viernes, 12 de octubre de 2012

La utilidad de los helechos, zarzas y otras malezas

Vida de invasoras

Matorral de chusque (Chusquea scandens)
Hay una serie de plantas que por su gran vitalidad y su manera de imponerse en los ecosistemas, son consideradas malezas. Entre estas plantas se cuentan especies nativas como los chusques (Chusquea spp.), el helecho marranero (Pteridium arachnoideum), las zarzas o moras (Rubus spp.) y el bejuco coronillo (Muehlenbeckia tamnifolia); también especies exóticas como el retamo liso (Genista monspessulana) y el retamo espinoso (Ulex europaeus). Finqueros y conservacionistas por igual han considerado a todas estas plantas una especie de plagas que deben ser erradicadas para proteger los potreros y bosques de las fincas, para evitar cambios no controlados en la vegetación, para evitar que los árboles sean cubiertos por el poderoso manto vegetal de esta flora. ¿Realmente son estas malezas una especie de engendro de la naturaleza? ¿Vale la pena luchar contra ellas? ¿Nos hemos preguntado alguna vez qué papel juegan en los ecosistemas, para qué sirven? ¿Conocemos las cosas básicas de su ciclo de vida? Si no tenemos una respuesta a estas preguntas ¿realmente tenemos una base sólida para tomar la decisión de luchar contra ellas?

 

Manejos distintos

Helecho marranero (Pteridium arachnoideum)
Primero dejemos algo claro: una cosa es erradicar el helecho marranero de los potreros, donde está demostrado que su consumo causa hematuria en el ganado, un mal que se manifiesta por la presencia de sangre en la orina; otra cosa completamente distinta es pretender erradicar al mismo helecho de una zona de conservación o recuperación ambiental, donde no hay pastoreo de animales. Una finca ideal tiene dos tipos de zonas: las de producción y las de conservación. Cada una de estas zonas debe recibir un manejo propio y especial. Las reglas que se aplican a las zonas productivas (como erradicar los helechos) no se deben aplicar a las zonas de conservación. Y viceversa: si reconocemos que los helechos hacen parte de la vegetación nativa y los dejamos crecer en las zonas de conservación, eso no significa que debamos dejar que prosperen también en las zonas productoras de la finca. Una buena parte de la confusión que ha reinado en nuestro manejo de las fincas, los ecosistemas y las malezas radica en que por años hemos empleado manejos sacados de la experiencia agropecuaria para aplicarlos a las zonas de conservación. Y, por otro lado, los conservacionistas más extremos pueden llegar a creer que “hay que dejar que todo crezca” en todas partes, lo cual tampoco va a dar un buen funcionamiento. En resumen, cada cosa en su sitio. Y...¿tienen entonces un sitio los helechos y demás malezas?

 

La necesidad de luz

Interior del matorral de chusque
Un primer acercamiento a la vida de estas malezas: todas estas especies son plantas con altos requerimientos de luz, propias de ambientes abiertos y de las primeras etapas de la regeneración natural de un bosque. Si se deja un potrero o una zona cultivada abandonados a sí mismos y se inicia la regeneración natural de la vegetación, las plantas de crecimiento más agresivo ocuparán muchos lugares por varias décadas; pero, con el tiempo, ellas mismas hacen mucha sombra; sus semillas no pueden seguir germinando bien en la oscuridad que crea la densa capa vegetal que ellas mismas forman. Árboles y arbustos mejor adaptados a crecer en condiciones de oscuridad van ocupando poco a poco, década tras década, el sitio de las malezas. Finalmente, quizás tras 30, 50 o 70 años, las malezas envejecen y mueren, dejando su espacio para que lo cierren los árboles del nuevo bosque. Los árboles y arbustos del bosque maduro tienen la capacidad de regenerarse en la sombra y la hojarasca que ellos mismos crean; las malezas no tienen esta capacidad. Por eso, cuando se entra al interior de un viejo bosque maduro, lejos de corrientes de agua y de otras zonas de disturbio natural, casi no se encuentran malezas; y si alguna aparece, se ve a las claras que es un solo ejemplar, nacido quizás en un claro del bosque, sin mayores posibilidades de expansión...a menos que, por alguna razón, el bosque sea abierto...

