jueves, 16 de marzo de 2023

Una historia natural de las reservas en Colombia - La finca La Playita y el resurgimiento de la palma de cera de Sasaima

La palma junto al muro

Resulta poco usual pensar que un murciélago (o un pájaro) pueda dejarnos un regalo; menos aún que el regalo venga con una sorpresa y una historia extraordinarias. En la finca La Playita, en San Francisco (Cundinamarca, Colombia), Camilo Campos, su propietario, encontró uno de estos regalos hace tres décadas. Recorriendo un día su reserva, un antiguo cafetal de poco más de 1 hectárea de extensión, recientemente adquirido para crear un refugio que le permitiera escapar de la vida urbana, Camilo encontró en uno de los linderos, al lado de un muro de piedra, una palma muy joven, de cerca de 1 m de altura, de una especie desconocida.

Año tras año, la palma fue creciendo a su ritmo tranquilo. Durante varios años fue produciendo hojas cada vez mayores y engrosando su base; pero aún no había señales de un tronco que levantara el penacho de hojas del suelo.

Mientras la palma iba creciendo, Camilo terminó enterándose por medio de su vecino biólogo Germán Andrade que se trataba de un ejemplar de la rara y amenazada palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae), especie que existe sólo en las cordilleras de Colombia, descrita apenas en el año de 1995 y cuya población total en el mundo podría ser de apenas unos pocos centenares de palmas adultas.


La descripción

Las hojas despelucadas tan típicas de esta especie

Es probable que los Panches y otros grupos indígenas que desde hace muchísimo tiempo vivieron al lado de la palma de cera de Sasaima ya hubieran notado su existencia y particularidades. Pero para los botánicos esta palma de cera pasó desapercibida durante siglos, debido probablemente a su gran parecido con la palma de cera cafetera (Ceroxylon alpinum). Ambas palmas suelen crecer juntas en las vertientes del occidente de Cundinamarca, y a primera vista son muy similares. Hasta que, apenas a finales del siglo XX, la experta colombiana en palmas Gloria Galeano notó que se trataba de una especie con sus características particulares, que permitían distinguirla del resto de palmas de cera del mundo.

En el año 1995, Gloria Galeano, describió oficialmente a la Ceroxylon sasaimae. En el artículo donde la describe, se menciona cómo los últimos relictos de bosque del área donde fue encontrada “fueron derribados hace poco más de 60 años”; y que la palma de cera de Sasaima es una de las pocas especies sobrevivientes, junto con Ceroxylon alpinum, de la vegetación nativa del área. También se dice que en el lugar, el único donde se conocía la especie en ese momento, la población de palmas adultas posiblemente estuviera compuesta por poco más de 100 ejemplares adultos.

Con la descripción oficial de la palma de cera de Sasaima, se elevó a 7 el número de especies de palmas de cera conocidas para Colombia y a 13 el número de especies de palma de cera conocidas en los Andes de Sudamérica, su único hábitat en el planeta.


Más palmas de Sasaima

Con el pasar de los años, la palma de cera de Sasaima ha demostrado no ser sólo de Sasaima. En el municipio de Suaita, en Santander, crecen algunas pocas palmas de esta especie, quizás cultivadas. En el año 2011 fue descubierta una población de estas palmas en bosques del municipio de San Luis, Antioquia. En años más recientes, se ha encontrado otra población en los alrededores de Campamento, también en Antioquia. En la región de Cundinamarca, recorridos de diversos botánicos, incluyéndome a mí mismo, han permitido encontrar poblaciones de esta palma en más municipios de la vertiente occidental de Cundinamarca, como Guaduas, Villeta, Caparrapí, La Vega, San Francisco, Supatá, Pacho y Villagómez.


¿Un sexo? ¿O dos?

Por la experiencia que tiene Camilo con la especie y su convivencia cercana con el ejemplar que crece junto al muro, es posible calcular su edad. Cuando llegó Camilo al terreno, la palma tenía ya unos 10-12 años. Cuando tenía una edad estimada de 25 años la palma ya era alta y floreció por vez primera. Ahora, 40 a 45 años luego de haber germinado de una semilla, la palma de La Playita es hoy completamente adulta, de unos 15-17 m de altura, con un penacho de hojas despelucadas, levantado sobre un tronco cubierto de cera blanquecina, típico del género Ceroxylon.

Algo muy interesante es que, a diferencia de la gran mayoría de plantas, que son hermafroditas, las palmas de cera normalmente tienen los sexos separados en individuos distintos. Es decir, algunas palmas son hembras y otras son machos. Las palmas de cera de Sasaima que Camilo ha encontrado en distintos lugares en campo se atienen a esta regla general. Sin embargo, parece que también puede haber excepciones. Y una de ellas es, curiosamente, la primera palma de cera de la que estamos hablando para La Playita. Este ejemplar produce siempre inflorescencias masculinas, que sólo dan polen. Y al mismo tiempo, inflorescencias femeninas, que terminan desarrollando frutos.

Se queda uno pensando qué circunstancias harán que esta palma particular presente los dos sexos. Podría uno especular que, siendo la única palma presente en cientos de metros a la redonda, pudo haber desarrollado características hermafroditas para asegurar la polinización y poder producir semillas fértiles, aunque no hubiera ningún otro ejemplar alrededor. Pero es sólo una especulación… quizás investigaciones más detalladas nos revelen en algún momento por qué algunas palmas de cera excepcionales “deciden” cambiar de sexo o pueden presentar los dos sexos simultáneamente.


La multiplicación de las palmas

Tucancito (Aulacorhynchus haepatopygus) - A. Bayer - 2017

Camilo, siempre muy observador y listo para ensayar la propagación de especies raras del bosque, ha venido recogiendo semillas de la palma del muro y de otros ejemplares de palma de cera de Sasaima que crecen en la región y las ha puesto a germinar. Además, ha venido trasplantando a bolsas las plántulas que germinan por centenares debajo de las palmas adultas. Tal ha sido el éxito de esta iniciativa que Camilo terminó teniendo en La Playita un vivero de estas palmas, ¡de donde han salido para otras fincas cerca de 3000 ejemplares!

Algunas palmas también se han quedado en el terreno. Al lado de la palma del muro crecen ahora otros dos ejemplares, hijos de ella, que se han convertido recientemente en adultos, uno de ellos hembra, el otro macho. Además, otras 15 palmas están ya levantando sus troncos en varios sectores del terreno. Y cientos de plántulas y ejemplares juveniles aún sin tronco pueden verse ahora naciendo por todas partes.

Como consumidores de los frutos de palma, Camilo ha observado a murciélagos frugívoros. Además de otros mamíferos como la fara o chucha (Didelphis marsupialis) y ardilla (Sciurus granatensis). Y aves como el yátaro o tucancito (Aulacorhynchus haematopygus) y cardenal pico de plata (Ramphocelus dimidiatus).


Una reserva de biodiversidad

Carmo o guatín (Dasyprocta)

Tres décadas han pasado desde que Camilo adquirió el cafetal. Ahora un nuevo bosque se levanta en el lugar, con enormes árboles de algodoncillo o carcomo (Alchornea), cámbulo (Erythrina poeppigiana) y otras especies, con bejucos que suben hasta el dosel del bosque, con un sotobosque cada vez más variado… y ahora con todo un conjunto de palmas de cera que están poblando el lugar, muchas de ellas ya acercándose a su edad adulta.

