domingo, 29 de diciembre de 2013

Una guía para restaurar los ecosistemas de Colombia - Los páramos de la Sierra Nevada de Santa Marta

La Sierra Nevada vista desde Palomino (Guajira)
Aquí se presenta una recopilación sobre la biodiversidad nativa de la Sierra Nevada de Santa Marta y sobre las especies de plantas más importantes para tener en cuenta en proyectos de restauración ecológica. La Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los sitios más notables que hay en Colombia. Este macizo montañoso no sólo alberga los picos más altos del país, que se elevan hasta 5770 metros sobre el nivel del mar, sino que es también uno de los centros de endemismo más llamativos: decenas de especies de plantas y animales habitan sólo aquí y en ningún otro lado del mundo. Al mismo tiempo, y al igual que otras regiones del país, la Sierra Nevada ha venido sufriendo un progresivo deterioro ambiental. Bosques y páramos han sido gradualmente destruidos para transformarlos en zonas de cultivo y de pastoreo de animales; y el calentamiento global va causando el derretimiento de los glaciares y el desplazamiento de las zonas de vegetación.

Teniendo en cuenta que estas montañas han estado pobladas por seres humanos desde hace milenios, las alternativas de conservación más viables parecen ser aquellas que favorezcan la convivencia entre la gente y sus zonas de cultivo y pastoreo y las zonas con vegetación nativa de bosques y páramos. Un buen inicio para planear acciones de conservación es preguntarse: ¿Cómo eran los antiguos bosques que había en esta región? ¿Qué especies de plantas y animales vivían aquí? ¿Cuáles siguen existiendo todavía? ¿Cuáles son las especies endémicas (exclusivas) de la región? ¿Cuáles especies están más amenazadas de extinción? Si se va a favorecer la creación o ampliación de corredores de bosque en los linderos de las fincas, a orillas de los caminos y a lo largo de ríos y quebradas ¿cuáles son las especies de flora más adecuadas que se deberían plantar? La información que sigue responde precisamente a estas preguntas.

 

Los páramos de la Sierra Nevada de Santa Marta

En la Sierra Nevada, al igual que en las cordilleras andinas, los páramos se encuentran localizados en las altas montañas por encima de 3000 metros de elevación. En ellos predominan los espacios abiertos, dominados por diversas especies de pastos, y por esas extrañas plantas, parientes de los frailejones, que tienen las hojas dispuestas en forma de penachos al final de los troncos: los “tabacos de la Sierra” (Libanothamnus). Además, aquí se encuentran matorrales y restos de bosques de alta montaña. Estos páramos, con su vegetación acolchonada, sus lagunas y pantanos y la humedad que reina en ellos, son por excelencia las fuentes de agua que protegen y dan nacimiento a todos ríos de este macizo. Cientos de miles de colombianos habitantes del campo y de ciudades como Santa Marta y Valledupar, dependen para su supervivencia del suministro de agua de los páramos de la Sierra Nevada. Una razón de peso que, sumada a la singularidad de las formas de vida que hacen de estas montañas su hogar, nos debería impulsar a su conservación.

 

Biodiversidad

Esterilla (Orthrosanthus chimboracensis)
La biodiversidad de la región paramuna de la Sierra Nevada de Santa Marta es relativamente reducida en comparación con la de zonas más bajas, debido a su aislamiento y a su duro clima. Se puede estimar la presencia de unas 15 especies de mamíferos nativos, 80 especies de aves, 1 especie de reptil, 2 especies de anfibios y unas 300 especies de plantas vasculares (plantas con semilla y helechos). Resulta interesante comparar estas cifras con las de países geográficamente aislados, de latitudes elevadas. Por ejemplo, Islandia, que cubre un área 75 veces mayor que la región paramuna de la Sierra Nevada, tiene registros de 1 especie de mamífero nativa, cerca de 90 especies de aves reproductoras y unas 400 especies de plantas vasculares nativas; en Islandia no hay ninguna especie nativa de reptil ni de anfibio.

 

Endemismo

Algunos animales y, sobre todo, muchas especies de plantas, viven sólo en los páramos de la Sierra Nevada de Santa Marta y no se encuentran en ningún otro lado del mundo. Éstas son las especies prioritarias para la conservación. Si la gente de la región no las cuida ¿quién más en el mundo podrá hacerlo? Las especies endémicas exclusivas o casi exclusivas de estos páramos incluyen las siguientes: entre los mamíferos, el ratón silvestre (Thomasomys monochromos); entre las aves, el periquito de Santa Marta (Pyrrhura viridicata), el colibrí picoespina (Ramphomicron dorsale), el tapaculo ratón (Scytalopus latebricola), el cucarachero de Santa Marta (Troglodytes monticola), la tangara serrana (Anisognathus melanogenys) y los gorriones monteses (Arremon basilicus, Atlapetes melanocephalus); entre los reptiles endémicos está la lagartija (Anadia altaserrania); y los anfibios endémicos incluyen dos especies de sapitos arlequín (Atelopus arsyecue, A. carrikeri).