 

Malezas y aves

Arañero (Basileuterus nigrocristatus) - M. Woodruff, 2007
Más datos interesantes aparecen al estudiar la vida de las malezas. Para empezar, hay toda una comunidad de aves de sotobosque que prefieren los sitios cubiertos con malezas altas, que les ofrecen más recursos que el propio bosque. Los matorrales jóvenes, llenos de chusques, zarzas, helechos y enredaderas, albergan una gran abundancia de insectos, los cuales son el alimento de aves como reinitas, gorriones de bosque, tororois, tapaculos, atrapamoscas, cucaracheros y muchísimas otras aves de matorral. Estas tímidas aves, que nunca se atreverían a reproducirse al descubierto ni entre los ordenados árboles de un jardín, ocultan sus nidos en la maraña de vegetación formada por las malezas. O sea, las malezas les ofrecen a estas aves algo que otros ambientes no tienen en tanta abundancia: comida y refugio.

 

Malezas y otros animales

Una de las mariposas del chusque - la Lasiophila prosymna
Las relaciones van más allá y se extienden a otros grupos de organismos: las zarzas espinosas forman un refugio ideal para que conejos, curíes y otros mamíferos silvestres se oculten cuando los persigue un perro u otro depredador (con este fin han sido plantadas, en forma muy adecuada, en sitios como el humedal de La Conejera). Los chusques son las plantas más importantes para las mariposas de clima frío: en muchas fincas, el 40% de las especies de mariposas sólo comen hojas de chusque cuando son orugas. El helecho marranero es una excelente planta nodriza para algunos árboles que necesitan sombra (mis primeros encenillos cultivados en Subachoque fueron 50 plántulas recogidas debajo de un helechal). Y el bejuco coronillo produce tantos frutos como el mejor de los frutales silvestres: cotingas, clarineros, torcazas y otras aves de bosque se aglomeran sobre los bejucos en floración para comer su cosecha. Es cierto que las malezas se pueden tragar algunos pedazos de la finca, varios árboles enteros. Pero también podemos preguntarnos: ¿esas malezas le aprovechan a algunos seres? ¿Queremos formar bosques artificiales sin una sola enredadera o más bien queremos ambientes llenos de fauna silvestre?

 

Las especies exóticas

Retamo (Genista monspessulana)
Las malezas que no son nativas de Colombia también nos ofrecen un espacio para reflexionar. A pesar de que las especies invasoras son consideradas una amenaza para la biodiversidad en todo el mundo, en su concepción y manejo han predominado más la prisa, el temor y las observaciones parciales. Un buen ejemplo de malezas invasoras lo ofrecen el retamo liso y el retamo espinoso, ambos arbustos exóticos de origen europeo. Traídos a Colombia de manera intencional, como plantas para formar setos y jardines, se han salido de control y ahora crecen en forma silvestre en muchas montañas. Al igual que todas las pioneras nativas, estas dos especies aman la luz y los disturbios en la vegetación; las quemas y muchos de los intentos por erradicarlas no hacen sino favorecer su propagación: pues son disturbios que dejan los terrenos abiertos, ambientes ideales para la germinación de sus semillas. Sin embargo, no hay que pasar por alto que estas plantas, incluso aquí en Colombia, terminan por ocupar un lugar en los nuevos ecosistemas, lugar donde cumplen con las reglas y la función que les ha tocado representar en la naturaleza. Y es muy interesante ver cómo las especies nativas se integran a estas malezas exóticas. En Monserrate (en los Cerros Orientales de Bogotá) donde siglos de tala de árboles, quemas y destrucción de la vegetación han erradicado buena parte de la flora nativa, las aves de los cerros se han adaptado a vivir entre el matorral formado por retamos. Las densas marañas de las plantas introducidas, entremezcladas con altos eucaliptos, forman un hábitat adecuado para el chamicero endémico (Synallaxis subpudica), para el casi endémico conirostro (Conirostrum rufum) y para el amenazado colibrí Eriocnemis cupreoventris. Si, en vez de todas estas malezas exóticas formadoras de matorrales, hubiera allí sólo potreros, ninguna de estas aves podría sobrevivir. ¿Tienen alguna utilidad las exóticas? Nos queda la reflexión...

1 comentario:

  1. Buen texto, gracias!me ayudo a reflexionar sobre la planificaciòn de un terreno que destinaré para la restauración.

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