miércoles, 27 de febrero de 2013

Fincas al occidente de la Sabana – Los frailejones

Espeletia grandiflora
Los frailejones, esas extrañas plantas de alta montaña con un penacho de hojas peludas, son los personajes más destacados de los páramos. Y digo “personajes” con toda la intención, pues hay algo en ellos que llama a equipararlos a los seres humanos. No en vano, se dice que su nombre lo acuñaron los viajeros de los páramos, a quienes les parecía que la silueta de estas plantas, envuelta en la neblina, se asemejaba a la de un fraile perdido en la montaña. Su estatura sin duda ayuda a esta comparación, pues no es difícil hallar frailejones del tamaño de seres humanos. Gracias a esta cercanía, los frailejones se convierten en seres ideales para observar en ellos las relaciones ecológicas del páramo y para llamar nuestra atención sobre la importancia de conservar este ecosistema, clave para el abastecimiento de agua del país. La tarea es grande, pues así como no hay sólo un páramo tampoco hay sólo un frailejón. En realidad, Colombia es un país de frailejones, donde se han registrado hasta el momento cerca de 80 especies diferentes de este grupo de plantas. En nuestra región al occidente de la Sabana de Bogotá crecen 5 de estas especies, las cuales pueblan los cerros más altos de la región de Guerrero-El Tablazo en el municipio de Subachoque. Aquí damos un breve vistazo a la vida de estos frailejones.

Espeletia argentea

Espeletia argentea
Un frailejón “maleza”, que coloniza con relativa velocidad las áreas de bosque altoandino que son taladas y dejadas expuestas a la luz del sol. Es muy vistoso por sus hojas, estrechas como cintas, suaves y muy brillantes, de color plateado. Normalmente no tiene tronco o lo tiene muy corto, de menos de 50 cm de altura.

 

Espeletia barclayana

Este frailejón es exclusivo de los páramos del occidente de Cundinamarca y no se lo encuentra hacia el oriente ni hacia el sur (Chingaza, Sumapaz). Es la especie dominante alrededor del radar de El Tablazo, donde destaca por su aspecto compacto y por los pelos amarillentos que lo cubren. No tengo disponible una imagen de él, pero pueden ver fotografías en este enlace

 

Espeletia cayetana

Quizás el frailejón más escaso e interesante de nuestra región. Es exclusivo de los páramos del occidente de Cundinamarca, donde se lo considera amenazado de extinción. La especie se conocía de páramos situados más al norte, hacia San Cayetano. La población de Subachoque fue descubierta en el cerro Carrasposo durante el trabajo que realizamos José Luis Fernández y yo entre los años 1997 y 2006 para catalogar todas las plantas de la cuenca alta del río Subachoque. La Espeletia cayetana destaca por su color grisáceo y por sus hojas más anchas que las de otros frailejones de la región. Se pueden ver imágenes de la especie en este enlace

 

Espeletia grandiflora

Espeletia grandiflora
El frailejón más común de Cundinamarca, donde domina en muchos páramos. Sus largas inflorescencias se elevan por encima de la roseta de hojas. Uno de los espectáculos de alta montaña es divisar a lo lejos una ladera de páramo, salpicada por miles y miles de ejemplares de esta especie. Al igual que otros frailejones, esta Espeletia grandiflora es muy útil para la vida silvestre. El forro de hojas muertas que cubre su tallo oculta numerosos animalitos. Y sus flores son una importante fuente de alimento para insectos y colibríes.

 

Espeletiopsis corymbosa

Espeletiopsis corymbosa
De las 5 especies de frailejones de Subachoque, éste es el que crece a menor altura, pues, en sitios adecuados, puede descender hasta unos 2800 o 2900 metros sobre el nivel del mar. Es un especialista en crecer en suelos duros y rocosos, donde suele estar entremezclado con diversas especies de arbustos y árboles pequeños del bosque altoandino. Sus hojas son más rígidas y ásperas que las de los frailejones del género Espeletia. En Subachoque, florece sobre todo entre junio y septiembre y sus flores son visitadas por abejorros del género Bombus. Sus semillas son consumidas por chisgas (Carduelis spinescens), pequeñas aves granívoras comunes en nuestras montañas.