A nivel mundial la hectárea y pico de La Playita está protegiendo esta magnífica palma, asegurando una fuente de semillas para su propagación. También está conservando otras plantas espectaculares como el platanillo endémico Heliconia estiletioides. En las caracterizaciones de biodiversidad que he hecho en La Playita, hemos encontrado más de 300 especies de plantas vasculares; cerca de 70 especies de aves (estimamos que debe haber cerca de 120 especies); y, entre los mamíferos, hay registros de perezosos, armadillos, chuchas, carmos o guatines, borugos, ardillas…

Cuando he visitado la reserva, ya llegando la noche, he podido ver a la misma palma protagonista, en el mismo lugar en el que nació, junto al muro… ahora levantada sobre su elegante tronco. Miro hacia arriba y veo la silueta del racimo de frutos recortada contra el cielo; y también las siluetas de un grupo de murciélagos revoloteando a su alrededor, recogiendo sus frutos, listos a devorar su nutritiva pulpa y llevar lejos las semillas, para que el ciclo se repita una vez más. Esperamos que por muchísimo tiempo más.


lunes, 30 de enero de 2023

Conversaciones entre los Andes y la Amazonía - Parte 1 - El guácharo

Guácharo (Steatornis caripensis)

En un mundo tan variado, lleno de tantos matices y diferencias, me gusta ir buscando las conexiones y afinidades. Incluso las que pueda haber entre lugares, seres y personajes que parecieran tener poco en común. Como las que pueda haber entre los elevados Andes, donde vivo, y la enorme cuenca del Amazonas, que se extiende al lado de esta cordillera, por la inmensidad del oriente, hasta el océano Atlántico.

Son las conexiones entre una Amazonía muchísimo más antigua que las cordilleras.

Entre una cordillera que reversó el flujo del río más grande del mundo, cortando su acceso hacia el Pacífico y haciendo que volteara su curso hacia su ruta actual, al Atlántico.

Entre unos Andes que han separado, un poco, la gran selva de otras selvas.

Entre una cuenca baja desde la que han ido trepando, por millones de años, toda clase de organismos a las nuevas cordilleras, a medida que éstas se levantaban.

Entre unos Andes que han enriquecido la cuenca amazónica con inmensas cantidades de sedimentos, que bajan por los así llamados ríos de “aguas blancas”.

Entre unos Andes que han añadido una cadena montañosa nueva, para formar, al norte de Sudamérica, una compañera a los viejísimos cerros del escudo guayanés… esas montañas que aún existen, reverberantes de vida, aunque parecieran estar desapareciendo desde hace millones de años.

Uno de los seres que conecta estos dos mundos es el guácharo (Steatornis caripensis), ave de las cavernas, ave viajera y comedora de frutos sobre la que contamos aquí.


Los mensajeros

Asaí (Euterpe precatoria) - Especie consumida por guácharos

Cuando he visto una cueva de guácharos, antes de caer la noche, he llegado a imaginar la entrada de la cueva como una boca… una boca siempre abierta, a punto de soltar su mensaje… un mensaje que se siente inminente, con los gruñidos reverberantes de los guácharos, con las siluetas de las aves inquietas, revoloteando cada vez más cerca a la salida de la caverna. En un momento, la oscuridad parece suficiente y las aves (¿mensaje o mensajeras?) empiezan a salir de la cueva, primero como un goteo, luego como una corriente incesante, de guácharos que aletean, giran, planean y se elevan cada vez más alto.

Las siluetas de las aves, ya lejanas, contra el cielo, me han hecho imaginar los sitios que visitarán, lo que dejarán en ellos, lo que traerán de ellos. Cruzarán cordilleras, llegarán a selvas remotas, se suspenderán en vuelo bajo un viejísimo árbol de laurel, recolectando con el pico sus nutritivos frutos. Regarán semillas, replantarán selvas. Y luego, quizás a la mañana siguiente, quizás unos días después, retornarán a su lugar de origen, para desaparecer de nuevo en las entrañas de la roca.


Oscuridad y frutos

Guácharo - G. Smith - 2014

Una vez sostuve en mis manos un guácharo. Me miraban sus ojos, grandes, dulces, redondos. La sensación que tuve al vernos fue para mí muy distinta de la que me produce la mirada concentrada, a menudo severa, que tienen muchas aves rapaces. Esta mirada me llamó aún más la atención por el contraste con la apariencia general del ave, y especialmente, con su pico ganchudo, que uno podría pensar propio de un águila o gavilán. Este pico lo usa el guácharo para agarrar su especial y exclusivo alimento, frutos ricos en grasas y proteínas, sobre todo frutos de palmas y árboles pertenecientes a la familia de los laureles. Junto con el kakapo, ese extraño loro terrestre de Nueva Zelanda, el guácharo es una de las pocas aves nocturnas frugívoras que existen en el mundo.


Viajeros de la noche

Frutos de laurácea

Los guácharos son aves de la oscuridad. Buscan su alimento durante la noche y en el día se refugian en grandes grupos en el interior de oscuras cavernas. Al mismo tiempo, son aves capaces de sorprendentes desplazamientos. En una sola noche suelen viajar alrededor de 50 km, buscando árboles y palmas con frutos maduros. Se conocen viajes de una sola noche donde han recorrido más de 100 km. También se sabe de casos de guácharos que han aparecido a 700 km de las colonias conocidas más cercanas (por ejemplo registros de guácharos en Centroamérica).

Por lo general, las aves no retornan esa misma noche a la cueva, sino pasan el día posadas quietas en un árbol. Aquí regurgitan las semillas consumidas. Como estas semillas pueden proceder de áreas muy lejanas, el guácharo puede considerarse uno de los dispersores de larga distancia de semillas más importante de las áreas tropicales de Sudamérica.


Visitas a las grandes selvas

Área de distribución del guácharo

Si miramos un mapa del área de distribución del guácharo, veremos que la mayoría de los registros están en regiones montañosas, que es donde se encuentran las cuevas que usan para refugiarse y criar. Eso, sin embargo, no significa que las aves no frecuenten las tierras bajas. Sólo que allí sus visitas nocturnas pasan desapercibidas. En cuevas de las cordilleras se han hallado semillas de plantas que los guácharos han recolectado en las selvas de tierras bajas amazónicas.

La mayoría de los registros de guácharos están en la cordillera de los Andes. Las aves también están presentes, en números menores, en cuevas repartidas por el escudo guayanés.


Algunas notas sobre conservación

Palma de cera (Ceroxylon quindiuense)

Para la conservación del guácharo se requiere mantener relativamente libres de perturbaciones las cuevas donde estas aves viven. Además, es necesaria la conservación de extensas áreas de bosque húmedo, llenas de palmas y laureles. En la Amazonía este tipo de áreas todavía se encuentran en abundancia, aunque amenazadas por la progresiva deforestación. En cambio, en los Andes, gran parte de estos bosques han sido talados o degradados, de modo que ya no proveen alimento a los guácharos. Nuevamente, conservar los bosques que todavía existen en las cordilleras y en los valles interandinos es clave.

La plantación de palmas y lauráceas para restaurar bosques puede resultar clave para generar, a mediano y largo plazo, alimento no sólo para los guácharos, sino para muchas otras aves y mamíferos. Con trabajos como el que hemos hecho desde hace varios años con la reserva natural La Esperanza, en Jardín, Antioquia; donde se ha montado un pequeño vivero para la restauración, se han recolectado semillas del bosque maduro y hasta el presente se han plantado en áreas de nuevos bosques decenas de ejemplares de 7 especies de palmas nativas y 8 especies de laureles. 

