jueves, 16 de marzo de 2023

Una historia natural de las reservas en Colombia - La finca La Playita y el resurgimiento de la palma de cera de Sasaima

La palma junto al muro

Resulta poco usual pensar que un murciélago (o un pájaro) pueda dejarnos un regalo; menos aún que el regalo venga con una sorpresa y una historia extraordinarias. En la finca La Playita, en San Francisco (Cundinamarca, Colombia), Camilo Campos, su propietario, encontró uno de estos regalos hace tres décadas. Recorriendo un día su reserva, un antiguo cafetal de poco más de 1 hectárea de extensión, recientemente adquirido para crear un refugio que le permitiera escapar de la vida urbana, Camilo encontró en uno de los linderos, al lado de un muro de piedra, una palma muy joven, de cerca de 1 m de altura, de una especie desconocida.

Año tras año, la palma fue creciendo a su ritmo tranquilo. Durante varios años fue produciendo hojas cada vez mayores y engrosando su base; pero aún no había señales de un tronco que levantara el penacho de hojas del suelo.

Mientras la palma iba creciendo, Camilo terminó enterándose por medio de su vecino biólogo Germán Andrade que se trataba de un ejemplar de la rara y amenazada palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae), especie que existe sólo en las cordilleras de Colombia, descrita apenas en el año de 1995 y cuya población total en el mundo podría ser de apenas unos pocos centenares de palmas adultas.


La descripción

Las hojas despelucadas tan típicas de esta especie

Es probable que los Panches y otros grupos indígenas que desde hace muchísimo tiempo vivieron al lado de la palma de cera de Sasaima ya hubieran notado su existencia y particularidades. Pero para los botánicos esta palma de cera pasó desapercibida durante siglos, debido probablemente a su gran parecido con la palma de cera cafetera (Ceroxylon alpinum). Ambas palmas suelen crecer juntas en las vertientes del occidente de Cundinamarca, y a primera vista son muy similares. Hasta que, apenas a finales del siglo XX, la experta colombiana en palmas Gloria Galeano notó que se trataba de una especie con sus características particulares, que permitían distinguirla del resto de palmas de cera del mundo.

En el año 1995, Gloria Galeano, describió oficialmente a la Ceroxylon sasaimae. En el artículo donde la describe, se menciona cómo los últimos relictos de bosque del área donde fue encontrada “fueron derribados hace poco más de 60 años”; y que la palma de cera de Sasaima es una de las pocas especies sobrevivientes, junto con Ceroxylon alpinum, de la vegetación nativa del área. También se dice que en el lugar, el único donde se conocía la especie en ese momento, la población de palmas adultas posiblemente estuviera compuesta por poco más de 100 ejemplares adultos.

Con la descripción oficial de la palma de cera de Sasaima, se elevó a 7 el número de especies de palmas de cera conocidas para Colombia y a 13 el número de especies de palma de cera conocidas en los Andes de Sudamérica, su único hábitat en el planeta.


Más palmas de Sasaima

Con el pasar de los años, la palma de cera de Sasaima ha demostrado no ser sólo de Sasaima. En el municipio de Suaita, en Santander, crecen algunas pocas palmas de esta especie, quizás cultivadas. En el año 2011 fue descubierta una población de estas palmas en bosques del municipio de San Luis, Antioquia. En años más recientes, se ha encontrado otra población en los alrededores de Campamento, también en Antioquia. En la región de Cundinamarca, recorridos de diversos botánicos, incluyéndome a mí mismo, han permitido encontrar poblaciones de esta palma en más municipios de la vertiente occidental de Cundinamarca, como Guaduas, Villeta, Caparrapí, La Vega, San Francisco, Supatá, Pacho y Villagómez.


¿Un sexo? ¿O dos?