Frailejones en los páramos arriba de La Pradera, Subachoque

sábado, 23 de febrero de 2013

Loros, tucanes, osos, magnolios, palmas: la biodiversidad de Jardín, Antioquia

Tucancito (Aulacorhynchus prasinus) - B. Gratwicke - 2008

Un municipio lleno de vida

El municipio de Jardín, situado en las laderas de la cordillera Occidental, mirando hacia el río Cauca, es uno de los sitios más interesantes para conocer nuestra biodiversidad de montaña. Jardín se extiende desde los 1500 m hasta unos 3000 m de elevación, un rango que permite el establecimiento de diversas zonas de vida. En la franja de clima templado ya son pocos los bosques nativos que sobreviven, pues hace rato fueron talados, abriendo campo para la siembra de café. Hacia las laderas más altas, por el contrario, persisten importantes extensiones de bosque, que se adentran hacia el vecino departamento de Caldas. Estos bosques, aunque amenazados por la tala, todavía forman un refugio de máxima importancia para la fauna y flora nativas, el último en su clase para muchas especies de plantas y animales de Antioquia.

Loros de montaña

Entre los animales más interesantes que se pueden observar en Jardín están los loros andinos. El más famoso de ellos es el loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), el cual vive asociado a las palmas de cera (Ceroxylon quindiuense) que pueblan los bosques de las laderas altas. El loro cría sólo en agujeros en los troncos de palmas viejas. Por varios siglos, el loro orejiamarillo ha perdido enormes extensiones de su hábitat, al ser talados los bosques y las palmas de cera de las tres cordilleras. Cada vez se fue haciendo más raro, hasta que, en los años 90 del siglo XX, se llegó incluso a pensar que se había extinguido. Luego de varias expediciones en su búsqueda, una de ellas finalmente tuvo éxito. Una población de loros orejiamarillos fue descubierta en 1999 en Roncesvalles, Tolima. Poco tiempo después, se hizo el descubrimiento de la población de loros orejiamarillos en Jardín. Y, recientemente, se ha descubierto una tercera población en Colombia, en el municipio de Cubarral, Meta, en la vertiente oriental de la cordillera Oriental. Gracias a intensas labores de conservación de los loros y de las palmas de cera realizadas principalmente por la fundación ProAves en los sitios donde se lo ha encontrado, la especie está en franca recuperación: actualmente se estima que la población de estas aves supera los 1000 ejemplares. El loro orejiamarillo no vive solo. Los mismos cielos que él surca, son atravesados por parejas o pequeños grupos del perico frentirrojo (Aratinga wagleri) y de la cotorra oscura (Pionus chalcopterus).

 