La flora endémica abarca por lo menos 71 especies de plantas que sólo se encuentran en este macizo montañoso y que no se conocen de ninguna otra cordillera. Estas especies son las apiáceas silvestres (Cotopaxia whitei, Micropleura flabellifolia, Perissocoeleum barclayae, P. crinoideum), amargueros (Ageratina barclayae, A. flaviseta, A. zinniifolia), romeros de páramo (Diplostephium anactinotum, D. coriaceum, D. cyparissias, D. inesianum, D. nevadense, D. parvifolium, D. rangelii, D. romeroi, D. santamartae, D. saxatile, D. tergocanum, D. weddellii, Pentacalia carrikeri, P. hammenii, P. harrietae, P. juajibioy, P. mamancanacana, P. romeroana, P. schultzei, P. subarachnoidea, P. taironae), otras asteráceas arbustos (Cabreriella sanctae-martae, Castanedia santamartensis, Hinterhubera harrietae, H. nevadensis), la asterácea arborescente Paragynoxys undatifolia, árnica (Senecio romeroi), varias asteráceas hierbas (Chaptalia incana, Chionolaena chrysocoma, Flosmutisia paramicola, Gnaphalium rosulatum, Raouliopsis seifrizii), espuelos (Berberis acutinervia, B. meollacensis, B. nevadensis), lítamos (Draba pseudocheiranthoides, D. sanctae-martae, D. schultzei), cardones (Puya alpicola, P. brachystachya, P. nivalis, P. sanctae-martae), Carex sanctae-martae, geranios silvestres (Geranium lignosum, G. paludosum, G. paramicola, G. schultzei), chites, guardarrocíos (Hypericum martense, H. simonsii), tusílago y alhucemas (Satureja andrei, S. caerulescens, S. foliolosa), doradillas (Chaetolepis loricarella, Ch. santamartensis), tunos (Miconia oreogena, M. tricaudata), orquídeas (Epidendrum sanctae-martae, Telipogon felinus), tinta (Monnina parvifolia), Aragoa kogiorum, Solanum donachui, Symplocos nivalis y valerianas (Valeriana cuatrecasasii, V. karstenii).

Además de las endémicas estrictas, la Sierra Nevada de Santa Marta alberga una serie de especies adicionales de distribución relativamente restringida, compartidas con la serranía del Perijá, norte de la cordillera Oriental y los Andes de Venezuela. Entre estas especies se cuentan plantas tan emblemáticas como los tabacos de la Sierra (Libanothamnus neriifolius, L. occultus).

 

¿Cuáles son las especies más amenazadas?

Cóndor de los Andes (Vultur gryphus) - Colegota - 1998
En el área hay 3 especies de mamíferos que han sido catalogados como amenazados; estos son el puma (Puma concolor, NT), el tigrillo (Leopardus tigrinus, VU) y el ratón endémico (Thomasomys monochromos, EN). Entre las aves amenazadas se cuentan el cóndor de los Andes (Vultur gryphus, EN), águila crestada (Spizaetus isidori, EN), periquito de Santa Marta (Pyrrhura viridicata, EN), colibrí picoespina (Ramphomicron dorsale, EN) y cucarachero de Santa Marta (Troglodytes monticola, CR). Entre los los anfibios amenazados están las dos especies de sapitos arlequín (Atelopus arsyecue, CR, A. carrikeri, CR).

Entre las plantas catalogadas como amenazadas se cuentan el pino colombiano (Podocarpus oleifolius, VU), pino hayuelo (Prumnopits montana, VU), tabacos de la Sierra (Libanothamnus neriifolius, EN, L. occultus, CR), cardones (Puya alpicola, VU, P. brachystachya, CR, P. lineata, NT, P. nivalis, EN, P. sanctae-martae, EN), tusílago (Satureja andrei, VU) y curuba silvestre (Passiflora sierrae, VU). Aunque la mayor parte todavía no han sido evaluadas formalmente, es muy probable que casi todas las especies endémicas de flora mencionadas en el párrafo anterior estén amenazadas de extinción.

