitats que se crean cuando se instalan, en medio de campos y potreros, estas hileras de densos árboles y arbustos. También se lo encuentra con regularidad en los barrios vecinos a los cerros Orientales, aquellos que por su cercanía a zonas con vegetación silvestre, de “monte”, ofrecen un sitio adecuado para que los cucaracheros vivan y aniden. Si podemos entender que los cucaracheros, al igual que cientos de otras aves, ranas, mariposas y plantas, no necesitan de tantos prados ni de árboles para vivir, sino que requieren de arbustos, matorrales, marañas de enredaderas y si podemos conservar y recuperar en algunos lugares los corredores de “monte”, entendiendo que esta vegetación (y no la de un típico parque podado y abierto) es la verdadera reserva natural donde viven los animales más interesantes y amenazados, el cucarachero seguirá acompañándonos por los siglos de los siglos, alegrándonos nuestras vidas con sus graciosos movimientos y su agradable canto.

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