sábado, 15 de junio de 2013

Fincas al occidente de la Sabana - Objetos de conservación

Las fincas que se encuentran al occidente de la Sabana de Bogotá (municipios de La Vega, San Francisco, El Rosal y Subachoque) albergan bosques nativos, árboles viejos y especies raras de plantas y animales. Es muy importante saber qué es lo que se tiene para poder cuidarlo. Por eso, aquí damos un resumen de algunos de los elementos naturales más valiosos que albergan muchas de estas fincas y que son prioritarios para la conservación a nivel regional, nacional e incluso mundial.

 

Mamíferos de tamaño mediano

Perezoso (Choloepus hoffmanni) - G. Gallice - 2011
Las fincas que abarcan los extensos bosques de los escarpes occidentales de la región, en la parte alta de San Francisco y La Vega, son las que están en mejor posición para proteger y asegurar la supervivencia a largo plazo de una variedad de mamíferos. Entre ellos el armadillo (Dasypus novemcinctus), perezoso (Choloepus hoffmanni), mono nocturno (Aotus lemurinus), cusumbo (Nasuella olivacea), zorro (Cerdocyon/Urocyon), tigrillo (Leopardus tigrinus), carmo (Dasyprocta punctata), borugo o tinajo (Cuniculus taczanowskii) y puercoespín (Echinoprocta rufescens).

En los bosques de las montañas de Subachoque y El Rosal se encuentra un conjunto más modesto de mamíferos, de todos modos muy valioso para la conservación; con especies como la chucha (Didelphis pernigra), cusumbo (Nasuella olivacea), comadreja (Mustela frenata), zorro (Urocyon cinereoargenteus), curí (Cavia anolaimae) y conejo (Sylvilagus brasiliensis). Es posible que todavía se encuentren tigrillos en las montañas que rodean el valle de Subachoque, pues estos esquivos felinos han sido detectados recientemente con cámaras trampa en el vecino municipio de Tabio.

 

Aves de sotobosque

Güicha (Eucometis penicillata) - D. Daniels
Las aves que viven a baja altura entre la impenetrable vegetación de bosques y matorrales nativos son particularmente sensibles a la modificación de su hábitat natural. Estas aves son de las primeras en desaparecer cuando se “limpian” los bosques, quitándoles las enredaderas y marañas de vegetación para dejarlos “ordenados”. En cambio, los bosques que todavía tienen mucho “desorden” natural son los más ricos en estas aves tímidas y difíciles de observar. Entre los chusques, zarzas y sotobosques arbustivos de Subachoque y El Rosal habitan especies como el chamicero (Synallaxis subpudica), comprapán (Grallaria ruficapilla), tapaculo (Scytalopus griseicollis), gorriones monteses (Arremon assimilis, Atlapetes pallidinucha, A. schistaceus) y arañero (Basileuterus nigrocristatus). En los sotobosques de la parte alta de San Francisco se encuentra otra especie de tapaculo más oscuro, el Scytalopus latrans, además de otras aves interesantes como el chamicero de antifaz (Synallaxis unirufa), el musguero (Siptornis striaticollis), el pitajo (Ochthoeca diadema), el cucarachero pechigrís (Henicorhina leucophrys), los hemispingus (Hemispingus frontalis, H. melanotis) y el gorrión montés bigotudo (Altapetes albofrenatus). Hacia las partes bajas de San Francisco y La Vega se observan otras especies de sotobosque como la chorola (Crypturellus soui), el hormiguero (Dysithamnus mentalis), el tiranuelo (Lophotriccus pileatus), la güicha (Eucometis penicillata) y el cucarachero ruiseñor (Microcerculus marginatus).

 

Grandes aves comedoras de fruta

Tucancito (Aulacorhynchus prasinus) - B. Gratwicke - 2008
La mayor parte de los loros andinos ya se extinguieron de la región, víctimas de la deforestación y de la destrucción de los árboles más viejos, que usaban para anidar. Pero todavía quedan en las fincas tucanes y pavas de monte. El tucancito esmeralda (Aulacorhynchus prasinus) se observa en las partes altas de La Vega y San Francisco, por encima de 2000 metros de elevación. El tucancito culirrojo (Aulacorhynchus haematopygus) habita por debajo de 2000 metros en la misma región, en los fragmentos y corredores de bosque que persisten a lo largo de las quebradas. La pava de monte (Penelope montagnii) es más común hacia los extensos bosques del escarpe occidental; en forma más ocasional ha sido registrada también en los bosques de la parte alta de Subachoque.