Es muy importante conocer y proteger estas especies. Conservarlas significa usualmente conservar su hábitat; si esto se logra hacer exitosamente, se pueden llegar a salvar centenares de otras especies de plantas y de animales que comparten su hogar con las especies amenazadas.

 

¿Cuál era la flora de los antiguos bosques?

Pino hayuelo (Prumnopitys montana)
Puede sonar raro hablar de viejos bosques en el páramo. Pues este ecosistema es más conocido por sus extensas zonas con pajonales abiertos y vegetación arbustiva. Sin embargo, amplias zonas de los páramos tienen el potencial biológico para convertirse en bosques maduros de alta montaña, si se mantienen unas condiciones básicas de estabilidad; se necesita que durante muchos siglos no ocurran incendios, pastoreo intensivo ni tala de árboles. Estas condiciones son más comunes en zonas remotas y sobre todo en hondonadas a lo largo de las quebradas. Cuando estas condiciones ocurren, se pueden observar bosques desarrollándose hasta cerca de 4000 metros sobre el nivel del mar. Por otro lado, la vegetación abierta que actualmente prevalece en los páramos representa una etapa temprana de sucesión de la vegetación, dominada por especies pioneras que soportan una plena exposición al sol. Si los incendios dejan de afectar un área, los arbustos la van cubriendo, década tras década. Luego, bajo su sombra, van naciendo árboles mayores. Y, quizás siglos después, colonizan estos bosques los árboles cuyas semillas sólo germinan en la hojarasca, bajo la sombra de los arbustos ya crecidos. Aquí damos una muestra de especies propias de la Sierra Nevada de Santa Marta que tienen mayor potencial para dominar en los bosques maduros en estas zonas elevadas del macizo.

ÁRBOLES: Pino colombiano (Podocarpus oleifolius), pino hayuelo (Prumnopitys montana), mano de oso (Oreopanax fonqueranus), yuco (Schefflera cf. fontiana), Paragynoxys undatifolia, gaque (Clusia multiflora), aguacatillo (Persea mutisii), susca (Ocotea calophylla), arrayán (Myrcianthes myrsinoides), cogote (Gordonia fruticosa). ARBUSTOS: Cybianthus perseoides. HIERBAS: Helechos (Elaphoglossum, Lophosoria quadripinnata), coralito (Nertera granadensis). EPÍFITAS: Helechos (Asplenium, Elaphoglossum, Melpomene moniliformis, Serpocaulon lasiopus), quiche (Racinaea tetrantha), orquídeas (Elleanthus, Epidendrum, Pachyphyllum bryophytum, P. hispidulum, Stelis, Telipogon felinus), Peperomia hartwegiana.

 

¿Cuáles especies plantar?

Raque (Vallea stipularis)
Es poco lo que se ha ensayado sobre restauración de ecosistemas paramunos. Las especies mencionadas en el párrafo anterior son inadecuadas para repoblar con vegetación nativa un terreno completamente abierto, ya que, cuando son juveniles, no resisten una plena exposición al sol, al viento y a la lluvia. Pero, aparte de estas especies, casi toda la flora del páramo es pionera y, en teoría, perfecta para ser plantada en zonas plenamente expuestas. Pocas plantas en el páramo crecen rápido, así que es poco probable tener un terreno completamente restaurado antes de muchas décadas.