Quizás en algún momento, los guácharos, como tantas otras especies de aves, se vuelvan visitantes más frecuentes de las ciudades. Pues en ambientes urbanos por toda Colombia se plantan numerosas especies de palmas, muchas de ellas exóticas y también cada vez más nativas. Tan sólo en Bogotá se han plantado, según datos del censo de arbolado urbano, cerca de 3500 ejemplares de palma de cera (Ceroxylon quindiuense); en fincas por toda la región alrededor de Bogotá, va en aumento el número de palmas de cera plantadas, que se cuentan por miles. Como la plantación de muchas de estas palmas inició hace cerca de 20-30 años, ya se están acercando a la edad adulta y pronto podrán producir frutos maduros.

Esperamos que, si se repiten estas acciones en muchos más lugares, los guácharos, así como muchos otros animales, podrán adaptarse y seguir encontrando su nutritivo alimento, tanto en los bosques, como en los campos y ciudades. Y seguirán así, llevando mensajes y conectando mundos distintos.


martes, 20 de septiembre de 2022

La importancia de las reservas pequeñas - La reserva natural La Esperanza

Conocer la reserva

Bosque de la Reserva natural La Esperanza

Cada vez más propietarios de fincas deciden dedicar, en forma intencional, parte de sus terrenos para la conservación de la biodiversidad. Miles de estas pequeñas reservas naturales (a menudo con áreas que van desde 1 hectárea hasta 100 hectáreas) se encuentran ahora espolvoreadas a lo largo y ancho de Colombia, protegiendo cientos de miles de hectáreas de ecosistemas antiguos y ecosistemas en regeneración.

Una de las preguntas claves de una reserva natural es qué especies de organismos alberga. Qué especies endémicas y amenazadas hay en el lugar. Qué especies de fauna y flora se están ayudando a conservar.

Hace 10 años fui contratado por la recién establecida Reserva Natural La Esperanza, en Jardín, Antioquia, para empezar una caracterización. Y en los últimos 2 años he seguido realizando esta caracterización con más detalle, con varias visitas adicionales.

Gracias a estos trabajos detallados, hoy sabemos que en las 30 hectáreas de la Reserva Natural La Esperanza se encuentran importantes restos de bosques maduros, con sus valiosísimos árboles centenarios, con viejas lianas, con orquídeas, quiches y otras epífitas, con palmas de montaña, con troncos muertos tan apreciados por carpinteros, loros, tucanes y escarabajos de bosque. También se encuentran bosques más jóvenes y una gran cantidad de espacio (antiguos cultivos de café y banano) donde se está ahora restaurando uno de los bosques más biodiversos y amenazados de la zona, el que crece en la franja de clima cafetero, entre 1900 y 2000 m de elevación.


Las cifras de especies

Orquídea Sobralia en el bosque maduro

Gracias a estos trabajos detallados, hoy sabemos que en La Esperanza se encuentran alrededor de 600 especies de plantas vasculares (de las cuales más de 500 nativas). Sabemos que en la reserva se encuentran más de 100 especies de mariposas diurnas y varios cientos de especies de polillas nocturnas. Sabemos que en La Esperanza se encuentran al menos 4 especies de anfibios, 7 especies de reptiles, alrededor de 200 especies de aves y 18 especies de mamíferos de talla pequeña a mediana (sin contar ratones ni murciélagos).

Gran parte de estos registros (más de 5000 observaciones correspondientes a más de 1100 especies de organismos) han sido subidos a la plataforma Naturalista, donde quedan compartidos y fáciles de visualizar con sus respectivas fotografías: https://colombia.inaturalist.org/projects/biodiversidad-de-la-reserva-natural-la-esperanza


Descubrimientos y endemismos

Arrayán hoja de guamo (Myrcia antioquensis)

Uno de los descubrimientos claves del inventario detallado ha sido detectar qué especies endémicas, valiosas para la conservación, se encuentran en la reserva. Así, se han identificado 21 especies de plantas endémicas creciendo en el lugar. Incluyendo una de grandísima importancia, el arrayán hoja de guamo (Myrcia antioquensis), especie descrita por primera vez en el año 2013, con base en material recolectado en inmediaciones de la reserva. Esta especie, conocida hasta el presente sólo en 2 municipios de Antioquia, se encuentra representada en La Esperanza por menos de 10 ejemplares adultos. Afortunadamente, se deja sembrar fácil por semillas y su regeneración en el bosque es abundante, lo que da esperanzas para su propagación y conservación. Algo muy importante, pues en La Esperanza los frutos de este arrayán son parte de la dieta de dos especies de mamíferos amenazados: el mono nocturno (Aotus lemurinus, VU) y el olinguito (Bassaricyon neblina, NT).


Tamaño y conectividad

Olinguito (Bassaricyon neblina) en La Esperanza

Reservas de pequeño tamaño sólo pueden mantener poblaciones viables de la fauna mayor (aves de gran tamaño, mamíferos medianos a grandes) si logran mantenerse conectadas a bosques de hasta decenas de miles o cientos de miles de hectáreas. Por esta razón es que es tan importante lograr conservar ecosistemas de gran extensión.

Por otro lado, es muy grande la importancia de reservas de pequeño tamaño para conservar, por sí mismas o en asociación con otros bosques conectados, una serie de especies, como árboles de bosque maduro, orquídeas y palmas nativas, arbustos de sotobosque, insectos y otros invertebrados, anfibios, reptiles, aves comunes y mamíferos pequeños. A menudo, estas reservas de pequeño tamaño o “islas de biodiversidad” son las únicas opciones viables para la conservación de un gran porcentaje de la biodiversidad no incluida en áreas de conservación mayores, como los Parques Nacionales.


Conteos en La Esperanza

Orquídea Prosthechea mejia

De aquí viene la pregunta: ¿qué poblaciones de distintas especies pueden encontrar su hogar en una reserva pequeña? Con el fin de responder esta pregunta, al menos en forma aproximada, en La Esperanza se estimaron las poblaciones de las especies de flora presentes. Una forma práctica de estimar las poblaciones de distintas especies (que sería prácticamente imposible conocer en detalle) es realizar conteos aproximados en los distintos sitios de la reserva y, luego de hacer las sumas y estimados para toda el área, asignar las especies a las siguientes categorías: rara = especie representada por 0-9 ejemplares adultos; común = especie representada por 10-99 ejemplares adultos; abundante = especie representada por 100-999 (o más) ejemplares adultos.

Usando estos intervalos, se encontró que entre las especies nativas presentes en la reserva 70 son abundantes (incluye especies clonales, que se extienden mucho por rizomas, donde es difícil determinar el número de individuos), 120 especies son comunes y 286 especies son raras.

Entre las especies de bosque abundantes representadas en la reserva se cuentan algunos helechos, anturios, dos especies de quiches o bromeliáceas, tres especies de orquídeas, tres especies de cordoncillos (Piper) y un arbolito clave para la regeneración de los bosques jóvenes: el nigüito (Miconia theizans).