 

Árboles emblemáticos

Algunas especies de árboles nativos son particularmente comunes y notables por su gran edad o tamaño. Éstas son especies emblemáticas que merecen atención. En El Rosal y Subachoque destacan el cedro (Cedrela montana), el tíbar (Escallonia paniculata) y, hacia la parte alta de las montañas (más de 2800 m), el encenillo (Weinmannia tomantosa). En las parte altas de La Vega y San Francisco son muy notables los robles (Quercus humboldtii). En la parte baja de estos mismos municipios (1700-2200 m.s.n.m.) destaca el pino romerón (Retrophyllum rospigliosii). Tres especies de palmas de cera han poblado estas vertientes, aunque ahora están muy reducidas en número; todas ellas son emblemáticas y se las debería propagar más. Por encima de 2000 msnm crece la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense); por debajo de 2000 msnm es el hábitat de la palma de cera cafetera (Ceroxylon alpinum) y de la palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae).

 

Especies endémicas

Scutellaria parrae
Las especies endémicas de plantas y animales son las que sólo se encuentran en Colombia y en ningún otro país del mundo. Son especies que si nosotros los colombianos no cuidamos, nadie más podrá hacerlo. Como las especies endémicas siempre forman un porcentaje muy reducido de la biodiversidad de las fincas (menos del 10% de especies), es importante y perfectamente posible aprenderlas y protegerlas. Algunas de nuestras principales especies endémicas son:

EL ROSAL Y SUBACHOQUE. MAMÍFEROS: Musaraña (Cryptotis thomasi), curí (Cavia anolaimae). AVES: Chamicero (Synallaxis subpudica). REPTILES: Lagarto collarejo (Stenocercus trachycephalus), serpiente tierrera (Atractus crassicaudatus). PLANTAS: Amarguero (Ageratina asclepiadea), frailejones (Espeletia argentea, E. barclayana, E. cayetana, E. grandiflora, Espeletiopsis corymbosa), camargo (Verbesina crassiramea), tuno esmeraldo (Miconia squamulosa), chuguacá (Hieronyma rufa), mortiño (Hesperomeles goudotiana), uche (Prunus buxifolia).

SAN FRANCISCO Y LA VEGA (Parte alta – 2000-3000 msnm). AVES: Inca negro (Coeligena prunellei). PLANTAS: Mararay abanico (Aiphanes concinna), amarguero (Ageratina popayanensis), zarcillejos (Centropogon pinguis, C. vaughianus), Scutellaria parrae, coquito, zapato (Eschweilera bogotensis), hojarasco (Magnolia caricifragrans), caucho tequendama (Ficus tequendamae), orquídeas (Lepanthes debedoutii, Sobralia mutisii).

SAN FRANCISCO Y LA VEGA (Parte baja – menos de 2000 msnm). PLANTAS: Palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae), platanillo (Heliconia estiletioides).

 

Orquídeas

Aguadija (Cyrtochilum revolutum)
La mayor diversidad de orquídeas se encuentra en bosques viejos, de varios siglos de edad. Estos bosques ya son muy escasos en la franja de clima medio de San Francisco y La Vega, antes poblada con grandes orquídeas como las cunas de Venus (Anguloa) y catleyas (Cattleya trianaei). En los bosques de los escarpes occidentales todavía es posible encontrar poblaciones protegidas de las vistosas orquídeas Cyrtochilum, Odontoglossum y Masdevallia. En los bosques de El Rosal y Subachoque es común la aguadija (Cyrtochilum revolutum). Aparte de estas orquídeas de gran tamaño, abundan decenas de especies pequeñitas, que contribuyen a decorar los troncos de nuestros árboles andinos.

 

Árboles amenazados de bosque maduro

Tronco de cuchillo (Zinowiewia australis)
En las partes bajas del valle del río Subachoque el árbol de bosque maduro más importante es el cedro (Cedrela montana, VU). Viejos ejemplares de esta especie, repletos de quiches y orquídeas, se pueden ver en El Rosal y en los alrededores de La Pradera. En las altas montañas de Subachoque se encuentran árboles raros como el pino hayuelo (Prumnopitys montana, VU), aguacatillo (Persea mutisii), susca (Ocotea calophylla), chuguacá (Hieronyma rufa) y calabacillo (Meliosma arenosa).