La variedad de flora y fauna

Hoja de Columnea dimidiata
En los diferentes climas de Jardín se encuentra una muestra muy interesante de plantas y animales andinos. Entre la flora destacan especies endémicas como los molinillos, almanegras o magnolios nativos (Magnolia jardinensis, Magnolia yarumalensis, EN) y la Passiflora jardinensis. Además de especies notables y amenazadas como el pino colombiano (Retrophyllum rospigliosii, NT), palma de cera cafetera (Ceroxylon alpinum, EN), palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense, EN), roble (Quercus humboldtii, VU) y cedro (Cedrela montana, VU). Entre las aves destaca la presencia de frugívoras de gran tamaño; entre ellas las pavas o guacharacas (Chamaepetes goudotii, Ortalis columbiana), los loros (Ognorhynchus icterotis, EN, Aratinga wagleri, Pionus chalcopterus), el tucancito (Aulacorhynchus prasinus) y la oropéndola o gulungo (Psarocolius angustifrons); todas éstas son aves sensibles a la deforestación y a la fragmentación de sus hábitats naturales y ya han desaparecido de muchas zonas de las cordilleras donde no se ha mantenido la integridad y conectividad de los bosques andinos. Se ha reportado también una variedad de mamíferos, incluyendo especies como las “chuchas” (Didelphis marsupialis, Didelphis pernigra), “oso hormiguero” (Tamandua mexicana), “gurre” o armadillo (Dasypus novemcinctus), “lobo” (Cerdocyon thous), “oso” (Tremarctos ornatus, VU), “puma” (Puma concolor, NT), “tigre lanchero” (Leopardus pardalis, NT), “tigre gallinero” (Leopardus tigrinus, VU), “cusumbo” (Nasua nasua), “perro de monte” (Potos flavus), “marteja” (Bassaricyon gabbii), “zorro” (Eira barbara), “venado” (Mazama americana), “ardilla” (Sciurus granatensis), “erizo” (Coendou rufescens), “guagua castellana” (Cuniculus paca), “guagua serranera” (Cuniculus taczanowskii) “guagua loba” (Dinomys branickii, VU) y “guatín” (Dasyprocta punctata).

 

Los bosques de La Esperanza

Nadador (Sapium stylare) en La Esperanza
Uno de los sitios donde mejor pude conocer la biodiversidad de Jardín es en la finca La Esperanza, propiedad de mi amigo Douglas Knapp. Esta finca, de 3 hectáreas de extensión, alberga algunos parches de bosques nativos, numerosos árboles grandes dispersos, una antigua plantación de café y matorrales en regeneración.  En La Esperanza realicé en Julio de 2012 un Inventario de Biodiversidad. Gracias a este estudio, ahora conocemos la presencia de 249 especies de plantas en esta reserva. Las observaciones de aves  realizadas por José Fernando Castaño y Douglas Knapp, sumadas a las aves observadas durante el Inventario, dan un total de 122 especies registradas para el lugar. Entre estas aves se cuentan especies tan interesantes como el loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), que baja a comer frutos de los árboles de lechero o nadador (Sapium stylare); la endémica guacharaca colombiana (Ortalis columbiana), que emite su ruidoso canto por las mañanas; además del también endémico hormiguero de Parker (Cercomacra parkeri) y del casi endémico saltarín dorado (Xenopipo flavicapilla). La Esperanza se está constituyendo como un sitio de observación de aves, con confortables alojamientos y un fácil acceso a reservas cercanas, donde es posible encontrar una variedad de aves raras y amenazadas. También se están planeando proyectos de reforestación y de recuperación de especies amenazadas de flora. Para los que quieran saber más, el sitio tiene una página de internet en construcción (en inglés), en la siguiente dirección: http://www.laesperanza.co/

Cabecera municipal de Jardín, vista desde la finca La Esperanza

martes, 12 de febrero de 2013

Una guía para restaurar los ecosistemas de Colombia - Los valles interandinos

Bosque seco tropical - Río Chocho, Cundinamarca
Si usted es un propietario de una finca o un conservacionista que quiere emprender un proyecto de restauración de los bosques y de la fauna silvestre, es un buen punto iniciar conociendo su área. Antes de restaurar algo, hay que preguntarse: ¿Cómo eran los antiguos ecosistemas que había en esta región? ¿Qué especies de plantas y animales vivían aquí? ¿Cuáles siguen existiendo todavía? ¿Cuáles son las especies endémicas (exclusivas) de la región? ¿Cuáles especies están más amenazadas de extinción? Si voy a iniciar la creación de corredores de bosque en un terreno completamente despejado ¿cuáles son las especies de flora más adecuadas que debería plantar?

Colombia es un país tan variado que la respuesta a cada una de estas preguntas es diferente dependiendo de la región. Aquí continuamos con una serie de artículos que traen la información básica para cada una de estas áreas.