Entre las especies de bosque comunes registradas en la reserva se cuentan otros helechos, como el sarro o helecho arborescente (Cyathea), anturios, filodendros y otras aráceas, tres especies de palmas nativas, otras tres especies de bromeliáceas, doce especies de orquídeas, hierbas gigantes como el platanillo (Heliconia griggsiana); arbustos y arbolitos de sotobosque como especies de Besleria spp., Picramnia gracilis y aguadulces o cafetos de monte (Palicourea angustifolia, Palicourea longirostris); árboles de bosque maduro como el barcino (Calophyllum aff. brasiliense), granizo (Hedyosmum racemosum), chiriguaco (Clethra fagifolia) y laurel (Nectandra acutifolia); y árboles de rápido crecimiento tan importantes para la fauna como el drago (Croton mutisianus), carate (Visma baccifera), punta de lanza (Miconia caudata) y yarumo (Cecropia angustifolia).

Estos dos grupos (abundantes y comunes), especialmente el primero, son aquellos que pueden mantener poblaciones especialmente grandes e importantes para la conservación, incluso en reservas de pequeño tamaño.

Dentro del grupo de especies comunes destaca la presencia de endémicas como la arácea Philodendron elegans, el bejuco Dendrophorbium barkleyanum, la melastomatácea Miconia coronata y la orquídea Prosthechea mejia, resaltando la importancia que una reserva pequeña puede tener para conservar al menos algunas decenas de ejemplares de estas especies claves.


Las especies raras

Gallinazo morado (Magnolia yarumalensis)

Sigue llamando la atención cómo (como siempre es la norma en los ecosistemas naturales) un porcentaje pequeño de especies son las que abundan, mientras que la mayoría de especies son escasas. En La Esperanza el 60% de las especies de plantas presentes están representadas por menos de 10 individuos. Dentro de esta categoría de especies raras caen la mayoría de especies endémicas, la mayoría de orquídeas, la mayoría de árboles de bosque maduro.

En La Esperanza contar especies raras nos ha ayudado a detectar especies particularmente importantes, de las que quedan muy pocos ejemplares en pie (como el arrayán hoja de guamo mencionado arriba). Eso nos ha permitido incluir estas especies en la lista de prioritarias para propagar en el vivero de la reserva. ¡Y se han propagado! Con este criterio, y siempre con el juicioso trabajo de Andrés Uribe, se han logrado plantar nuevos ejemplares de especies como el guanábano de monte (Annona cherimolioides), Brunellia sp., chocho azul (Abarema lehmannii), laureles (Beilschmiedia pendula, Ocotea macrophylla, Ocotea valerioana), palo santo o ceiba de clima frío (Spirotheca rosea), cedro (Cedrela montana), higuerón (Ficus tonduzii) y arrayanes (Myrcia spp.) ¡Pronto crecerán aquí muchos más ejemplares de todas estas especies!

Teniendo en cuenta lo mencionado, ¿creen ustedes que las reservas pequeñas, guardadas las proporciones, pueden tener un papel en la conservación de la biodiversidad?

¿Creen ustedes que contar especies y detectar cuales son numerosas y cuales son raras puede tener una influencia en la conservación?


Arrayán hoja de guamo (Myrcia antioquensis) en el vivero de La Esperanza



Restaurando un bosque de la planicie sabanera - Parte 4 - Las asociaciones con la fauna

Arañero (Myiothlypis nigrocristata) - Ave asociada a densa vegetación - F. Veronesi - 2011
A mediados del siglo XX, uno de los últimos fragmentos de bosque nativo de la planicie inundable de la Sabana de Bogotá fue estudiado en el municipio de Funza por los grandes naturalistas Jorge Hernández Camacho y Thomas van der Hammen; lográndose obtener algunos datos sobre su composición de especies… justo a tiempo, pues años después, este bosque ya había sido destruido.

Ahora, casi 60 años después de la publicación de estos primeros estudios sobre los ecosistemas sabaneros, estoy asesorando la restauración de un nuevo bosque nativo de la planicie en la finca Organizmo, en el municipio de Tenjo (Cundinamarca, Colombia). Un bosque que tendrá elementos de los ecosistemas de bosques nativos y humedales que hubo (y todavía hay), en fragmentos mínimos, por la región. También será un “nuevo” bosque, ya que las condiciones del clima, suelos y uso de la tierra han cambiado mucho a lo largo de los últimos siglos de intensa actividad humana.

Este bosque será una isla de biodiversidad, un hogar para poblaciones de plantas nativas, para insectos polinizadores, para ranas y reptiles endémicos, para aves comunes, para pequeños mamíferos (chuchas, comadrejas, curíes, etc.), sumergido en medio de una matriz de cultivos, potreros y áreas en rápida urbanización.

Aquí pueden enterarse, en una serie de 4 textos, sobre cómo se está adelantando este proceso.


Lo que se fue

Colchones de musgos - Indicativos de sitios conservados
Uno de los logros más satisfactorios de la restauración ecológica es participar en la reconstrucción de al menos parte de la compleja trama de relaciones entre distintos organismos. En el terreno donde ahora estoy trabajando, en la finca Organizmo, esta trama ha sido sumamente alterada y reducida por las acciones de las décadas y siglos pasados. Los antiguos bosques fueron talados, los antiguos humedales fueron desecados. Gran número de especies de plantas y animales nativos se extinguieron localmente. La agricultura intensiva y la introducción de decenas de especies exóticas contribuyeron a profundizar estas pérdidas. Sin duda, las comunidades de microorganismos del suelo han sido fuertemente modificadas respecto a las de los ecosistemas antiguos. Se han perdido elementos propios de ambientes conservados, como son las aguas limpias, los colchones de musgo, los grandes grupos de líquenes, la hojarasca, los sotobosques densos, los árboles centenarios, los troncos muertos en pie y los troncos caídos.


Lo que puede volver

Con el tiempo, mucho de esto se puede recuperar. También se pueden volver a plantar especies de plantas que han desaparecido del lugar, se puede traer algo de musgo y de hojarasca para traer con ellos microorganismos claves. Se pueden dejar sin podar pastizales y permitir la acumulación gradual de materia orgánica, el desarrollo de sombra y, así, con los años el establecimiento de un matorral y luego de un joven bosque. A los árboles de este nuevo bosque se les puede plantar, en el momento adecuado, epífitas como orquídeas y bromeliáceas. Con esto volverán a estar disponibles nichos que, se espera, puedan ser ocupados de nuevo por especies clave de animales. 


Asociaciones para recuperar

Injerto (Dendrophthora clavata)
Las asociaciones en la naturaleza son infinitas. Cada organismo está irreversiblemente entrelazado con muchísimos otros, y todos dependen de los demás para poder existir. Por esta razón, no se puede hablar de restaurar un bosque añadiendo sólo algunos pocos ingredientes conocidos. Más bien, hay que lograr espacios donde se permita que los procesos naturales de crecimiento espontáneo, de acumulación de materia orgánica, etc., puedan ocurrir sin interrupciones. Y claro, podemos ayudar un poco, con lo que conocemos, reintroduciendo algunas especies de plantas claves, para las que conocemos algunas de las asociaciones que forman. Dejando siempre que su plantación y desarrollo puedan ocurrir en armonía con los procesos espontáneos mencionados.