La mayor diversidad de especies de árboles amenazados de bosque maduro se encuentra en San Francisco y La Vega, en la franja entre 1700 y 2500 metros sobre el nivel del mar. Aquí se encuentran especies como el pino romerón (Retrophyllum rospigliosii, NT), palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae, CR), barcino (Calophyllum brasiliense), cuchillo (Zinowiewia australis), esmeraldo (Mabea sp.), roble (Quercus humboldtii, VU), chulo (Calatola costaricensis), cedro nogal (Juglans neotropica, EN), coquito, zapato (Eschweilera bogotensis, EN), hojarasco (Magnolia caricifragrans, EN) y carnefiambre (Roupala monosperma).

Algunas de estas especies ya están siendo rescatadas por los propietarios de las fincas. En San Francisco (y también en Supatá) hay fincas donde se están enriqueciendo los bosques con centenares de individuos de pino romerón y palma de cera de Sasaima. Si esta labor se continúa con el cuchillo, el esmeraldo, el coquito y las demás especies amenazadas, su supervivencia a largo plazo quedará asegurada.

miércoles, 12 de junio de 2013

Búhos en la ciudad

El encuentro

Búho orejudo (Asio stygius) - H.G. Fischer - 2010
La semana pasada, cuando saqué a pasear a mi perra a un parque en Bogotá, era muy temprano, casi de noche. Medio adormilado, podía alzar la cabeza y ver el cielo oscuro que apenas insinuaba el azul que iba a mostrar poco después. Mientras miraba hacia arriba, vi un objeto caer desde un alto pino; descendía muy suavemente, como si fuera una hoja de papel o una bolsa de plástico. Me acerqué al sitio donde se posó en el suelo... ¡y resultó ser el ala de un pájaro! Un ala fresca, además, ya que en la base donde había sido arrancada se veía un poco de sangre. Inmediatamente lo supe: encima de mí había un búho tomando la última comida de la noche. Miré hacia arriba y, luego de buscar un rato, vi su silueta aleteando para mantener el equilibrio en lo más alto del árbol. Por su gran tamaño fue fácil identificarlo: un búho orejudo (Asio stygius). Sonreí. Ya me había topado varias veces en la ciudad con búhos de esta especie; y era la primera vez que veía uno comiendo. Siempre da gusto descubrir que la ciudad no es sólo una ciudad de humanos. También es una ciudad de búhos.

Ojos observadores

Currucutú (Megascops choliba) - D. Sherony - 2010
Ver bien un búho no es nada fácil. Estos animales pasan todo el día durmiendo en un sitio alto y oscuro. Quizás en un nicho dentro de un edificio, quizás en lo alto de un árbol, donde el follaje es más espeso. Sólo salen a volar ocultos por la oscuridad de la noche. Si los vemos entonces, será simplemente una silueta, grande y cabezona, pasando sigilosamente. Es por eso que para registrar búhos, los observadores de aves expertos cuentan más con detectar sus ululares y graznidos particulares, únicos para cada especie. A veces tenemos suerte y podemos encontrar un búho durante el día, cuando está descansando. Así fue la primera vez que vi un búho orejudo, sentado en lo alto de un árbol, en uno de los sitios más concurridos de la Universidad Nacional. Era muy curioso ver al enorme pájaro mirando a los cientos de transeúntes que pasaban debajo de su árbol, al tiempo que todos estos cientos de transeúntes no eran conscientes de que estaban siendo observados. Quizás nosotros no hayamos visto un búho. ¡Pero seguro habremos sido observados por alguno!

Búhos y dieta

Lechuza común (Tyto alba) - D. Daniels
¿Qué búhos hay en Bogotá? ¿Y qué comen? El búho orejudo del que hablamos se alimenta sobre todo de pájaros y de murciélagos. Al parecer, le gusta mucho comer palomas. En parques grandes de Bogotá también se escucha ocasionalmente el canto del currucutú (Megascops choliba), un búho pequeño, de apenas 23 cm de longitud; este búho se alimenta principalmente de insectos grandes, complementados con algún ratón. En los humedales de Córdoba y de La Conejera se registra al búho rayado (Pseudoscops clamator), cazador de pequeños mamíferos e insectos grandes. La lechuza común (Tyto alba) es común por toda Bogotá; en sus recorridos nocturnos, este pájaro parecido a un fantasma se dedica casi completamente a la cacería de ratas y ratones. Palomas, insectos, ratones...mientras la ciudad tenga alimento en abundancia, los búhos estarán ahí, haciendo su vida en forma paralela a la nuestra, mientras permanecen ocultos y silenciosos.