Los valles interandinos

Valle del río Chocho, bajando al Magdalena
Estos incluyen las regiones del Alto Magdalena, el Alto Cauca, el cañón del Chicamocha y las cuencas secas de los ríos Dagua y Patía, con alturas que oscilan principalmente entre 200 y 1500 m de elevación (a veces un poco más alto). En general, se trata de valles bajo la influencia de la sombra de lluvia: las altas montañas que los rodean atrapan la mayor parte de la precipitación que traen las nubes, dejando relativamente poca lluvia disponible para las partes más bajas. Las zonas de vida predominantes son conocidas como Bosque seco tropical y Bosque muy seco tropical. La vegetación natural está compuesta por bosques y matorrales y por vegetación de sabana. La flora está adaptada para resistir temporadas más o menos prolongadas de sequía; cuando falta el agua, muchos árboles pierden las hojas, las hierbas se secan y las semillas aguardan las siguientes lluvias para germinar. Los ríos y quebradas son corredores de vida, donde la vegetación se mantiene verde todo el año y a donde acuden muchos animales durante las temporadas de sequía.

Los valles interandinos se cuentan entre los ambientes más alterados del país debido a la acción de los seres humanos. En ellos, el clima y suelo han resultado muy favorables para el establecimiento de la ganadería extensiva y de amplios monocultivos, de modo que la mayor parte de la vegetación natural ha sido destruida, especialmente en las zonas planas. La urbanización y la industrialización también han jugado un papel en el deterioro ambiental de la región. Cali, la tercera ciudad más grande del país, se encuentra en esta área. La vegetación natural de las zonas secas todavía sobrevive en zonas de ladera, en los suelos más pobres, a lo largo de cursos de agua, como matorrales a orillas de caminos y como árboles dispersos en los potreros. Hay mucho potencial para proteger y aumentar esta vegetación, buscando ampliar y conectar las zonas de conservación. Sin importar si se trata de terrenos pequeños o de extensas haciendas, es posible imaginar corredores biológicos recorriendo los linderos de cada finca, conectando la región y compensando la pérdida de biodiversidad que causan los extensos monocultivos.

Biodiversidad

Atrapamoscas apical (Myiarchus apicalis) - Endémico
Comparados con otras zonas más húmedas del país, situadas a una elevación similar, los valles interandinos albergan una biodiversidad relativamente moderada; de todos modos esta biodiversidad, comparada con la de otros países, sigue mostrándose como muy rica. Tomando la región como un todo, se puede estimar la presencia en ella de cerca de 130 especies de mamíferos, más de 400 especies  de aves, 80 especies de reptiles, más de 40 especies de anfibios, cerca de 130 especies de peces y más de 1000 especies de plantas vasculares.

A modo de comparación, el Reino Unido, con un área 8 veces mayor que la cubierta por los valles interandinos, tiene una biodiversidad que incluye poco más de 100 especies de mamíferos, casi 600 especies de aves, 7 especies de reptiles, 7 especies de anfibios y 2300 especies de plantas vasculares.

Endemismo

Flor de mayo (Cattleya trianaei) - Endémica
Entre las especies prioritarias para la conservación en los valles interandinos se cuentan las especies endémicas, es decir, las que sólo se encuentran en estos valles y en ningún otro lado del mundo. Si la gente que vive en estos valles no las cuida, ¿quién más en el mundo podrá hacerlo? Las endémicas más notables incluyen tres especies de aves: el carpinterito punteado (Picumnus granadensis), el atrapamoscas apical (Myiarchus apicalis) y la eufonia frentinegra (Euphonia concinna). Entre los reptiles destaca la serpiente coral endémica Micrurus sangilensis. La flora también presenta endémicas de gran interés, como la zamia (Zamia encephalartoides), el angarillo (Chloroleucon bogotense), el barrigón (Cavanillesia chicamochae) y el carrapo (Bulnesia carrapo); además de cactus como Melocactus pescaderensis, Opuntia bella y Pilosocereus colombianus; y la Flor Nacional de Colombia, la orquídea flor de mayo (Cattleya trianaei).