Algunos ejemplos de asociaciones que se pueden favorecer y que son las que se están recuperando en la finca Organizmo son:


Chucua, garrocho (Viburnum tinoides) – Este árbol pequeño es uno de los pocos hospederos de una planta parásita, el injerto o matapalo (Dendrophthora clavata) – la cual es, a su vez, una especie fundamental como planta nutricia de las orugas de mariposas Catasticta y Leodonta. Las hojas de este garrocho son el alimento que consumen las orugas de la mariposa Adelpha corcyra. Las flores son visitadas por muchos insectos (abejas, moscas, mariposas) que toman su néctar. Los frutos son consumidos por aves, incluyendo pavas de monte y carpinteros.

Camargo, cocua (Verbesina sp.) – Las hojas de este árbol suelen estar llenas de agujeros, indicativo de cuan atractivas son como alimento para un gran número de insectos (cigarritas, orugas). Estos insectos, a su vez, atraen aves que los consumen. Las flores de esta especie, en los meses en que las produce (julio-septiembre) son favoritas de las abejas y de algunos abejorros y colibríes.

Chilco (Baccharis latifolia) – Las hojas de esta planta son consumidas por decenas de especies de insectos, entre ellos orugas de lepidópteros y larvas de moscas diminutas. Las flores son sumamente visitadas por polinizadores como abejas, moscas y mariposas.

Bejuco blanco (Oligactis sessiliflora) – Sus hojas son uno de los alimentos consumidos por la mariposa Altinote trinacria. Además, son consumidas por orugas de polillas Geometridae. Las flores son visitadas por abejas.

Munnozia senecionidis – Esta es una de las plantas hospederas de la mariposa Altinote trinacria. Sus flores son visitadas por insectos polinizadores como las abejas.

Aliso (Alnus acuminata) – Las raíces de este árbol están asociadas con bacterias fijadoras de nitrógeno, por lo que mejoran el suelo sobre el que crecen. En el follaje de aliso viven multitudes de pequeños insectos (pulgones, chinches, orugas, etc.) los cuales a su vez constituyen un alimento muy apreciado por las aves. Las semillas son consumidas por aves granívoras.

Quiches (Tillandsia) reintroducidos
Quiches (Tillandsia clavigera, Tillandsia denudata, Tillandsia pastensis) – Los minicharcos que se acumulan en el centro de las rosetas de hojas de estas plantas forman un ecosistema acuático lleno de especies de invertebrados y ranas. A su vez, estos pequeños animales forman parte de la dieta de pájaros carpinteros (Colaptes rivolii) y otras aves especializadas que los buscan entre las hojas de los quiches. El agua de las bromeliáceas es una fuente clave de líquido para aves que quieren bañarse y beber. Las flores de todas estas bromeliáceas son visitadas por colibríes de pico corto, como Metallura tyrianthina, que toman su néctar.

Raque (Vallea stipularis) – Este hermoso árbol de flores rosadas es uno de los pocos hospederos de una planta parásita, el injerto o matapalo (Dendrophthora clavata) – la cual es, a su vez, una especie fundamental como planta nutricia de las orugas de mariposas Catasticta y Leodonta. Por otro lado, las flores del raque, en los meses en que florece (abril-junio) son favoritas de abejorros, abejas y colibríes.

Cedro (Cedrela montana) – Uno de los mayores y más longevos árboles de los antiguos bosques nativos. Esto favorece que, sobre las ramas de los ejemplares más viejos, se desarrollen auténticos jardines de plantas epífitas, que incluyen valiosas orquídeas, bromeliáceas y helechos. Las flores son visitadas por abejorros y colibríes de pico corto.

Clarinero (Anisognathus igniventris)
Tuno esmeraldo (Miconia squamulosa) – Sus frutos se cuentan entre los favoritos de varias aves frugívoras, incluyendo al clarinero (Anisognathus igniventris).

Laurel de cera (Morella parvifolia) – Las raíces de esta planta forman asociaciones con bacterias fijadoras de nitrógeno, por lo que contribuyen a mejorar los suelos. Los frutos son uno de los alimentos favoritos de la paloma collareja (Patagioenas fasciata).

Granadilla silvestre (Passiflora bogotensis) – Las plantas del género Passiflora son claves como alimento para las orugas de la mariposa espejito (Dione glycera). Además, sus flores atraen abejas, abejorros y colibríes, que toman su néctar.

Chusque (Chusquea scandens) – La planta que más asociaciones tiene con mariposas en los bosques de montaña. Cerca de 1/3 de las mariposas diurnas que habitan en un ecosistema conservado de la región ponen sus huevos sólo en chuscales y sus orugas sólo se alimentan de esta planta. También hay otros lepidópteros que se alimentan con las hojas secas de chusque. La abundancia de insectos hace que sobre esta planta prosperen moscas taquínidas, parásitas de las orugas; las moscas adultas son claves como polinizadoras de muchos arbustos y árboles del bosque altoandino. Escarabajos cornudos (Golofa porteri) se alimentan con los brotes jóvenes de chusque. Varias aves tienen en los chuscales su hogar preferencial o exclusivo, incluyendo chamiceros, tororois, tapaculos, gorriones monteses y arañeros. Las matas de chusque son un sitio favorito de algunos colibríes para construir su nido. En los chuscales se alojan roedores especialmente adaptados (rata de los chusques) y, antiguamente, los tallos tiernos de este bambú eran consumidos por animales como la danta y el oso andino.

Zarza o mora silvestre (Rubus robustus) – Los densos y espinosos matorrales formados por esta especie constituyen un refugio seguro donde mamíferos como chuchas, comadrejas y curíes pueden ocultarse de los perros, sus mayores depredadores en sitios poblados por los humanos. Las densas marañas que forma esta planta constituyen, en un área en su mayor parte deforestada, el primer refugio disponible para aves de sotobosque como el chamicero (Synallaxis subpudica) y el arañero (Myiothlypis nigrocristata). Colibríes como Colibri coruscans y Lesbia victoriae construyen sus nidos entre la seguridad que les ofrecen las espinas de esta zarza. La lagartija o “camaleón” de clima frío (Anolis heterodermus) también aprecia mucho los matorrales de zarza.

Tinta (Monnina sp.) – Las flores de este arbusto son unas de las favoritas de la abeja cortahojas (Megachile amparo).

Espino garbanzo (Duranta mutisii) – Sus flores se cuentan entre las favoritas del colibrí de cola larga (Lesbia nuna). También son visitadas por mariposas y por abejas nativas como Thygater aethiops. Los frutos son apreciados por la paloma collareja (Patagioenas fasciata).


Abeja cortahojas (Megachile amparo)



jueves, 11 de agosto de 2022

Restaurando un bosque de la planicie sabanera - Parte 3 - El vivero propio

Chinchimaní (Cuphea dipetala) - Especie endémica, cultivada en Organizmo
A mediados del siglo XX, uno de los últimos fragmentos de bosque nativo de la planicie inundable de la Sabana de Bogotá fue estudiado en el municipio de Funza por los grandes naturalistas Jorge Hernández Camacho y Thomas van der Hammen; lográndose obtener algunos datos sobre su composición de especies… justo a tiempo, pues años después, este bosque ya había sido destruido.

Ahora, casi 60 años después de la publicación de estos primeros estudios sobre los ecosistemas sabaneros, estoy asesorando la restauración de un nuevo bosque nativo de la planicie en la finca Organizmo, en el municipio de Tenjo (Cundinamarca, Colombia). Un bosque que tendrá elementos de los ecosistemas de bosques nativos y humedales que hubo (y todavía hay), en fragmentos mínimos, por la región. También será un “nuevo” bosque, ya que las condiciones del clima, suelos y uso de la tierra han cambiado mucho a lo largo de los últimos siglos de intensa actividad humana.