Por la experiencia que tiene Camilo con la especie y su convivencia cercana con el ejemplar que crece junto al muro, es posible calcular su edad. Cuando llegó Camilo al terreno, la palma tenía ya unos 10-12 años. Cuando tenía una edad estimada de 25 años la palma ya era alta y floreció por vez primera. Ahora, 40 a 45 años luego de haber germinado de una semilla, la palma de La Playita es hoy completamente adulta, de unos 15-17 m de altura, con un penacho de hojas despelucadas, levantado sobre un tronco cubierto de cera blanquecina, típico del género Ceroxylon.

Algo muy interesante es que, a diferencia de la gran mayoría de plantas, que son hermafroditas, las palmas de cera normalmente tienen los sexos separados en individuos distintos. Es decir, algunas palmas son hembras y otras son machos. Las palmas de cera de Sasaima que Camilo ha encontrado en distintos lugares en campo se atienen a esta regla general. Sin embargo, parece que también puede haber excepciones. Y una de ellas es, curiosamente, la primera palma de cera de la que estamos hablando para La Playita. Este ejemplar produce siempre inflorescencias masculinas, que sólo dan polen. Y al mismo tiempo, inflorescencias femeninas, que terminan desarrollando frutos.

Se queda uno pensando qué circunstancias harán que esta palma particular presente los dos sexos. Podría uno especular que, siendo la única palma presente en cientos de metros a la redonda, pudo haber desarrollado características hermafroditas para asegurar la polinización y poder producir semillas fértiles, aunque no hubiera ningún otro ejemplar alrededor. Pero es sólo una especulación… quizás investigaciones más detalladas nos revelen en algún momento por qué algunas palmas de cera excepcionales “deciden” cambiar de sexo o pueden presentar los dos sexos simultáneamente.


La multiplicación de las palmas

Tucancito (Aulacorhynchus haepatopygus) - A. Bayer - 2017

Camilo, siempre muy observador y listo para ensayar la propagación de especies raras del bosque, ha venido recogiendo semillas de la palma del muro y de otros ejemplares de palma de cera de Sasaima que crecen en la región y las ha puesto a germinar. Además, ha venido trasplantando a bolsas las plántulas que germinan por centenares debajo de las palmas adultas. Tal ha sido el éxito de esta iniciativa que Camilo terminó teniendo en La Playita un vivero de estas palmas, ¡de donde han salido para otras fincas cerca de 3000 ejemplares!

Algunas palmas también se han quedado en el terreno. Al lado de la palma del muro crecen ahora otros dos ejemplares, hijos de ella, que se han convertido recientemente en adultos, uno de ellos hembra, el otro macho. Además, otras 15 palmas están ya levantando sus troncos en varios sectores del terreno. Y cientos de plántulas y ejemplares juveniles aún sin tronco pueden verse ahora naciendo por todas partes.

Como consumidores de los frutos de palma, Camilo ha observado a murciélagos frugívoros. Además de otros mamíferos como la fara o chucha (Didelphis marsupialis) y ardilla (Sciurus granatensis). Y aves como el yátaro o tucancito (Aulacorhynchus haematopygus) y cardenal pico de plata (Ramphocelus dimidiatus).


Una reserva de biodiversidad

Carmo o guatín (Dasyprocta)

Tres décadas han pasado desde que Camilo adquirió el cafetal. Ahora un nuevo bosque se levanta en el lugar, con enormes árboles de algodoncillo o carcomo (Alchornea), cámbulo (Erythrina poeppigiana) y otras especies, con bejucos que suben hasta el dosel del bosque, con un sotobosque cada vez más variado… y ahora con todo un conjunto de palmas de cera que están poblando el lugar, muchas de ellas ya acercándose a su edad adulta.