P. S. Al día siguiente de nuestro encuentro, regresé al sitio donde vi comiendo al búho orejudo para revisar los restos de su comida...resultó que el ave que atrapó era una tingua o polla azul (Porphyrio martinicus). La tingua es un ave acuática que realiza migraciones nocturnas entre diferentes humedales. Me imagino la extraña escena de un ave de humedal pasando por la mitad de la ciudad en medio de la noche...sólo para ver su migración interrumpida por un gran búho bogotano que la convirtió en su cena...

jueves, 6 de junio de 2013

Tangaras, yarumos, tunos y jardines

Pajaritos de colores

Tangara larvata - J. Oldenettel - 2011
Las tangaras del género Tangara son un grupo de pequeñas y coloridas aves que viven en todas las regiones húmedas de Colombia, desde el nivel del mar hasta el límite inferior de los páramos. Su mayor diversidad se encuentra a alturas medias de nuestras cordilleras, entre unos 500 y 2500 metros sobre el nivel del mar. Quizá sólo los colibríes puedan competir con las tangaras en la brillantez y variedad de sus plumajes, con tonos que incluyen amarillos, rojos, verdes y azules, usualmente mezclados con negro y, a veces, blanco, en las más diversas combinaciones. Para toda finca, poseer una variedad de tangaras constituye un privilegio: las pequeñas aves son grandes dispersoras de semillas y ofrecen adorno con su plumaje y entretenimiento con sus activos ires y venires. Si queremos que las tangaras se amañen en nuestro terreno, ayuda mucho saber algunas cosas sobre ellas, para poder encontrar puntos donde nuestras actividades puedan favorecer su estilo de vida.

Asociaciones botánicas

Yarumo con frutos - el alimento de las tangaras
La mayor parte de las tangaras no son aves del interior del bosque. Más bien, son propias de los bordes, muy comunes donde hay matorrales y vegetación enrastrojada. Las tangaras se alimentan de frutos pequeños y son unas de las más importantes dispersoras de semillas en terrenos con vegetación en regeneración. Estas aves mantienen una relación muy especial con dos grupos de plantas: los yarumos (Cecropia) y los tunos o nigüitos (Miconia spp.) Los frutos de estos árboles y arbustos forman parte fundamental de la dieta de las tangaras. Y podemos ver que, donde hay una abundancia de tangaras, siempre están presentes también las plantas que ellas comen. Así que, si queremos a estas pequeñas aves de colores en nuestras fincas, tenemos que plantar (o dejar que crezcan espontáneamente) yarumos y tunos.

 

La búsqueda de tunos y yarumos

Es raro encontrar tunos y yarumos a la venta en viveros comerciales. Para climas fríos se consiguen algunos yarumos blancos (Cecropia telenitida), pero, en cambio, los yarumos de clima templado y caliente casi nunca son cultivados. Lo mismo vale para los tunos, pues rara vez encontramos alguna de las centenares de especies colombianas de este género cultivada en un vivero. Tanto tunos como yarumos suelen ser considerados “maleza” en las fincas donde crecen y por lo general son eliminados con la guadaña o el machete cuando se deshierba la vegetación. Afortunadamente, ambos tipos de plantas son muy prolíficas y fácilmente podremos encontrar sus plántulas si las buscamos con cuidado en sitios enrastrojados, en linderos, barrancos y cañadas.

Típicas hojas de un tuno o nigüito (Miconia)
Hay dos formas como podemos ayudar a que estas plantas crezcan y favorezcan a las aves. La primera, no volver a cortar el pasto ni ninguna otra vegetación en estos mismos linderos, barrancos y cañadas. Los yarumos y tunos rápidamente se levantarán y empezarán a dominar en la nueva reserva natural de vegetación silvestre que se crea de esta manera. La otra forma es trasplantar las plántulas más pequeñas a bolsas de vivero, donde serán mantenidas húmedas y protegidas durante varios meses, mientras se adaptan y crecen. Luego se las puede plantar en un jardín o en el área deseada, siempre en un lugar donde les dé abundante sol. Si cuidamos estas plantas, en nuestro terreno nunca faltarán las tangaras.







Tangara cayana - D. Sanches - 2009

Tangara cyanicollis - D. Daniels - 2012