Este bosque será una isla de biodiversidad, un hogar para poblaciones de plantas nativas, para insectos polinizadores, para ranas y reptiles endémicos, para aves comunes, para pequeños mamíferos (chuchas, comadrejas, curíes, etc.), sumergido en medio de una matriz de cultivos, potreros y áreas en rápida urbanización.

Aquí pueden enterarse, en una serie de 4 textos, sobre cómo se está adelantando este proceso.

¿Por qué viveros?

Tinta (Monnina sp.) - Especie que se regenera por sí sola en la finca
Para la mayoría de nosotros, los viveros son quizás la opción más obvia para adquirir plantas que podemos usar para restaurar un bosque. Pero recurrir a los viveros también tiene varios inconvenientes que no solemos tener en cuenta. Uno de ellos es que, desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad, suele ser más valioso permitir que se regeneren especies nativas, espontáneas, en un terreno, que traer plantas de afuera (así estas plantas de vivero sean “nativas”).

Si se planta una alta densidad de plantas de vivero en un terreno, se estarán ocupando los espacios que podrían más bien ser ocupados por plántulas de regeneración espontánea, esas sí representantes de especies y linajes que pueden remontarse a miles de años de crecimiento en ese lugar. Linajes que son distintos de municipio en municipio, de valle en valle, de cordillera en cordillera.

Otro inconveniente de los viveros (y de las personas que hacemos restauración) es que estamos excesivamente enfocados en producir árboles. Siendo que, en un bosque altoandino, los árboles apenas representan un porcentaje modesto, quizás un 20%, de la riqueza de especies de plantas vasculares; el resto, la mayoría, son trepadoras, palmas, arbustos, hierbas, epífitas. ¿Cómo podemos pretender hacer un bosque de verdad, plantando sólo árboles? A pesar de esto, la realidad es que los viveros comerciales prácticamente no propagan hierbas nativas, ni bromeliáceas locales, ni arbustos de sotobosque, ni trepadoras de bosque altoandino (y, de hecho, tampoco propagan la mayoría de especies de árboles de bosque maduro).

Las especies de vivero comercial

Cedro (Cedrela montana) - Plantado para restauración ecológica 
A pesar de las limitaciones mencionadas arriba, en los últimos 30 años, los viveros comerciales han ido mejorando y poco a poco incluyen en su “menú” más especies procedentes de las cordilleras colombianas. Y aun así, para poner el caso de la Sabana de Bogotá, pocas de las especies “nativas” que se consiguen en un vivero comercial son realmente nativas de esta región. De hecho, toda una serie de especies “nativas” realmente lo son de otras partes de las cordilleras, sobre todo de las laderas occidentales, exteriores a la Sabana, donde hacen parte de los bosques subandinos y bosques de niebla. Estas especies son, por ejemplo, el pino romerón (Retrophyllum rospiglosii), chicalá (Tecoma stans), sangregado (Croton mutisianus), roble (Quercus humboldtii), nogal (Juglans neotropica), guayacán de Manizales (Lafoensia acuminata), caucho sabanero (Ficus americana), caucho Tequendama (Ficus tequendamae), yarumo blanco (Cecropia telenitida) y cajeto (Citharexylum subflavescens).

Poco más de 20 especies de árboles y arbustos que se plantan regularmente en los viveros comerciales de la región son realmente nativas de la Sabana de Bogotá y de los cerros que la circundan y miran hacia ella. Las más frecuentemente propagadas de este combo de verdaderas nativas son el aliso (Alnus acuminata), arrayán (Myrcianthes leucoxyla), cedro (Cedrela montana), chilco (Baccharis latifolia), ciro (Baccharis macrantha), corono (Xylosma spiculifera), cucharos (Myrsine coriacea, Myrsine cf. pellucida), espino garbanzo (Duranta mutisii), hayuelo (Dodonaea viscosa), juco o garrocho (Viburnum tinoides), gurrubo (Lycianthes lycioides), laurel de cera de hoja pequeña (Morella parvifolia), laurel de cera de hoja grande (Morella pubescens), mano de oso (Oreopanax incisus) y tíbar (Escallonia discolor).

Diversidad local vs viveros

Ageratina apollinairei - Especie endémica propagada por esquejes
Para poner esta información en contexto, y para no ilusionarnos con las 20 especies nativas que podemos comprar, hay que decir que un terreno de entre 5 a 10 hectáreas de la región, que tenga una mezcla de áreas con predominio de vegetación herbácea (potreros, áreas de cultivo y/o humedales) y áreas más conservadas con vegetación leñosa desarrollada, nativa (matorrales, bosques), puede tener alrededor de 200 especies de plantas vasculares nativas creciendo en él. Si vamos a restaurar la vegetación nativa de un área muy degradada, ¿cómo podemos hacer una restauración adecuada plantando menos de 20 especies, compradas en un vivero? Y, además de ello, ¿cómo podemos hacer una restauración adecuada plantando sólo árboles y unas pocas especies de arbustos?

En muchas fincas de las montañas alrededor de la Sabana, la solución a esta escasez que ofrecen los viveros comerciales puede ser favorecer la regeneración natural siempre que sea posible. En las partes planas de la Sabana, sin embargo, esto ya no es una opción, debido a que siglos de sobreexplotación han acabado casi por completo con los antiguos ecosistemas del lugar. Muchas especies nativas, presentes en siglos pasados, ya han desaparecido. Otras existen en números tan pequeños, a menudo tan lejos del sitio que va a ser restaurado, que no es viable pensar que sus semillas van a terminar llegando por sí solas.

El vivero de restauración

Jarilla (Stevia lucida) - Especie propagada por esquejes
El escenario descrito arriba es el que se encuentra en la finca Organizmo, donde casi toda su área fue cultivada en forma intensiva en las décadas anteriores y la vegetación nativa quedó reducida a mínimos restos. Aun así, como mencionó en la entrega 2 de esta serie, durante los inventarios que se realizaron en el primer semestre de 2022, se encontró que, a pesar de todas las intervenciones pasadas, en la finca todavía se encuentran 90 especies nativas de la Sabana de Bogotá, que crecen silvestres aquí. 90 sobrevivientes, alrededor de las cuales se pueden ahora iniciar las labores de restauración ecológica.

Haciendo el inventario, también se hizo el listado de especies para reintroducir y alcanzar de nuevo una cifra de al menos 200 especies de plantas nativas creciendo en el terreno. Y ya que, como se mencionó arriba, los viveros comerciales no son una opción para conseguir toda esta flora, se ha recurrido entonces a establecer un vivero de restauración. Un vivero no comercial, de pequeña escala, donde se propagan, para el proyecto de restauración de la finca, entre 1000 a 2000 ejemplares de las más de 100 especies que se requieren.

Esta opción de usar viveros provisionales, de pequeña escala, para los proyectos de restauración ecológica, tiene muchas ventajas. Una de ellas es que cada proyecto de restauración tiene su propio vivero, surtido con esquejes, plántulas y semillas propios de la localidad donde se encuentra, representantes de líneas genéticas locales. La otra gran ventaja es que permite propagar, a una escala adecuada para una finca, decenas de especies que ningún vivero comercial produce, incluyendo formas de vida como las trepadoras, arbustos y hierbas nativas, que suelen ser casi completamente ignoradas en muchos proyectos de restauración.

