miércoles, 3 de junio de 2020

Los vecinos que esperábamos conocer

Pato turrio (Oxyura jamaicensis)
A finales del año pasado salió publicado por la Alcaldía de Bogotá uno de los libros más completos que se han realizado hasta el momento sobre la fauna de Bogotá: Vecinos inesperados. Relatos sobre la fauna silvestre en Bogotá. Este libro, homónimo del documental también estrenado en esas fechas sobre la fauna capitalina, nos muestra, ficha tras ficha, con espectaculares fotografías, la asombrosa cifra de 20 mamíferos, 168 aves, 6 reptiles, 8 anfibios, 2 peces y 21 invertebrados, todos viviendo en la ciudad y sus alrededores.

Esto representa aproximadamente la mitad de las especies de mamíferos nativos, 60% de las aves, la totalidad de los reptiles, 70% de los anfibios y dos tercios de los peces nativos que se han registrado en el Distrito, reunidos todos juntos en una misma publicación. De los invertebrados aparece apenas un pequeño muestrario, suficiente para enseñar algunas especies emblemáticas como la mariposa espejito o el marranito de la humedad y contar sobre su importancia. Pero claramente, por cuestiones de espacio y por la dificultad para identificar y encontrar información suficiente sobre este grupo tan diverso de pequeños seres (que potencialmente tiene miles de especies viviendo en la región), los invertebrados incluidos representan apenas una fracción (posiblemente menos del 1%) de su verdadera diversidad.

Así de increíble, en apariencia interminable, resulta ser la variedad de formas de vida que se encuentra en esta región de los Andes colombianos.

El libro está dirigido al público general y pretende generar asombro, interés y un mayor conocimiento sobre todas y cada una de las especies de animales que a menudo, sin que las notemos, hacen de Bogotá su hogar. Con "Bogotá" se entiende no solamente las áreas urbanizadas, sino toda el área del Distrito Capital, que se extiende desde las planicies de inundación a orillas del río Bogotá hasta las cimas de los cerros Orientales y los campos de cultivo de los Verjones; y desde los potreros del extremo norte de la capital, hasta la inmensidad llena de cumbres, valles, lagunas y frailejones del páramo de Sumapaz. Un territorio de más de 1700 km2 de extensión, que abarca elevaciones entre los 2550 y los 4000 metros sobre el nivel del mar.

La presencia de áreas y hábitats tan variados, unos abiertos, otros boscosos, unos secos, otros inundados, unos densamente habitados, otros con muy pocas personas, explica por qué en el libro aparecen como bogotanas especies tan disímiles como osos y copetones, garzas y cusumbos, salamandras y avispas, serpientes y tigrillos, alondras y guapuchas.

La vasta labor de seleccionar las especies, conseguir información sobre ellas y conseguir las imágenes, estuvo a cargo de Paola María Sánchez, asesora editorial del proyecto y una de las fotógrafas más importantes de éste. Un gran porcentaje de las imágenes del libro fueron tomadas específicamente para éste por Cesar David Martínez. También se muestran excelentes imágenes de Sebastián Ballesteros y muchos otros fotógrafos. Quien mire el libro podrá asombrarse por la dedicada labor de quienes lograron retratar toda la fauna exhibida.

Uno de los puntos que, en mi opinión, hacen muy agradable el libro son los textos con el inconfundible estilo de Andrés Ospina, escritor, autor del Bogotálogo y de Chapinero. El hecho de haber sido redactados por una persona no especializada en biología, les da a estos un tono fresco, una cercanía que rara vez se encuentra en textos de este tipo.

La asesoría científica a los contenidos estuvo a cargo de Jose Fernando González Maya, de la fundación ProCAT.

La obra tiene un cuidadoso trabajo editorial, realizado por La Silueta y, más específicamente, por Juan Pablo Fajardo y Camila Perry.
La tingua bogotana (Rallus semiplumbeus) en el libro

Muchas más personas, a quienes no alcanzo a mencionar, intervinieron en todas las etapas de creación de este libro. Hablo con propiedad de las que conocí personalmente, incluyendo a Lina María Andrade, parte del comité editorial de este proyecto y por medio de quien supe de él. A su intensa labor, el proyecto de Vecinos inesperados debe muchísimo el haberse podido llevar a cabo.

Yo mismo me alegro de haber podido apoyar, responder todo tipo de consultas y revisar partes del libro en diferentes momentos de su desarrollo.

Y quedan cosas por revisar. Hacer una obra de esta magnitud, con total precisión, sería una labor de muchos años, quizás décadas enteras. No ha sido este el caso de Vecinos inesperados, que fue desarrollado en menos de un año. Muy poco para lograr plena exactitud; a lo largo del libro, expertos y lectores cuidadosos encontrarán detalles para arreglar, afirmaciones para verificar. Pero, incluso así, la obra cumple plenamente su propósito y logra llenarnos de asombro ante la inmensa variedad de vida que convive con nosotros en esta ciudad de montaña.


P. S.
Como tantas obras hechas con recursos públicos, el libro no se encuentra disponible para la venta. Tampoco ha sido realizada aún una versión digital, que pueda descargarse. Pero sí puede ser consultado en la Red de bibliotecas públicas de Bogotá, a donde remitimos a las personas a quienes haya picado la curiosidad y quieran leer y disfrutar esta obra.


Una colección de "Vecinos inesperados"