lunes, 30 de noviembre de 2015

Las fuerzas detrás del páramo. Parte 3: El fuego

Cuando el fuego no aparece, el páramo se va transformando en bosque...
Los páramos, esos ambientes de alta montaña tan característicos de Colombia, deben su formación al levantamiento de las cordilleras andinas, muy reciente en términos geológicos. Como factores predominantes en su génesis se han mencionado el duro clima y las adaptaciones que plantas y animales han tenido que pasar para poder sobrevivir en el techo de las montañas tropicales. Insolados durante el día, congelados durante la noche, los organismos de los páramos han desarrollado formas y estrategias de vida tan particulares que ahora resultan características de todo el ecosistema, como la forma de crecimiento en roseta de los frailejones y otras plantas de altura.

Con todo, hay otros factores menos conocidos que han contribuido a darle al páramo diversas formas a lo largo de toda su historia. El páramo no ha sido siempre el mismo; para conocer este ecosistema, tenemos que mirarlo en su totalidad, no sólo durante los últimos 500 años desde el “descubrimiento” de América por parte de los europeos, sino desde su origen y recorrido a través de millones de años.

En esta serie de cuatro artículos mencionamos cuatro fuerzas naturales que han formado los páramos a lo largo de toda su historia: la megafauna; los bosques; el fuego; y los seres humanos. Tradicionalmente, el papel que todas estas cuatro fuerzas naturales han tenido en la formación de los páramos ha sido subestimado. Aquí podremos ver cómo es necesario entenderlas y darles su valor adecuado, para poder comprender los páramos actuales y poder dirigir las labores para su conservación.

 

La vida en el fuego

Muchos de nosotros hemos aprendido, por medio de nuestros padres, por la escuela, por la televisión y las noticias, que el fuego es un elemento destructor que acaba con campos, bosques, árboles y animales. En esta forma de ver el mundo, es necesario que no haya incendios para asegurar la existencia continuada, inalterada, de nuestra naturaleza. Aquí, se mira el mundo en blanco y negro, en términos de bien y de mal. Y el fuego, por supuesto, es un gran mal. Sin embargo, si estudiamos más a fondo el funcionamiento de los ecosistemas, podemos aprender que el tema del fuego es muchísimo más complejo y que hay una gama de interrelaciones ecológicas que están tejidas alrededor de él.

Hay, de hecho, ecosistemas completos y muchas plantas y animales que no existirían de no ser por el fuego. Este es el caso de una gran parte de los páramos como se los conoce hoy en día. Los organismos que resisten y que, de hecho, requieren incendios para su supervivencia son conocidos como pirófilos. A nivel de ecosistema, el fuego, una vez pasado el efecto destructor del incendio, tiene el efecto de mantener amplias áreas abiertas, bien iluminadas, y de liberar muchos nutrientes que estaban capturados por la vegetación, poniéndolos de nuevo en el suelo, lo que permite que haya una gran abundancia de recursos para las plantas que empiezan a crecer de nuevo. Las plantas adaptadas al fuego se queman total o parcialmente, pero tienen estrategias para volver a crecer, ya libres de la sombra y la competencia que ejercían sobre ellas otras plantas vecinas. También hay animales pirófilos, que incluyen, por ejemplo, algunos grupos de escarabajos que ponen sus huevos en madera recién quemada. Estos insectos, prácticamente nada estudiados en el país, pueden detectar un incendio a kilómetros de distancia por medio de sensores especiales que tienen en sus antenas o en su cuerpo, los cuales captan la presencia de humo y radiación infrarroja.

 

Páramos, incendios y plantas amantes del fuego

Frailejón (Espeletia grandiflora)
El páramo como se lo conoce hoy en día, con su dominancia de pajonales y plantas arrosetadas, puede ser caracterizado como un ecosistema dependiente del fuego. Como hemos visto en el artículo anterior, sin la influencia del fuego, gran parte del páramo actual estaría cubierto por espesos bosques hasta más de 4000 metros de elevación. Y los bosques, con su espesa sombra, no son ambientes adecuados para el desarrollo de una inmensa variedad de plantas paramunas, incluyendo las más emblemáticas, los frailejones (Asteraceae: Espeletiinae).

De hecho, los frailejones pueden ser catalogados como perfectas plantas pirófilas...el fuego los favorece, ya que requieren de plena luz para su germinación y desarrollo; los incendios, entonces, eliminan los bosques y matorrales que compiten con los frailejones por espacio y luz. Los frailejones se también se queman, pero un cierto porcentaje de ellos puede sobrevivir al fuego, ayudado, entre otros factores, por el grueso forro de hojas muertas que cubre y protege sus tallos y brotes terminales. Los tejidos de los frailejones se encuentran impregnados por una resina aromática muy inflamable; en verano, las plantas pueden ser consideradas, efectivamente, como antorchas vivientes, preparadas para estallar en llamas y quemar el matorral a su alrededor.

