viernes, 3 de abril de 2015

Las fuerzas detrás del páramo. Parte 1: La megafauna

Mastodonte del páramo (Cuvieronius) - Sergiodlarosa - 2009
Los páramos, esos ambientes de alta montaña tan característicos de Colombia, deben su formación al levantamiento de las cordilleras andinas, muy reciente en términos geológicos. Como factores predominantes en su génesis se han mencionado el duro clima y las adaptaciones que plantas y animales han tenido que pasar para poder sobrevivir en el techo de las montañas tropicales. Insolados durante el día, congelados durante la noche, los organismos de los páramos han desarrollado formas y estrategias de vida tan particulares que ahora resultan características de todo el ecosistema, como la forma de crecimiento en roseta de los frailejones y otras plantas de altura.

Con todo, hay otros factores menos conocidos que han contribuido a darle al páramo diversas formas a lo largo de toda su historia. El páramo no ha sido siempre el mismo; para conocer este ecosistema, tenemos que mirarlo en su totalidad, no sólo durante los últimos 500 años desde el “descubrimiento” de América por parte de los europeos, sino desde su origen y recorrido a través de millones de años.

En esta serie de cuatro artículos mencionamos cuatro fuerzas naturales que han formado los páramos a lo largo de toda su historia: la megafauna; los bosques; el fuego; y los seres humanos. Tradicionalmente, el papel que todas estas cuatro fuerzas naturales han tenido en la formación de los páramos ha sido subestimado. Aquí podremos ver cómo es necesario entenderlas y darles su valor adecuado, para poder comprender los páramos actuales y poder dirigir las labores para su conservación.

 

¿Páramos solitarios?

Antigua morada de la megafauna...
El páramo ha sido descrito muchas veces como un ambiente desolado, donde los amplios paisajes, el viento frío y la triste neblina generan un ambiente de soledad. Aparte del viento, pocos son los sonidos que se oyen aquí. Quizás el tintineo lejano de algún pajarito oculto entre un matorral. Mirando al cielo, si tenemos suerte, podremos apreciar algún ave rapaz, girando en círculos, oteando su amplísimo territorio en búsqueda de alimento. En la mayor parte de los páramos, necesitaremos mucha suerte para ver algún animal más grande. Si el páramo está bien protegido, como Chingaza, arriba de Bogotá, veremos algunos venados. Se nos dice que hay osos, que el puma deambula por ahí, pero es poco probable que alguna vez veamos uno de estos animales. Por todo esto, se ha llegado a decir que los páramos resultan poco atractivos para la gran fauna y que han evolucionado sin su presencia. Pero un vistazo al pasado nos revela que no siempre fue así.

 

Un safari por las altas montañas

Glossotherium robustum - R. Bruce Horsfall - 1913
El Pleistoceno es la época geológica que abarca la mayor parte de la historia evolutiva de los páramos. Esta época, caracterizada por los sucesivos avances y retrocesos del hielo de los glaciares, se extiende desde hace poco más de 2.5 millones de años y termina con la última glaciación hace algo más de 10.000 años. Aunque suene a viejo y “prehistórico”, el Pleistoceno es realmente la época inmediatamente anterior a la actual (conocida como Holoceno) y tiene una fauna y flora muy modernas, prácticamente idénticas a las que existen hoy en día, con la única adición de una gran variedad de especies de grandes animales que ya se han extinguido (como mamuts, rinocerontes lanudos, mastodontes, etc.) En Colombia, durante el Pleistoceno, el roble que crecía en las cordilleras era ya el mismo roble actual, el aliso era la misma especie de aliso que existe hoy en día, el jaguar el mismo jaguar, etc. Incluso es durante el Pleistoceno que nuestros antepasados humanos, de la misma especie humana a la que pertenecemos ahora, llegaron al territorio que hoy es Colombia.

Jaguar, habitante de los páramos - C. Burnett - 2006
Restos fósiles encontrados a lo largo de toda la cordillera de los Andes, desde Venezuela hasta Bolivia y Argentina, nos muestran que los ambientes de alta montaña (puna y páramo) estaban completamente poblados por grandes animales. En los alrededores de Bogotá, hacia la última glaciación, cuando los páramos llegaron a bajar hasta cerca de 2000 metros sobre el nivel del mar (casi 1000 metros más abajo de su límite actual), se han encontrado restos de la gran fauna de alta montaña: mastodontes (Cuvieronius hyodon, Stegomastodon waringi), parientes de los elefantes que devoraban por igual pastos y vegetación arbustiva. Caballos andinos (Equus lasallei), que recorrían en manadas los pastizales del páramo. Perezosos gigantes (Glossotherium cf. robustum), lentos herbívoros que pesaban más de una tonelada. Estos animales convivieron con otras grandes especies que han sobrevivido y que todavía forman parte de la fauna de los páramos, como el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el puma (Puma concolor) y la danta de páramo (Tapirus pinchaque). Incluso, se ha encontrado evidencia que en ambientes paramunos habitaba el jaguar (Panthera onca), que quizás todavía recorría estas alturas hasta hace solamente 100 años.