Los resultados

Camargo (Verbesina sp.) - Reintroducido a Organizmo
En los primeros 8 meses de este año 2022, ya hemos cultivado en el vivero de la finca Organizmo 85 especies de plantas nativas de la Sabana de Bogotá. Y de estas, ya hemos plantado 52 especies en el terreno. Además, hemos conseguido otras 10 especies adicionales que hemos reintroducido directamente en el terreno, sin pasar por el vivero. Y hemos plantado en el terreno otras 6 especies más, compradas en viveros comerciales. Para un total de 68 especies nativas plantadas en el terreno este año. 

Con esta plantación, se ha logrado aumentar las poblaciones de especies que estaban muy reducidas, a veces con un único ejemplar sobreviviente en la finca. También se han logrado reintroducir especies que ya estaban extintas en la finca. Tenemos ya 126 especies nativas creciendo en el terreno. Y vamos para arriba. Otras 27 especies adicionales esperan en el vivero hasta que tengan la estatura adecuada para plantarlas en sus sitios definitivos. El plan es, entre lo que queda de este año y el próximo, conseguir al menos otras 50 especies más para reintroducir y alcanzar así la meta auto-impuesta de 200 especies de plantas nativas creciendo en Organizmo. ¡Una meta que se ve sorprendentemente cerca!

domingo, 3 de julio de 2022

Restaurando un bosque de la planicie sabanera – Parte 2 – El inventario inicial

Parche de matorral nativo en Organizmo 
A mediados del siglo XX, uno de los últimos fragmentos de bosque nativo de la planicie inundable de la Sabana de Bogotá fue estudiado en el municipio de Funza por los grandes naturalistas Jorge Hernández Camacho y Thomas van der Hammen; lográndose obtener algunos datos sobre su composición de especies… justo a tiempo, pues años después, este bosque ya había sido destruido.

Ahora, casi 60 años después de la publicación de estos primeros estudios sobre los ecosistemas sabaneros, estoy asesorando la restauración de un nuevo bosque nativo de la planicie en la finca Organizmo, en el municipio de Tenjo (Cundinamarca, Colombia). Un bosque que tendrá elementos de los ecosistemas de bosques nativos y humedales que hubo (y todavía hay), en fragmentos mínimos, por la región. También será un “nuevo” bosque, ya que las condiciones del clima, suelos y uso de la tierra han cambiado mucho a lo largo de los últimos siglos de intensa actividad humana.

Este bosque será una isla de biodiversidad, un hogar para poblaciones de plantas nativas, para insectos polinizadores, para ranas y reptiles endémicos, para aves comunes, para pequeños mamíferos (chuchas, comadrejas, curíes, etc.), sumergido en medio de una matriz de cultivos, potreros y áreas en rápida urbanización.

Aquí pueden enterarse, en una serie de 4 textos, sobre cómo se está adelantando este proceso.


El primer paso

Ciro y acacias... nativas creciendo entre las exóticas
Como primera tarea para un trabajo de restauración, hay que saber qué ecosistemas y especies están presentes en el lugar. No hay que pensar que una finca donde dominan los potreros y árboles exóticos es una “hoja en blanco”, donde nuestra tarea es llenarla de plantas compradas en vivero comercial. Más bien, hay que descubrir si quedan parches, así sea pequeños, de vegetación nativa. Si conocemos las plántulas del bosque, mejor aún, para que nos demos cuenta si algunas especies locales están presentes y germinando por sí solas en los terrenos.

Ese trabajo se realizó con detalle en la finca Organizmo en enero de 2022. Así se descubrió que en la finca, dominada ahora por potreros, jardines, árboles exóticos (acacias, eucaliptos, urapanes), grandes zarzales y algunas áreas plantadas en los últimos años con arbolitos nativos, persisten dos parches, muy reducidos, de vegetación de matorral nativo, uno en un lindero, el otro en un rincón del predio, hacia el río. Además de esto, se encontró que la finca alberga cerca de 300 especies de plantas vasculares, de las cuales 90 especies son nativas del municipio. Se encontró que la finca aún alberga unas pocas especies de flora endémica, como los amargosos (Ageratina appollinairei, Ageratina asclepiadea), ambos, lamentablemente, reducidos en la finca a apenas un individuo sobreviviente de cada especie. Ahora ambas son especies candidatas ideales para emprender labores para restaurar sus poblaciones.


Más cifras

Rana sabanera (Dendropsophus molitor)
En el inventario de enero se registraron en Organizmo 1 especie de caracol, 4 de libélulas y caballitos del diablo, 2 especies de saltamontes, 5 especies de abejas y abejorros y 12 especies de mariposas diurnas. Entre los vertebrados, se cuentan 1 especie de anfibio, la rana sabanera (Dendropsophus molitor). Y 2 especies de reptiles, la inofensiva serpiente tierrera (Atractus crasicaudatus) y el “camaleón” (Anolis heterodermus).

Se han registrado hasta el momento alrededor de 50 especies de aves en Organizmo. Aunque la mayoría son aves propias de terrenos abiertos, destaca la presencia de especies asociadas con vegetación espesa, de bosques y matorrales nativos, actualmente más restringidas a los cerros y raras en la planicie de la Sabana: la paloma collareja (Patagioenas fasciata), chamicero (Synallaxis subpudica), clarinero (Anisognathus igniventris) y arañero (Myiothlypis nigrocristata). La presencia de estas especies habla de la cercanía de los cerros llenos de monte nativo y de cómo en Organizmo se ha permitido la regeneración de extensos matorrales (incluyendo matorrales de moras o zarzas), que ahora ofrecen un hábitat adecuado para algunas de estas aves.

Los mamíferos silvestres presentes en la actualidad incluyen la chucha o fara (Didelphis pernigra), comadreja (Mustela frenata) y el curí silvestre (Cavia aperea).


Las especialidades

Caballito del diablo (Ischnura chingaza), especie endémica
Los resultados del inventario muestran que el terreno tiene aún una modesta, pero muy importante, muestra de los ecosistemas y especies nativas propias de la planicie de la Sabana de Bogotá. Esta muestra incluye restos de matorrales nativos, aves y mamíferos propios de vegetación densa y un número importante de especies endémicas, es decir, que sólo se encuentran en Colombia y en ningún otro país del mundo y que son, por tanto, prioritarias para conocer y conservar. Entre las especies endémicas registradas en Organizmo se cuentan: entre la flora, los amargosos (Ageratina apollinairei, Ageratina asclepiadea), mortiño (Hesperomeles goudotiana) y cansabrazos (Galianthe bogotensis); entre la fauna, el caballito del diablo (Ischnura chingaza), el saltamontes bogotano (Bogotacris), la polilla ojos de búho (Leucanella nyctimene), el cucarrón o escarabajo “mayo” (Paulosawaya ursina), la abeja cortahojas (Megachile amparo), la rana sabanera (Dendropsosphus molitor), la culebra tierrera (Atractus crassicaudatus) y el chamicero (Synallaxis subpudica).