Semanas después del fuego, es posible ver cómo muchos de los frailejones quemados vuelven a brotar, produciendo hojas nuevas. Más importante, es después de un incendio que se inicia la germinación de la nueva generación de estas plantas. Pocos años después de la acción del fuego en el páramo, es posible ver miles y miles de plántulas de frailejones creciendo por todas partes en el área que se quemó. De hecho, cuando se observa un grupo de frailejones en un páramo, se notará que por lo común todos los ejemplares presentes en un sitio dado tienen la misma altura y, por lo tanto, la misma edad: esto es un reflejo de un disturbio, posiblemente un incendio pasado, que permitió una germinación masiva de plántulas en ese lugar.

 

Más flora pirófila

Cardón (Puya nitida), especie endémica y pirófila
Otras especies pirófilas presentes en los páramos, las cuales rebrotan y se propagan después de  las quemas, son las pajas de páramo (Calamagrostis), cortaderas (Cortaderia) y cardones (Puya), todos los cuales tienen hojas arrosetadas, que protegen un tallo central el cual vuelve a producir hojas luego del incendio. Otras especies pirófilas son arbustos que se queman por completo encima del suelo, pero cuya raíz rebrota rápidamente, produciendo nuevas ramas; entre estas especies se pueden mencionar los laureles de cera (Morella), mortiños (Hesperomeles), algunos tunos (Miconia), angelitos (Monochaetum), uva camarona (Macleania) y chusques (Chusquea). Otras especies, sin capacidad de rebrotar, tienen semillas que sobreviven al fuego y que germinan y crecen velozmente en el ambiente abierto creado por el incendio. Entre estas especies se pueden mencionar los Lupinus y otras hierbas anuales.

 

Un páramo creado por el fuego

Monochaetum myrtoideum, especie que rebrota después del fuego
Con todo lo anterior, vemos que el hecho de que los páramos estén dominados por especies de frailejones, cardones, pajas, chusques, tunos, ericáceas, laureles de cera y otros arbustos, no es casualidad. Y vemos que, sin la influencia ocasional de los incendios, los páramos serían muy diferentes. Aquí se revela una faceta que a menudo se ha pasado por alto, sobre todo cuando vemos a nuestros páramos, empapados y envueltos en niebla, como prístinos y sumamente delicados, como un ecosistema incapaz de resistir los disturbios y más aún el disturbio de algo que, como el fuego, parece tan extraño en medio de tanta humedad. Una observación más prolongada y cuidadosa nos haría ver que, en los veranos calientes y soleados, el páramo está lleno de plantas resecas, cargadas de resinas inflamables, listas y dispuestas a quemarse y a quemar todo a su alrededor con cualquier chispa o rayo que caiga sobre ellas. Y todo para asegurar la supervivencia a largo plazo de sus generaciones futuras.

Muy interesantes resultan los trabajos que describen el papel del páramo como un ecosistema asociado a los incendios. En la obra “Tropical Fire Ecology”, editada por Mark Cochrane, y específicamente en el capítulo “Fire in the páramo ecosystems of Central and South America”, sus autores Sally P. Horn y Maarten Kappelle lo resumen así:

“A lo largo de períodos prolongados, los incendios en altas elevaciones han configurado comunidades de plantas de páramo que hoy tienen valor de conservación. La larga historia del fuego en los páramos neotropicales y las respuestas de las especies y comunidades de páramo actuales al fuego, han llevado a la caracterización de los páramos como ecosistemas dependientes del fuego.”

Dice también James Luteyn, en su excelente descripción del ecosistema de páramo, que puede consultarse en la página web del Jardín Botánico de Missouri (http://www.mobot.org/mobot/research/paramo_ecosystem/introduction.shtml):

 “Sin duda el hombre ha tenido un impacto mayor en el origen y dispersión de los pastizales por todos los Andes; y tal vez él es la razón más importante por la cual existe hoy el páramo de pastizal en lugares donde alguna vez pudieron haber dominado matorrales/bosques de Polylepis, Buddleja y Gynoxys. Es poco probable, de todas formas, que algún día seamos capaces de decir con seguridad qué porcentaje del páramo actual tiene origen antropogénico. Sea cual sea el resultado de esta discusión, el hecho es que el páramo de pastizal existe actualmente, cubre grandes extensiones de las zonas altas de los Andes y que este páramo tiene una gran importancia ecológica y económica.”

No deja de ser importante recalcar que, debido a la densidad poblacional cada vez mayor y al aumento continuo de las presiones que los seres humanos ejercemos sobre el páramo, los incendios son ahora muchísimo más frecuentes de lo que lo serían si no estuviéramos. También es importante señalar que, en un ecosistema donde el crecimiento de la vegetación es tan lento, “un fuego cada 100 años no hace daño”...pero incendios frecuentes, como los que ocurren ahora, así sean “sólo” cada 10, 20 o 30 años, no permiten que la vegetación se recupere e invariablemente van degradando la vegetación, eliminando todos los arbustos, matando las nuevas generaciones de frailejones (que tan pequeños, no son resistentes al fuego ni han podido dejar semillas para producir la siguiente generación) y finalmente van reduciendo la vegetación a un pobre pastizal. El fuego es útil y cumple su papel, pero en exceso, va destruyendo la biodiversidad.

Por eso, en un mundo donde el fuego está a la orden del día, con el fin de mantener un balance adecuado y a pesar de todo lo dicho en este artículo, ¡es importante seguir previniendo los incendios!