sábado, 27 de octubre de 2012

Caracoles, babosas y otros moluscos

Moluscos continentales

Caracol Orthalicidae en el bosque andino
Hace un tiempo le he estado dando vueltas a la idea de aprender un poco más sobre ciertos pequeños organismos que viven por todas partes y que, a pesar de su gran importancia para el funcionamiento del mundo, pasan casi desapercibidos ante la mayor parte de nosotros. Estoy hablando de seres como los hongos, los musgos y los moluscos, por poner sólo unos pocos ejemplos (¡y claro, si nos vamos a lo microscópico, podríamos hablar también de los ácaros, las bacterias y aún más hongos!) Pues bueno, las cosas se han dado por el lado de los moluscos. De visita a una de las librerías de la Universidad Nacional encontré un excelente libro que compila todas las especies de caracoles, babosas y bivalvos de agua dulce que se han encontrado hasta el momento en Colombia: “Catálogo de los moluscos continentales de Colombia”, de Edgar Linares y Mónica Vera (no se ilusionen los que buscan fotos e ilustraciones, el libro sólo trae texto científico). Para el aficionado a los moluscos, esta publicación tiene muchos datos de interés. Al igual que en otros grupos de organismos, el país es sumamente rico en babosas, caracoles y bivalvos: son 659 especies las que se han registrado viviendo en nuestros bosques, campos, pantanos, lagunas, ríos y ciudades. Y una vez más, los Andes se muestran como el epicentro de la biodiversidad colombiana: 283 especies son exclusivas de esta región, en comparación con 124 exclusivas de la región Caribe y con 30 exclusivas de la Amazonía.

Algunos moluscos

Helix aspersa - L.M. Bugallo Sánchez, 2006
Uno de los primeros caracoles con los que se encontrarán los habitantes de Bogotá no es nativo de Colombia: se trata del caracol común de jardín (Helix aspersa); esta especie europea fue introducida a Colombia en los años 70 del siglo XX con el fin de cultivarla para la producción de carne (escargot). Algunos caracoles salieron de los cultivos y rápidamente se propagaron; ahora, una simple búsqueda entre las matas de un jardín o a lo largo de un muro, especialmente de noche y en épocas lluviosas, nos puede revelar la presencia de decenas de estos moluscos invasores. Las babosas son otros moluscos que se encuentran con facilidad; en general, éstas no son bien vistas por los jardineros y los horticultores; sin embargo, ellas son, al mismo tiempo, manjares para ranas, sapos, musarañas, aves y muchos otros animales silvestres. Si miramos dentro de algunos estanques, podremos encontrar pequeños caracoles acuáticos, entre ellos especies de la familia Physidae. Y una búsqueda entre la espesa vegetación nativa nos permitirá hallar muchas especies más; especialmente importantes en nuestras montañas son los caracoles de la familia Orthalicidae; decenas de conchas de estos moluscos pueden ser halladas esparcidas en el suelo bajo matorrales secos de clima frío.

Pies, micromoluscos y otras cosas raras

Caracol Physidae deslizándose "boca arriba" sobre la superficie del agua
Un breve repaso a la anatomía y la vida de los moluscos nos muestra cosas muy extrañas. La superficie del cuerpo sobre la que se desplazan los caracoles y babosas es llamada “pie” (de ahí el nombre de gastrópodos – es decir estómago-pie, con el que se los conoce). Estos animales son hermafroditas; aunque poseen los dos sexos, de todas formas buscan un compañero para aparearse; la parte masculina de cada uno de ellos fertiliza a la femenina del otro ejemplar. Y luego, a poner huevos en un sitio protegido y abandonarlos. ¡Ya se criarán solos esos caracolitos! Resulta asombrosa la gran cantidad de caracoles que pasan desapercibidos ante nuestros ojos: muchas especies son micromoluscos, caracoles tan pequeños que apenas miden unos pocos milímetros, incluso cuando son adultos. Rebuscando un poco entre el pasto húmedo, entre el musgo y la hojarasca de un bosque, encontraremos muchos de estos minicaracoles; como tan a menudo sucede, es muy poco lo que sabemos sobre la vida de estos animalitos. Pero estoy seguro que un estudio de los moluscos, con paciencia y cuidado, seguirá aportando datos interesantísimos a nuestro conocimiento del medio natural.

lunes, 15 de octubre de 2012

Fincas al occidente de la Sabana - Biodiversidad, endemismo y especies amenazadas