A nivel mundial la hectárea y pico de La Playita está protegiendo esta magnífica palma, asegurando una fuente de semillas para su propagación. También está conservando otras plantas espectaculares como el platanillo endémico Heliconia estiletioides. En las caracterizaciones de biodiversidad que he hecho en La Playita, hemos encontrado más de 300 especies de plantas vasculares; cerca de 70 especies de aves (estimamos que debe haber cerca de 120 especies); y, entre los mamíferos, hay registros de perezosos, armadillos, chuchas, carmos o guatines, borugos, ardillas…

Cuando he visitado la reserva, ya llegando la noche, he podido ver a la misma palma protagonista, en el mismo lugar en el que nació, junto al muro… ahora levantada sobre su elegante tronco. Miro hacia arriba y veo la silueta del racimo de frutos recortada contra el cielo; y también las siluetas de un grupo de murciélagos revoloteando a su alrededor, recogiendo sus frutos, listos a devorar su nutritiva pulpa y llevar lejos las semillas, para que el ciclo se repita una vez más. Esperamos que por muchísimo tiempo más.


lunes, 30 de enero de 2023

Conversaciones entre los Andes y la Amazonía - Parte 1 - El guácharo

Guácharo (Steatornis caripensis)

En un mundo tan variado, lleno de tantos matices y diferencias, me gusta ir buscando las conexiones y afinidades. Incluso las que pueda haber entre lugares, seres y personajes que parecieran tener poco en común. Como las que pueda haber entre los elevados Andes, donde vivo, y la enorme cuenca del Amazonas, que se extiende al lado de esta cordillera, por la inmensidad del oriente, hasta el océano Atlántico.

Son las conexiones entre una Amazonía muchísimo más antigua que las cordilleras.

Entre una cordillera que reversó el flujo del río más grande del mundo, cortando su acceso hacia el Pacífico y haciendo que volteara su curso hacia su ruta actual, al Atlántico.

Entre unos Andes que han separado, un poco, la gran selva de otras selvas.

Entre una cuenca baja desde la que han ido trepando, por millones de años, toda clase de organismos a las nuevas cordilleras, a medida que éstas se levantaban.

Entre unos Andes que han enriquecido la cuenca amazónica con inmensas cantidades de sedimentos, que bajan por los así llamados ríos de “aguas blancas”.

Entre unos Andes que han añadido una cadena montañosa nueva, para formar, al norte de Sudamérica, una compañera a los viejísimos cerros del escudo guayanés… esas montañas que aún existen, reverberantes de vida, aunque parecieran estar desapareciendo desde hace millones de años.

Uno de los seres que conecta estos dos mundos es el guácharo (Steatornis caripensis), ave de las cavernas, ave viajera y comedora de frutos sobre la que contamos aquí.


Los mensajeros

Asaí (Euterpe precatoria) - Especie consumida por guácharos

Cuando he visto una cueva de guácharos, antes de caer la noche, he llegado a imaginar la entrada de la cueva como una boca… una boca siempre abierta, a punto de soltar su mensaje… un mensaje que se siente inminente, con los gruñidos reverberantes de los guácharos, con las siluetas de las aves inquietas, revoloteando cada vez más cerca a la salida de la caverna. En un momento, la oscuridad parece suficiente y las aves (¿mensaje o mensajeras?) empiezan a salir de la cueva, primero como un goteo, luego como una corriente incesante, de guácharos que aletean, giran, planean y se elevan cada vez más alto.

Las siluetas de las aves, ya lejanas, contra el cielo, me han hecho imaginar los sitios que visitarán, lo que dejarán en ellos, lo que traerán de ellos. Cruzarán cordilleras, llegarán a selvas remotas, se suspenderán en vuelo bajo un viejísimo árbol de laurel, recolectando con el pico sus nutritivos frutos. Regarán semillas, replantarán selvas. Y luego, quizás a la mañana siguiente, quizás unos días después, retornarán a su lugar de origen, para desaparecer de nuevo en las entrañas de la roca.


Oscuridad y frutos

Guácharo - G. Smith - 2014

Una vez sostuve en mis manos un guácharo. Me miraban sus ojos, grandes, dulces, redondos. La sensación que tuve al vernos fue para mí muy distinta de la que me produce la mirada concentrada, a menudo severa, que tienen muchas aves rapaces. Esta mirada me llamó aún más la atención por el contraste con la apariencia general del ave, y especialmente, con su pico ganchudo, que uno podría pensar propio de un águila o gavilán. Este pico lo usa el guácharo para agarrar su especial y exclusivo alimento, frutos ricos en grasas y proteínas, sobre todo frutos de palmas y árboles pertenecientes a la familia de los laureles. Junto con el kakapo, ese extraño loro terrestre de Nueva Zelanda, el guácharo es una de las pocas aves nocturnas frugívoras que existen en el mundo.