ÁRBOLES: Romero de monte (Diplostephium rosmarinifolius), encenillo (Weinmannia pinnata), raque (Vallea stipularis), rodamonte (Escallonia myrtilloides), cucharo de hoja pequeña (Myrsine dependens), mortiños (Hesperomeles ferruginea, H. obtusifolia). CAULIRRÓSULAS: Tabacos de la Sierra (Libanothamnus neriifolius, L. occultus). TREPADORAS: Pecosa (Bomarea colombiana), zarcillejo (Fuchsia magdalenae), curubas silvestres (Passiflora schlimiana, P. sierrae), coronillo, bejuco colorado (Muehlenbeckia tamnifolia), coralito (Galium hypocarpium). ARBUSTOS: Amargueros (Ageratina barclayae, A. cuatrecasasii, A. flaviseta, A. ocanensis, A. zinniifolia), chilcos (Baccharis brachylaenoides, B. prunifolia), Cabreriella sanctae-martae, Castanedia santamartensis, romeros de páramo (Diplostephium anactinotum, D. bicolor, D. coriaceum, D. cyparissias, D. grantii, D. inesianum, D. nevadense, D. parvifolium, D. rangelii, D. romeroi, D. santamartae, D. saxatile, D. tergocanum, D. weddellii, Pentacalia carrikeri, P. hammenii, P. harrietae, P. juajibioy, P. mamancanacana, P. romeroana, P. schultzei, P. subarachnoidea, P. taironae, P. vaccinioides), Hinterhubera harrietae, H. nevadensis, jarilla (Stevia lucida), espuelos (Berberis acutinervia, B. meollacensis, B. nevadensis), agraces (Vaccinium floribundum, V. meridionale), uva camarona (Macleania rupestris), reventadera (Pernettya prostrata), chites, guardarrocíos (Hypericum caracasanum, H. martense, H. simonsii, H. stenopetalum), tusílago (Satureja andrei), tunos (Miconia insueta, M. oreogena, M. tricaudata), Aragoa kogiorum, Monnina parvifolia, sanalotodo (Arcytophyllum nitidum), Holodiscus argenteus, Lachemilla polylepis, Solanum donachui, Symplocos nivalis. HIERBAS: Perissocoeleum barclayae, P. crinoideum, P. purdiei, Chionolaena chrysocoma, Ch. colombiana, Lasiocephalus doryphyllus, Lourteigia stoechadifolia, árnicas (Senecio formosoides, S. formosus, S. romeroi), lítamos (Draba cryophila, Draba pseudocheiranthoides, D. sanctae-martae, D. schultzei), cardones (Puya alpicola, P. brachystachya, P. lineata, P. nivalis, P. sanctae-martae), geranios silvestres (Geranium lignosum, G. paludosum, G. paramicola, G. schultzei), esterilla (Orthrosanthus chimboracensis), Satureja caerulescens, S. foliolosa, doradillas (Chaetolepis alpina, Ch. loricarella, Ch. microphylla, Ch. santamartensis), orquídeas (Epidendrum chioneum, Stenorrhynchos vaginatum), valerianas (Valeriana cuatrecasasii, V. karstenii).

Para zonas pantanosas resultan adecuados el helecho (Blechnum loxense), rodamonte (Escallonia myrtilloides), cardones (Puya spp.) y cortadera (Carex pichinchensis).

Cortadera (Carex pichinchensis)

martes, 10 de diciembre de 2013

Colombia en el mundo - Los Andes secos

Cactáceas andinas cerca de Cuzco, Perú
En Colombia estamos acostumbrados a que nuestras cordilleras estén llenas de verdor. La lluvia abundante favorece el crecimiento de la vegetación, que, si es dejada tranquila, rápidamente se desarrolla hasta convertirse en espesos bosques. Por otro lado, las montañas de color café que caracterizan las zonas secas sólo podemos observarlas en sitios muy reducidos y específicos del país; lugares situados en valles profundos como los cañones de los ríos Chicamocha, Dagua y Patía, como la región de Villa de Leyva, como el sur de la Sabana de Bogotá, como las laderas que bajan a la región del alto Magdalena y del valle del río Cauca, como la cuenca alta del río Sucio en Dabeiba y Uramita, Antioquia, y como la cuenca alta del río Catatumbo en Norte de Santander. La lista parece larga, pero si la miramos sobre un mapa, veremos que no son más que excepciones, que todos estos sitios juntos apenas cubren un área muy pequeña de nuestras montañas. Son apenas islas de sequedad sumergidas en un mar de verdor.

Por el contrario, si miramos a escala global, ocupándonos de toda la cadena montañosa de los Andes desde Venezuela hasta la Patagonia, veremos cómo es más común que los Andes sean secos y no lluviosos. Las zonas de bosques húmedos están limitadas a un área relativamente pequeña formada por los Andes de Venezuela, Colombia y Ecuador y una estrecha franja de Perú, Bolivia y el norte de Argentina. Otra franja de humedad reaparece en la región costera y montañosa del centro y sur de Chile y Argentina. Todo lo demás, que son casi dos tercios del área de la cordillera, son desiertos, puna seca y estepas patagónicas. Es decir, si nos vamos a representar cómo es un sitio “promedio” que represente a toda la cordillera, sin duda será un sitio con una clara tendencia a la aridez.