Municipios con diversidad de países

Chusques, helechos, cucubos, orquídeas,...biodiversidad a la vista
En varios escritos he hecho mención de la gran biodiversidad presente al occidente de la Sabana de Bogotá (municipios de San Francisco, La Vega, El Rosal y Subachoque). Aquí recopilo de nuevo algunos datos interesantes al respecto. La diversidad de estos cuatro municipios, que juntos cubren un área de 570 km2, es, a grandes rasgos, comparable a la de países completos de latitudes templadas. Los estimados de biodiversidad para la región al occidente de la Sabana de Bogotá incluyen cerca de 130 especies de mamíferos, 400 especies de aves y unas 3000 especies de plantas vasculares (plantas con semilla y helechos). A modo de comparación, el Reino Unido, con un área 400 veces mayor, alberga un poco más de 100 especies de mamíferos, casi 600 especies de aves y unas 2300 especies de plantas vasculares. Uruguay, con un área 300 veces mayor, alberga 130 especies de mamíferos, más de 450 especies de aves y unas 2500 especies de plantas vasculares.

 

Especies endémicas

Dendropsophus labialis - Uno de los muchos anfibios endémicos
Entre los animales y plantas más interesantes que se encuentran en la región al occidente de la Sabana de Bogotá se cuentan los endémicos, es decir, los que sólo viven en Colombia y que no se hallan en ningún otro país del mundo. En comparación con toda la diversidad de especies presentes en la región, las endémicas forman un grupo relativamente pequeño. Entre los cientos de animales vertebrados que viven aquí, es posible que no haya más de 30 o 40 especies endémicas (la mayor parte de ellas anfibios, poco estudiados todavía). Entre las plantas vasculares, las endémicas pueden llegar a sumar cerca de 100 especies (poco más del 3% de la flora). En general, aunque se pueden encontrar especies endémicas por todo el rango altitudinal de la región, éstas tienden a ser más diversas hacia las laderas más altas, por encima de 2500 metros de elevación. Entre los pocos mamíferos endémicos presentes en el área destaca el curí silvestre (Cavia anolaimae), muy común en las altas montañas y páramos de Subachoque. Entre las aves destacan tres especies endémicas: el chamicero (Synallaxis subpudica) y dos colibríes, el inca negro (Coeligena prunellei) y la amazilia frentiazul (Amazilia cyanifrons). El anfibio endémico más común y fácil de registrar es la rana Dendropsophus labialis, cuyo croar es uno de los sonidos nocturnos más comunes de las tierras frías. Entre la flora, destacan árboles endémicos como el camargo (Verbesina crassiramea), cedrillo (Brunellia propinqua), chuguacá (Hieronyma rufa), hojarasco (Magnolia caricifragrans), mortiño (Hesperomeles goudotiana), uche (Prunus buxifolia) y yucos (Schefflera bogotensis, S. fontiana); palmas como Aiphanes concinna y la palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae); y 5 especies de frailejones (Espeletia argentea, E. barclayana, E. cayetana, E. grandiflora, Espeletiopsis corymbosa). Algunas de las endémicas más interesantes tienen sus poblaciones principales en la región, a veces sin que se conozcan de ninguna otra parte del país. Entre estas súper-endémicas se encuentran plantas con extrañas flores como la Centropogon pinguis, Centropogon vaughianus, la labiada Scutellaria parrae y la orquídea Lepanthes debedoutii.

 

Especies amenazadas

Scutellaria parrae, especie endémica y amenazada, propia de San Francisco
La región al occidente de la Sabana de Bogotá ha sufrido diversas alteraciones del medio ambiente debido a las actividades humanas. La deforestación ha acabado con la mayor parte de los bosques y esto, sumado a la cacería, ha causado la extinción de los mamíferos más grandes (oso, puma, jaguar, dantas, saínos, etc.) y de varias aves frugívoras de gran tamaño (p. ej. loros) que debieron habitar en la región hasta tiempos históricos. Varias de las especies de fauna y flora que todavía sobreviven han sido catalogadas como amenazadas de extinción. Entre los mamíferos destacan como amenazados el tigrillo (Leopardus tigrinus, VU) y el tinajo o borugo (Cuniculus taczanowskii, NT). Entre las aves, la especie más amenazada es el inca negro (Coeligena prunellei, VU). Entre la flora, han sido catalogados como amenazados árboles maderables como el cedro de clima frío (Cedrela montana, VU), hojarasco (Magnolia caricifragrans, EN), nogal (Juglans neotropica, EN), pino romerón (Retrophyllum rospigliosii, NT) y roble (Quercus humboldtii, VU). También otras especies de flora como la palma de cera de Sasaima (Ceroxylon sasaimae, CR), el frailejón Espeletia cayetana (EN), la labiada Scutellaria parrae (CR) y las orquídeas Masdevallia caudata (EN) y Odontoglossum gloriosum (VU).