Con esto ya sabemos qué especies hay y también podemos detectar cuáles faltan. Podemos decir, con buen fundamento, qué especies se pueden volver a plantar, qué especies claves podemos traer para seguir aumentando las poblaciones de flora y fauna y volver a crear, en medio de la planicie de la Sabana, un nuevo bosque lleno de biodiversidad local.


jueves, 16 de junio de 2022

Restaurando un bosque de la planicie sabanera - Parte 1 - Los principios

Bosque joven de alisos en Organizmo
A mediados del siglo XX, uno de los últimos fragmentos de bosque nativo de la planicie inundable de la Sabana de Bogotá fue estudiado en el municipio de Funza por los grandes naturalistas Jorge Hernández Camacho y Thomas van der Hammen; lográndose obtener algunos datos sobre su composición de especies… justo a tiempo, pues años después, este bosque ya había sido destruido.

Ahora, casi 60 años después de la publicación de estos primeros estudios sobre los ecosistemas sabaneros, estoy asesorando la restauración de un nuevo bosque nativo de la planicie en la finca Organizmo, en el municipio de Tenjo (Cundinamarca, Colombia). Un bosque que tendrá elementos de los ecosistemas de bosques nativos y humedales que hubo (y todavía hay), en fragmentos mínimos, por la región. También será un “nuevo” bosque, ya que las condiciones del clima, suelos y uso de la tierra han cambiado mucho a lo largo de los últimos siglos de intensa actividad humana.

Este bosque será una isla de biodiversidad, un hogar para poblaciones de plantas nativas, para insectos polinizadores, para ranas y reptiles endémicos, para aves comunes, para pequeños mamíferos (chuchas, comadrejas, curíes, etc.), sumergido en medio de una matriz de cultivos, potreros y áreas en rápida urbanización. Aquí pueden enterarse, en una serie de 4 textos, sobre cómo se está adelantando este proceso.

Un nuevo bosque

Por su contexto, situado en una región altamente transformada, de cultivos, potreros y jardines (y no en un parque nacional con amplios ecosistemas relativamente intactos), la idea es aceptar las especies cultivadas, ornamentales e introducidas, que ya crecen en el terreno… en lugar de combatir contra las “especies invasoras”. Pero darle de ahora en adelante completa prioridad al cultivo y reintroducción de decenas de especies que sí son nativas del municipio de Tenjo. Para que estas especies nativas se vuelvan co-dominantes y puedan entretejerse con las introducidas, en igualdad de condiciones.

Estos nuevos ecosistemas serán manejados con mínimo mantenimiento, sin riegos, sin abonos, sin desyerbes, sin cortes de pasto y otra vegetación. Se permitirá que la regeneración de la vegetación siga sus ritmos naturales. Se permitirá la acumulación gradual de hojarasca en el suelo, el desarrollo de musgos y líquenes sobre los troncos, la caída de ramas secas al suelo, el establecimiento espontáneo de hongos micorrícicos, el crecimiento de trepadoras… para que el nuevo bosque sea de verdad un bosque silvestre, un “monte”, no un parque o una plantación forestal.

Pasto alto

Hierbas nativas surgiendo entre el pasto alto
Todas las técnicas con las que se va a restaurar el bosque de Organizmo ya han sido ensayadas, desde hace 30 años, en la finca donde crecí, en Subachoque, y en otras fincas donde llevo años haciendo trabajos de restauración ecológica. Uno de los primeros principios es que, en el área que se va a restaurar, no se va a cortar nunca más el pasto. Al inicio se plantarán sólo plantas pioneras, como alisos, amargosos, arbolocos, camargos, chilcos, ciros, laureles de cera, raques, tíbares y tintos, que por naturaleza saben crecer entre el pasto alto y saben superarlo y eventualmente, tras 10-15 años, reemplazarlo por la hojarasca y el musgo de un bosque joven; este proceso lo logran las especies nativas incluso creciendo entre el introducido pasto kikuyo, de crecimiento tan poderoso.

No cortar el pasto y no hacer plateos, además de un enorme ahorro en esfuerzo y dinero, tiene la ventaja de que se deja bien protegido el suelo. El pasto guarda humedad, lo cual es ventajoso para las especies plantadas, especialmente durante las temporadas de verano. Además, al no cortarlo, se evita cortar por accidente a decenas de plántulas de otras especies nativas espontáneas que empiecen a nacer al lado de las cultivadas.

Las trepadoras

Abeja Thygater sobre flor de una trepadora Passiflora 
Otro principio es que el nuevo bosque no se plantará sólo con árboles. Un bosque nativo es mucho más que árboles; de hecho, el 80% de las especies de plantas vasculares presentes en un bosque altoandino NO son árboles, sino corresponden a otras formas de vida, como arbustos, trepadoras, epífitas y hierbas. Por esta razón, en Organizmo se reconoce la importancia de restaurar un bosque con toda su diversidad de especies. Por esta razón, desde este año se ha iniciado la propagación, en un vivero propio de la finca, de decenas de especies nativas que no se cultivan en viveros comerciales y que en su mayoría no son árboles.

También se reconoce la importancia de permitir el desarrollo de flora espontánea que, de manera muy poderosa, cubre las primeras etapas de la sucesión de un bosque. Se protegerán ciertos árboles seleccionados (como cedros) para que las trepadoras no se les suban y los ahoguen. Pero también se permitirá, en muchas partes, que se formen grandes marañas de bejuco coronillo (Muehlenbeckia tamnifolia), ya que, además de ser nativa, esta planta es insuperable como formadora de hojarasca, formadora de marañas donde se oculta y cría la fauna, y es una gran productora de frutos favoritos de las aves silvestres.

Por razones similares, se permitirá en muchos sitios el desarrollo de las zarzas o moras silvestres (Rubus robustus). Pues estas también son nativas, también son propias de las primeras etapas de formación de un bosque joven y los densos y espinosos matorrales que forman son los mejores refugios para que mamíferos como chuchas, comadrejas, curíes y conejos encuentren un refugio frente a los perros que los atacan. Un matorral de moras es un excelente hábitat para aves de sotobosque como el endémico chamicero (Synallaxis subpudica) o el arañero (Myiothlypis nigrocristata), que nunca podrían vivir en un terreno plantado, al modo de un parque, sólo con árboles.

Madera muerta

Carpintero (Dryobates fumigatus) - M. Woodruff - 2007
A lo largo de todo este proceso, y a lo largo de las décadas que siguen, algunos de los árboles plantados no sobrevivirán. Esto, que a primera vista puede sonar como una mala noticia, no lo es en absoluto. Pues ningún bosque nativo puede considerarse sano y completo si no tiene madera muerta en él. A la mayoría de nosotros nos gustan los búhos, los loros, los pájaros carpinteros.. pero ¿hemos pensado dónde crían todas estas aves? Todas ellas anidan en agujeros en troncos y ramas muertos, donde la madera resulta fácil de excavar o donde se han desarrollado agujeros naturales. Si no hubiera árboles muertos, todas estas maravillosas aves no existirían. Así que, si durante el crecimiento de los nuevos bosques de la finca, uno que otro árbol muere ahogado por una trepadora o aquejado por una enfermedad o por alguna otra razón, sabremos que acabamos de ganar un elemento clave más en la vida de un bosque completo.

Es importante mencionar todos estos aspectos, pues se apartan de muchas prácticas usuales en la agricultura, en la jardinería y en la industria forestal. Restaurar un bosque, como yo lo veo, tiene que ver más con “dejar ser” a los procesos naturales. No limitar o impedir tanto los crecimientos espontáneos. No ir en tanta contravía de los tiempos y las maneras que llevan millones de años mostrando su efectividad.