¿Cuáles son las especies más amenazadas?

Caimán agujo (Crocodylus acutus) - T. Castelazo - 2006
Entre las especies de mamíferos que han sido catalogados como amenazadas en los valles interandinos destacan el mico de noche (Aotus griseimembra, VU), nutria (Lontra longicaudis, VU), puma (Puma concolor, NT) y tigrillos (Leopardus pardalis, NT, Leopardus wiedii, NT). El venado de cola blanca (Odocoileus virginianus) se encuentra amenazado de extinción a nivel local. En décadas pasadas habitaron en la región el jaguar (Panthera onca), la danta (Tapirus terrestris) y la tatabra o pecarí de labios blancos (Tayassu pecari), pero estos animales ya desaparecieron del área debido al exceso de cacería y a la destrucción del hábitat. Entre las aves, destacan como especies amenazadas la guacharaca colombiana (Ortalis columbiana, VU) y el tachurí barbado (Polystictus pectoralis, NT). Entre los reptiles el caimán agujo (Crocodylus acutus, CR), la tortuga de río (Podocnemis lewyana, CR) y la morrocoy (Chelonoidis carbonaria, CR). Entre los anfibios amenazados está la rana venenosa del Cauca (Dendrobates bombetes, VU). Entre los peces amenazados se cuentan el pataló (Ichthyoelephas longirostris, EN), bocachico (Prochilodus magdalenae, CR), picuda (Salminus affinis, VU) y bagre rayado (Pseudoplatystoma fasciatum, EN). Las especies de flora amenazadas incluyen valiosos árboles maderables como el cumulá o carreto (Aspidosperma polyneuron, EN), guayacán (Guaiacum officinale, CR) y cedro (Cedrela odorata, EN).

Es muy importante conocer y proteger estas especies. Conservarlas significa usualmente conservar su hábitat; si esto se logra hacer exitosamente, se pueden llegar a salvar centenares de otras especies de plantas y de animales que comparten su hogar con las especies amenazadas.

¿Cuál era la flora de los antiguos bosques?

Dosel del bosque seco tropical, visto desde lo alto
La presencia y abundancia de las siguientes especies suele indicar bosques de edad avanzada. Entre sus árboles se encuentran algunas de las mejores maderas de la región.

ÁRBOLES: Diomate, gusanero (Astronium graveolens), cumulá, carreto (Aspidosperma polyneuron), chicaláes, floramarillos, guayacanes (Tabebuia chrysantha, T. ochracea), ocobo, guayacán rosado (Tabebuia rosea), gualanday (Jacaranda caucana), indio desnudo, caratero (Bursera simaruba), acuápar, ceiba de leche (Hura crepitans), algarrobo (Hymenaea courbaril), bao (Platymiscium hebestachyum), capote (Machaerium capote), iguá (Pseudosamanea guachapele), orejero (Enterolobium cyclocarpum), samán (Samanea saman), volador (Gyrocarpus americanus), cedro (Cedrela odorata), cedrillo, bilbil (Guarea guidonia), guacharaco (Cupania latifolia), mamoncillo (Melicoccus bijugatus), carrapo (Bulnesia carrapo), guayacán (Guaiacum officinale). PALMOIDES: Corozo (Acrocomia aculeata), palma amarga (Sabal mauritiiformis), palma de vino (Attalea butyracea), palma zancona (Syagrus sancona). TREPADORAS: Pitayas (Hylocereus spp., Selenicereus spp.), bejucos escalera (Bauhinia spp.) EPÍFITAS: Anturio, hoja de piedra (Anthurium crassinervium), barbas (Tillandsia usneoides), cardos o quiches (Tillandsia elongata, T. flexuosa, T. juncea, T. recurvata), disciplinas (Rhipsalis baccifera), flor de mayo (Cattleya trianaei).