 

Zonas para cuidar

Tigrillo (Leopardus tigrinus) - Geigy, 2009
El mayor número de especies amenazadas en la región parece estar concentrado en las vertientes exteriores que miran al occidente, en la franja altitudinal entre 2000 y 2500 m de elevación; en los escasos restos de bosques que quedan en las cañadas y laderas de esta franja es donde se ha hallado al inca negro y casi 30 árboles de bosque maduro que están amenazados a nivel global o local. Por otro lado, la franja más valiosa y viable para la conservación a largo plazo en la región es el extenso corredor de bosques y páramos que persiste en los escarpes altos; este corredor se mantiene intacto en muchas partes y es un hábitat clave para una mayoría de las especies endémicas y para los mamíferos de tamaño mediano que habitan en la región (tigrillo, zorro, cusumbo, comadreja, puercoespín, tinajo, curí, mono nocturno, ardillas, chucha, armadillo y perezoso).

viernes, 12 de octubre de 2012

La utilidad de los helechos, zarzas y otras malezas

Vida de invasoras

Matorral de chusque (Chusquea scandens)
Hay una serie de plantas que por su gran vitalidad y su manera de imponerse en los ecosistemas, son consideradas malezas. Entre estas plantas se cuentan especies nativas como los chusques (Chusquea spp.), el helecho marranero (Pteridium arachnoideum), las zarzas o moras (Rubus spp.) y el bejuco coronillo (Muehlenbeckia tamnifolia); también especies exóticas como el retamo liso (Genista monspessulana) y el retamo espinoso (Ulex europaeus). Finqueros y conservacionistas por igual han considerado a todas estas plantas una especie de plagas que deben ser erradicadas para proteger los potreros y bosques de las fincas, para evitar cambios no controlados en la vegetación, para evitar que los árboles sean cubiertos por el poderoso manto vegetal de esta flora. ¿Realmente son estas malezas una especie de engendro de la naturaleza? ¿Vale la pena luchar contra ellas? ¿Nos hemos preguntado alguna vez qué papel juegan en los ecosistemas, para qué sirven? ¿Conocemos las cosas básicas de su ciclo de vida? Si no tenemos una respuesta a estas preguntas ¿realmente tenemos una base sólida para tomar la decisión de luchar contra ellas?

 

Manejos distintos

Helecho marranero (Pteridium arachnoideum)
Primero dejemos algo claro: una cosa es erradicar el helecho marranero de los potreros, donde está demostrado que su consumo causa hematuria en el ganado, un mal que se manifiesta por la presencia de sangre en la orina; otra cosa completamente distinta es pretender erradicar al mismo helecho de una zona de conservación o recuperación ambiental, donde no hay pastoreo de animales. Una finca ideal tiene dos tipos de zonas: las de producción y las de conservación. Cada una de estas zonas debe recibir un manejo propio y especial. Las reglas que se aplican a las zonas productivas (como erradicar los helechos) no se deben aplicar a las zonas de conservación. Y viceversa: si reconocemos que los helechos hacen parte de la vegetación nativa y los dejamos crecer en las zonas de conservación, eso no significa que debamos dejar que prosperen también en las zonas productoras de la finca. Una buena parte de la confusión que ha reinado en nuestro manejo de las fincas, los ecosistemas y las malezas radica en que por años hemos empleado manejos sacados de la experiencia agropecuaria para aplicarlos a las zonas de conservación. Y, por otro lado, los conservacionistas más extremos pueden llegar a creer que “hay que dejar que todo crezca” en todas partes, lo cual tampoco va a dar un buen funcionamiento. En resumen, cada cosa en su sitio. Y...¿tienen entonces un sitio los helechos y demás malezas?

 

La necesidad de luz

Interior del matorral de chusque
Un primer acercamiento a la vida de estas malezas: todas estas especies son plantas con altos requerimientos de luz, propias de ambientes abiertos y de las primeras etapas de la regeneración natural de un bosque. Si se deja un potrero o una zona cultivada abandonados a sí mismos y se inicia la regeneración natural de la vegetación, las plantas de crecimiento más agresivo ocuparán muchos lugares por varias décadas; pero, con el tiempo, ellas mismas hacen mucha sombra; sus semillas no pueden seguir germinando bien en la oscuridad que crea la densa capa vegetal que ellas mismas forman. Árboles y arbustos mejor adaptados a crecer en condiciones de oscuridad van ocupando poco a poco, década tras década, el sitio de las malezas. Finalmente, quizás tras 30, 50 o 70 años, las malezas envejecen y mueren, dejando su espacio para que lo cierren los árboles del nuevo bosque. Los árboles y arbustos del bosque maduro tienen la capacidad de regenerarse en la sombra y la hojarasca que ellos mismos crean; las malezas no tienen esta capacidad. Por eso, cuando se entra al interior de un viejo bosque maduro, lejos de corrientes de agua y de otras zonas de disturbio natural, casi no se encuentran malezas; y si alguna aparece, se ve a las claras que es un solo ejemplar, nacido quizás en un claro del bosque, sin mayores posibilidades de expansión...a menos que, por alguna razón, el bosque sea abierto...