Viajeros de la noche

Frutos de laurácea

Los guácharos son aves de la oscuridad. Buscan su alimento durante la noche y en el día se refugian en grandes grupos en el interior de oscuras cavernas. Al mismo tiempo, son aves capaces de sorprendentes desplazamientos. En una sola noche suelen viajar alrededor de 50 km, buscando árboles y palmas con frutos maduros. Se conocen viajes de una sola noche donde han recorrido más de 100 km. También se sabe de casos de guácharos que han aparecido a 700 km de las colonias conocidas más cercanas (por ejemplo registros de guácharos en Centroamérica).

Por lo general, las aves no retornan esa misma noche a la cueva, sino pasan el día posadas quietas en un árbol. Aquí regurgitan las semillas consumidas. Como estas semillas pueden proceder de áreas muy lejanas, el guácharo puede considerarse uno de los dispersores de larga distancia de semillas más importante de las áreas tropicales de Sudamérica.


Visitas a las grandes selvas

Área de distribución del guácharo

Si miramos un mapa del área de distribución del guácharo, veremos que la mayoría de los registros están en regiones montañosas, que es donde se encuentran las cuevas que usan para refugiarse y criar. Eso, sin embargo, no significa que las aves no frecuenten las tierras bajas. Sólo que allí sus visitas nocturnas pasan desapercibidas. En cuevas de las cordilleras se han hallado semillas de plantas que los guácharos han recolectado en las selvas de tierras bajas amazónicas.

La mayoría de los registros de guácharos están en la cordillera de los Andes. Las aves también están presentes, en números menores, en cuevas repartidas por el escudo guayanés.


Algunas notas sobre conservación

Palma de cera (Ceroxylon quindiuense)

Para la conservación del guácharo se requiere mantener relativamente libres de perturbaciones las cuevas donde estas aves viven. Además, es necesaria la conservación de extensas áreas de bosque húmedo, llenas de palmas y laureles. En la Amazonía este tipo de áreas todavía se encuentran en abundancia, aunque amenazadas por la progresiva deforestación. En cambio, en los Andes, gran parte de estos bosques han sido talados o degradados, de modo que ya no proveen alimento a los guácharos. Nuevamente, conservar los bosques que todavía existen en las cordilleras y en los valles interandinos es clave.

La plantación de palmas y lauráceas para restaurar bosques puede resultar clave para generar, a mediano y largo plazo, alimento no sólo para los guácharos, sino para muchas otras aves y mamíferos. Con trabajos como el que hemos hecho desde hace varios años con la reserva natural La Esperanza, en Jardín, Antioquia; donde se ha montado un pequeño vivero para la restauración, se han recolectado semillas del bosque maduro y hasta el presente se han plantado en áreas de nuevos bosques decenas de ejemplares de 7 especies de palmas nativas y 8 especies de laureles. 

Quizás en algún momento, los guácharos, como tantas otras especies de aves, se vuelvan visitantes más frecuentes de las ciudades. Pues en ambientes urbanos por toda Colombia se plantan numerosas especies de palmas, muchas de ellas exóticas y también cada vez más nativas. Tan sólo en Bogotá se han plantado, según datos del censo de arbolado urbano, cerca de 3500 ejemplares de palma de cera (Ceroxylon quindiuense); en fincas por toda la región alrededor de Bogotá, va en aumento el número de palmas de cera plantadas, que se cuentan por miles. Como la plantación de muchas de estas palmas inició hace cerca de 20-30 años, ya se están acercando a la edad adulta y pronto podrán producir frutos maduros.

Esperamos que, si se repiten estas acciones en muchos más lugares, los guácharos, así como muchos otros animales, podrán adaptarse y seguir encontrando su nutritivo alimento, tanto en los bosques, como en los campos y ciudades. Y seguirán así, llevando mensajes y conectando mundos distintos.