Los bosques secos tropicales son ambientes más inestables que los bosques húmedos. A lo largo de su historia se han contraído o expandido, dependiendo del clima reinante. Su vegetación es presa fácil de los incendios, que, si son reiterados, pueden abrirla y transformarla en sabana. Por esta razón, las plantas dominantes en los bosques secos suelen ser fuertes y adaptables; por lo general, necesitan menos sombra durante sus etapas tempranas de desarrollo que las plantas de los viejos bosques húmedos; además, muchos árboles tienen un crecimiento relativamente rápido. Estas características hacen que las especies del bosque seco tropical sean relativamente fáciles de propagar en áreas abiertas.

¿Cuáles especies plantar?

Palma de vino (Attalea butyracea)
Si se va a iniciar la restauración de un terreno completamente abierto en la región de los valles interandinos, las siguientes especies resultan muy adecuadas.

ÁRBOLES: Escobillo, majagüillo (Xylopia aromatica), hobo, jobo (Spondias mombin), chicaláes, floramarillos, guayacanes (Tabebuia chrysantha, T. ochracea), ocobo, guayacán rosado (Tabebuia rosea), gualanday (Jacaranda caucana), totumo (Crescentia cujete), gomo (Cordia dentata), indio desnudo, caratero (Bursera simaruba), tatamaco (Bursera tomentosa),  verraquillo, zurrumbo (Trema micrantha), olivos, naranjuelos (Capparis spp.), acuápar, ceiba de leche (Hura crepitans), algarrobo (Hymenaea courbaril), cují, doncello (Prosopis juliflora), bayo, guacamayo (Senegalia polyphylla), guamos (Inga spp.), matarratón (Gliricidia sepium), orejero (Enterolobium cyclocarpum), payandé (Pithecellobium dulce), samán (Samanea saman), balso (Ochroma pyramidale), ceibas (Ceiba pentandra, Pseudobombax septenatum), guácimo (Guazuma ulmifolia), chitató (Muntingia calabura), guayabo (Psidium guajava), dinde (Maclura tinctoria), higuerones, matapalos (Ficus spp.), varasanta (Triplaris americana), tachuelos (Zanthoxylum spp.), ondequera (Casearia corymbosa), yarumo (Cecropia peltata).

Al lado de cursos de agua se pueden plantar las siguientes especies: nacedero, cajeto (Trichanthera gigantea), caracolí (Anacardium excelsum), achí, guamo playero (Zygia longifolia), cachimbo (Erythrina fusca), minás, cámbulo (Erythrina poeppigiana) y guadua (Guadua angustifolia).

En zonas que se incendian con frecuencia, dos de las especies que sobreviven al fuego y que mejor prosperan son: chaparro (Curatella americana) y noro o peralejo (Byrsonima crassifolia).

En sitios protegidos, donde haya otra vegetación y una suave sombra, se pueden plantar especies que necesitan de un poco más de protección del sol. Estas especies incluyen: diomate, gusanero (Astronium graveolens), cumulá, carreto (Aspidosperma polyneuron), bao (Platymiscium hebestachyum), capote (Machaerium capote), iguá (Pseudosamanea guachapele) y cedro (Cedrela odorata).

PALMOIDES: Corozo (Acrocomia aculeata), palma de vino (Attalea butyracea). ARBUSTOS: Cardones (Cephalocereus colombianus, Cereus hexagonus, Stenocereus griseus), pitaya (Acanthocereus tetragonus), tunas (Opuntia spp.), añil (Indigofera suffruticosa), clavellino (Caesalpinia pulcherrima), mortiños (Clidemia spp.), tunos, nigüitos (Miconia spp.), mosqueros (Croton spp.), lantanas (Lantana spp.) TREPADORAS: Ojos de venado (Mucuna spp.) HIERBAS: Fique (Furcraea cabuya), piñuela (Bromelia karatas), cabecenegro (Melocactus curvispinus). A orillas de los cursos de agua, se pueden plantar la iraca (Carludovica palmata), platanillos (Heliconia spp.) y bihao (Calathea lutea).