Tigre dientes de sable (Smilodon) - Sergiodelarosa - 2008
La gran fauna de alta montaña se conoce mejor de países andinos situados más al sur. Los fósiles de finales del Pleistoceno en Ecuador, nos muestran la presencia de casi las mismas especies en los páramos de ese país: dos especies de mastodontes (Cuvieronius hyodon, Stegomastodon waringi), caballos andinos (Equus andium), perezosos gigantes (Glossotherium robustum, Megatheriidae), puma (Puma concolor), jaguar (Panthera onca), venado de cola blanca (Odocoileus virginianus). Además de estas especies, también hay fósiles de tigre dientes de sable (Smilodon populator), llama primitiva (Palaeolama), armadillo gigante (Propraopus), ciervo extinto (Agalmaceros blicki).

En las cordilleras y altiplano de Perú y Bolivia están nuevamente las mismas especies: mastodontes (Cuvieronius, Stegomastodon), perezosos gigantes (Megatheriidae, Mylodontidae), caballo andino (Equus), jaguar (Panthera onca) y venado de cola blanca (Odocoileus virginianus); además de otros grandes habitantes de las alturas como el gliptodonte (Glyptodon – animal parecido a un armadillo, del tamaño de un carro), caballo extinto (Onohippidium) y ciervos o venados extintos (Agalmaceros, Charitoceros). También hay fósiles de camélidos que todavía sobreviven hoy en día en los Andes centrales y del sur, como guanacos (Lama) y vicuñas (Vicugna). Muchos de los restos de estos animales han sido hallados en cuevas situadas a gran elevación, entre 3300 y 4000 metros o más de altura sobre el nivel del mar.

Quien esté interesado en leer más sobre estas faunas fósiles del Pleistoceno suramericano puede consultar el trabajo de Marshall et al. (1984). Para el caso colombiano, resulta muy interesante el trabajo de Gutiérrez-Olano (2010), que trae la recopilación de la megafauna registrada en el país.

 

Ramoneo y pisoteo en los páramos

Dendrosenecio en los páramos de África - M. Karatay - 2006
Todo esto nos muestra lo ricas que fueron las faunas de alta montaña a lo largo de la cordillera de los Andes. Y nos lleva a pensar ¿cómo fueron los ambientes de páramo, con el pisoteo y ramoneo de perezosos gigantes, enormes mastodontes y multitud de caballos, dantas y venados? Es claro que la compactación del suelo y el aporte de excrementos de estos grandes animales deben haber producido suelos distintos a los que se encuentran hoy en el páramo. Además, el consumo de ramas y hojas de una gran variedad de arbustos y arbolitos deben haber producido un páramo más abierto, con más pastos y menos matorrales. Uno puede imaginar a los frailejones confinados a zonas pantanosas o pendientes abruptas, mientras que los ejemplares más accesibles son tumbados por hambrientos animales, que los abren y consumen su médula.

Para no imaginar tanto, podemos comparar este caso con el de las montañas africanas, donde también hay páramos y donde el equivalente de los frailejones son las altas plantas de Dendrosenecio. Pues bien, en el monte Kenia, a 3800 metros de elevación, se ha estudiado el efecto predatorio de los elefantes (Loxodonta africana) sobre estas plantas, a las que derriban para consumirlas (ver Mulkey et al., 1984). Todavía hoy hay, entonces, páramos con megafauna, donde las complejas interacciones que posiblemente también se dieron en los Andes, siguen ocurriendo. Y nos lleva a preguntarnos muchas cosas. Por ejemplo ¿cómo ver, bajo esta luz, la ganadería en los páramos? ¿Qué tanto está adaptado el páramo para resistir la presencia de grandes herbívoros? ¿Qué pensar de la (renovada) presencia de caballos en el páramo? Preguntas que son importantes para entender y dirigir mejor la conservación de este ecosistema.

 

Literatura citada

Gutiérrez-Olano, J. 2010. Érase una vez en Colombia: la megafauna suramericana durante el proceso de poblamiento del cono sur. Revista de Arqueología del Área Intermedia 8: 11-82. Sociedad Colombiana de Arqueología.

Marshall, L.G., Berta, A., Hoffstetter, R., Pascual, R., Reig, O.A., Bombin, M., Mones, A. 1984. Mammals and Stratigraphy: Geochronology of the Continental Mammal-bearing Quaternary of South America. Paleovertebrata, Mem. Extr.: 1-76. Montpellier.

Mulkey, S.S. Smith, A.P., Young, T.P. 1984. Predation by Elephants on Senecio keniodendron (Compositae) in the Alpine Zone of Mount Kenya. Biotropica 16 (3): 246-248.