 

La antigua historia de la aridez

Pastizales secos de Villa de Leyva
En el pasado, las zonas secas estuvieron más extendidas por las montañas de Colombia, logrando mayores conexiones entre ellas y con el resto de zonas áridas situadas más al sur del continente. Un clima más húmedo las ha obligado a replegarse al fondo de valles que todavía conservan condiciones de aridez; allí, la vegetación especial de estos sitios quizás aguarda el momento en que un futuro cambio climático le permita avanzar de nuevo, re-colonizando áreas más amplias del país. Los avances y retrocesos de la vegetación de zonas áridas dejan huellas que todavía pueden ser leídas e interpretadas, permitiéndonos averiguar más sobre el pasado remoto y, quizás, predecir qué tipo de ambientes pueden regresar en este mundo cambiante. Algunos ejemplos de estas huellas pueden buscarse en el mundo de la fauna y la flora de nuestras montañas.

 

Camellos americanos

Vicuña (Vicugna vicugna) - R. Huebner, 2005
Uno de los grupos más conocidos de animales de zonas áridas es el de los camélidos, familia a la que pertenecen el dromedario, el camello bactriano, el guanaco, la vicuña, la llama y la alpaca. Pocas personas lo saben, pero los camellos no se originaron en los desiertos de África o de Asia, ni tampoco en los altos Andes. La mayor variedad de fósiles de camellos del mundo, y ciertamente los más antiguos, ha sido encontrada en Norteamérica, con edades que van desde el Eoceno (hace 45 millones de años) hasta hace unos meros 10.000 años, cuando los camélidos norteamericanos se extinguieron. Durante su larga historia evolutiva, estos animales tuvieron tiempo de cruzar el estrecho de Bering y colonizar Asia y África. Y, por otra parte, también se aprovecharon de la formación del puente de tierra centroamericano para cruzar al sur y conquistar los Andes. Aunque todavía no se han encontrado fósiles que atestigüen su antigua presencia en Colombia, es claro que el país tuvo que ser una ruta de paso obligada para los antecesores de guanacos y vicuñas que venían del norte. En algún momento de su historia, nuestros Andes secos, hogar de camélidos, debieron tener escenas similares a las de los actuales Andes peruanos y bolivianos, con sus siluetas de llamas y alpacas recortadas contra las cumbres nevadas.

 

Cactus de montaña

Parodia sellowii
Otro de los grupos de organismos emblemáticos de las zonas áridas son los cactus. Y los Andes secos son reconocidos como uno de los centros mundiales de diversidad de esta espinosa familia, albergando centenares de especies exclusivas, que sólo se encuentran en esta cordillera y en ningún otro lado del mundo. En comparación con los Andes centrales, Colombia tiene relativamente pocos cactus: cerca de 80 especies (comparar con 250 especies en Perú y 225 en Argentina). Resulta muy interesante observar las relaciones que nuestros cactus colombianos guardan con los del resto del continente. El cactus semisubterráneo Parodia sellowii es una especie muy localizada y amenazada del altiplano cundiboyacense. Sin embargo, este mismo cactus tiene una distribución muy amplia en una zona totalmente alejada de los Andes, en Argentina, Uruguay y el sur de Brasil. ¿Son estas dos poblaciones separadas los restos de una antigua población más ampliamente distribuida? ¿O, siendo que todas las demás especies de Parodia parecen ser originarias del sur del continente, es posible que la población colombiana de este cactus sea una inmigrante llegada en tiempos recientes a la región?

Browningia candelaris en Chile - M. Lejeune, 2006
Otro caso interesante es el que presentan los cactus Browningia. La mayoría de las especies de este género son peruanas, con algunas especies también presentes en Bolivia, Chile y Paraguay. Uno de estos cactus, la Browningia candelaris, es un emblema de la vegetación del altiplano entre Chile y Perú, muy fácil de reconocer por su apariencia desordenada, como si estuviera armado de pedazos pegados unos con otros en forma muy irregular. Pues bien, desde hace cerca de 20 años había rumores de que en Colombia también se encontraban cactus Browningia, pero no había evidencias de ello: nadie había fotografiado o colectado muestras de estos cactus en el país. Hasta que en el año 2005 se recogieron los primeros ejemplares en una pequeña zona del valle del Chicamocha, a 2300 metros de elevación. En este sitio, la Browningia hernandezii (dedicada al gran naturalista colombiano Jorge Hernández Camacho, quien fue el primero en llamar la atención sobre la presencia de este género de cactus en Colombia), es uno de los elementos dominantes de la vegetación, levantando sus tallos columnares hasta 7 m por encima del suelo. Si un cactus de este tamaño puede pasar tantos años desapercibido por la ciencia, sin duda habrá mucho más por descubrir en el mundo de las plantas y los animales de las zonas secas de los Andes.

Cactus columnares en Salta, Argentina