 

Malezas y aves

Arañero (Basileuterus nigrocristatus) - M. Woodruff, 2007
Más datos interesantes aparecen al estudiar la vida de las malezas. Para empezar, hay toda una comunidad de aves de sotobosque que prefieren los sitios cubiertos con malezas altas, que les ofrecen más recursos que el propio bosque. Los matorrales jóvenes, llenos de chusques, zarzas, helechos y enredaderas, albergan una gran abundancia de insectos, los cuales son el alimento de aves como reinitas, gorriones de bosque, tororois, tapaculos, atrapamoscas, cucaracheros y muchísimas otras aves de matorral. Estas tímidas aves, que nunca se atreverían a reproducirse al descubierto ni entre los ordenados árboles de un jardín, ocultan sus nidos en la maraña de vegetación formada por las malezas. O sea, las malezas les ofrecen a estas aves algo que otros ambientes no tienen en tanta abundancia: comida y refugio.

 

Malezas y otros animales

Una de las mariposas del chusque - la Lasiophila prosymna
Las relaciones van más allá y se extienden a otros grupos de organismos: las zarzas espinosas forman un refugio ideal para que conejos, curíes y otros mamíferos silvestres se oculten cuando los persigue un perro u otro depredador (con este fin han sido plantadas, en forma muy adecuada, en sitios como el humedal de La Conejera). Los chusques son las plantas más importantes para las mariposas de clima frío: en muchas fincas, el 40% de las especies de mariposas sólo comen hojas de chusque cuando son orugas. El helecho marranero es una excelente planta nodriza para algunos árboles que necesitan sombra (mis primeros encenillos cultivados en Subachoque fueron 50 plántulas recogidas debajo de un helechal). Y el bejuco coronillo produce tantos frutos como el mejor de los frutales silvestres: cotingas, clarineros, torcazas y otras aves de bosque se aglomeran sobre los bejucos en floración para comer su cosecha. Es cierto que las malezas se pueden tragar algunos pedazos de la finca, varios árboles enteros. Pero también podemos preguntarnos: ¿esas malezas le aprovechan a algunos seres? ¿Queremos formar bosques artificiales sin una sola enredadera o más bien queremos ambientes llenos de fauna silvestre?

 

Las especies exóticas

Retamo (Genista monspessulana)
Las malezas que no son nativas de Colombia también nos ofrecen un espacio para reflexionar. A pesar de que las especies invasoras son consideradas una amenaza para la biodiversidad en todo el mundo, en su concepción y manejo han predominado más la prisa, el temor y las observaciones parciales. Un buen ejemplo de malezas invasoras lo ofrecen el retamo liso y el retamo espinoso, ambos arbustos exóticos de origen europeo. Traídos a Colombia de manera intencional, como plantas para formar setos y jardines, se han salido de control y ahora crecen en forma silvestre en muchas montañas. Al igual que todas las pioneras nativas, estas dos especies aman la luz y los disturbios en la vegetación; las quemas y muchos de los intentos por erradicarlas no hacen sino favorecer su propagación: pues son disturbios que dejan los terrenos abiertos, ambientes ideales para la germinación de sus semillas. Sin embargo, no hay que pasar por alto que estas plantas, incluso aquí en Colombia, terminan por ocupar un lugar en los nuevos ecosistemas, lugar donde cumplen con las reglas y la función que les ha tocado representar en la naturaleza. Y es muy interesante ver cómo las especies nativas se integran a estas malezas exóticas. En Monserrate (en los Cerros Orientales de Bogotá) donde siglos de tala de árboles, quemas y destrucción de la vegetación han erradicado buena parte de la flora nativa, las aves de los cerros se han adaptado a vivir entre el matorral formado por retamos. Las densas marañas de las plantas introducidas, entremezcladas con altos eucaliptos, forman un hábitat adecuado para el chamicero endémico (Synallaxis subpudica), para el casi endémico conirostro (Conirostrum rufum) y para el amenazado colibrí Eriocnemis cupreoventris. Si, en vez de todas estas malezas exóticas formadoras de matorrales, hubiera allí sólo potreros, ninguna de estas aves podría sobrevivir. ¿Tienen alguna utilidad las exóticas? Nos queda la reflexión...