miércoles, 2 de julio de 2014

Los bosques del páramo

Páramos abiertos, páramos boscosos

"Colorado" (Polylepis quadrijuga)
Para la gente que conoce los ecosistemas de Colombia, la palabra “páramo” puede sonar a territorio de alta montaña, frío y húmedo, abierto y lleno de frailejones; y, sobre todo, a un ecosistema muy importante para la conservación del agua en el territorio nacional. Todo esto es cierto, pero el páramo es aún más cosas y cosas a veces inesperadas.

El páramo abierto que predomina hoy en día es resultado, en gran parte, de la actividad humana; la ganadería y las quemas ocasionales han creado este paisaje. Originalmente, grandes extensiones del páramo estaban cubiertas con bosques de alta montaña. Estos bosques, con una biodiversidad relativamente reducida en comparación con la que se encuentra en otras áreas del país, albergan, de todos modos, muchas especies endémicas, emblemáticas y amenazadas. En ellos dominan unas pocas especies de árboles, muy bien adaptados a las grandes elevaciones: colorados (Polylepis), encenillos (Weinmannia), rodamonte (Escallonia), salvios (Buddleja), tunos (Miconia), raque (Vallea), tagua (Gaiadendron), laurel de cera (Morella), pino hayuelo (Prumnopitys), pino colombiano (Podocarpus), etc.

 

Bosques en las cordilleras

Interior del bosque de encenillo (Weinmannia microphylla)
Este tipo de bosques de alta montaña, dominados por estas especies de árboles, no sólo se encuentran en Colombia. También se extienden por los Andes de Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Y, de hecho, a lo largo de toda la cordillera, baten el récord de ser los bosques que crecen a mayor elevación en el planeta Tierra: en la Colombia actual, restos de estos bosques pueden hallarse hasta 4400 metros de elevación. ¡Y en Bolivia se han reportado árboles de Polylepis creciendo a 5200 metros sobre el nivel del mar!

Al igual que en otras regiones, los bosques de alta montaña han sido usados como una fuente de recursos naturales por parte de los pobladores locales. De ellos, durante milenios, se ha extraído leña, madera para construcción, plantas medicinales y comestibles...La explotación excesiva de su madera, las quemas y la destrucción directa para abrir terrenos para la ganadería han agotado la mayor parte de estos bosques, reducidos en la actualidad a parches muy pequeños.

 

Lento crecimiento

Orquídea (Masdevallia racemosa)
Una de las características que hacen más vulnerables a este tipo de bosques es la lentitud con la que crecen y se recuperan luego de un disturbio. Mientras que en zonas bajas y húmedas un árbol de rápido crecimiento puede elevarse 3 a 4 metros por año, en las heladas condiciones de alta montaña incluso el árbol más veloz, en las mejores condiciones, no alcanza a crecer más de 50 cm cada año. Arbustillos leñosos, compactos, que crecen en cimas montañosas sobre suelos rocosos, donde casi no hay capa vegetal, parecen no crecer en absoluto de año en año: su desarrollo puede medirse por milímetros.

En zonas bajas, los bosques secundarios tienden a recuperarse en unos pocos años luego de que cesan los disturbios y las presiones que los crearon. En cambio, en las altas montañas, los bosques, una vez idos, tardan muchas décadas, incluso siglos, en volver.

Esta lenta recuperación es la que ha llevado a la desaparición de los otrora extensos bosques de alta montaña. En el altiplano de Perú y Bolivia, antiguamente cubierto por extensos bosques de Polylepis, esta vegetación leñosa ha sido reemplazada por una puna árida y abierta, luego de milenios de desarrollo cultural, pastoreo de camélidos y la tala y quema asociadas. En Colombia vamos por el mismo camino. Bosques de alta montaña, antes densos y cerrados, una vez que han sido quemados, así sea hace 100 años, no han podido recuperarse. Lo que ahora tenemos como páramo es la vegetación pionera precursora del bosque, el “rastrojo”.

 

Zonas bajas, zonas altas: una comparación

Pionera del páramo: el charne (Bucquetia glutinosa)
Entonces estamos diciendo que el páramo actual es un tipo de rastrojo. Un rastrojo dominado por pajonales salpicados de plantas pioneras, amantes de la luz, que prosperan cuando el bosque se ha ido: frailejones, amargueros, romeros de monte, tunos, charnes, cardones,...Es un rastrojo muy especial por su lento crecimiento, que, incluso en zonas donde se lo conserva, dura muchas décadas abierto y en recuperación. Y particularmente especial por su alta diversidad y su tasa de endemismo vegetal, una de las mayores del país. En fin, un rastrojo que hay que cuidar, entender y apreciar.

En esta misma línea, resulta muy interesante establecer un paralelo entre la vegetación de zonas abiertas, sabanas y rastrojos de las zonas bajas de Colombia y esta vegetación de “sabana” o “rastrojo” de alta montaña que es el páramo. En las sabanas y rastrojos de clima caliente, luego de las quemas, nacen los pastos; en los páramos, nacen también diversos pastos, pajas y cortaderas. En clima caliente, luego de la etapa de los pastos, invaden el lugar arbustos pioneros, por ejemplo de de las familias asteráceas (chilcos, “salvias”, arbolocos, amargueros) y melastomatáceas (tunos, sietecueros, “mortiños”, nigüitos). En los páramos, las asteráceas pioneras (los “arbolocos” de alta montaña) están magníficamente representadas por los frailejones (Espeletiinae), que prosperan en los años siguientes a una quema. También son asteráceas los romeros de monte (Diplostephium, Pentacalia) y los amargueros de páramo (Ageratina). Las melastomatáceas pioneras del páramo son, por ejemplo, el charne (Bucquetia), diversas especies de tunos (Miconia) y el sietecueros rojo (Tibouchina grossa). En los rastrojos de clima caliente un grupo importante de pioneras son lancillos, punta de lanzas o carates (Vismia); en el páramo, estas plantas tienen a sus familiares los chites, escobos o guardarrocíos (Hypericum).

Con el tiempo, los rastrojos de zonas más bajas van dando paso a bosques secundarios más altos y finalmente a bosques maduros donde dominan familias específicas de estos ambientes como las lauráceas. En el páramo es la misma historia: los rastrojos dominados por asteráceas, melastomatáceas y otros arbustos pioneros, dan paso a bosques de encenillos, raques, rodamontes, etc. Y finalmente, llegan las especies de bosque maduro, entre cuyos árboles también están las lauráceas, con especies de los géneros Ocotea y Persea que pueden alcanzar elevaciones de más de 3500 metros en las cordilleras del país.

 

Una nota sobre las aves

Atrapamoscas (Mecocerculus leucophrys) - M. Woodruff - 2007
Además de su riqueza florística, los bosques de alta montaña son conocidos por su diversidad de aves, entre las cuales se encuentran especies endémicas y amenazadas. Hay todo un conjunto de aves altoandinas, conocidas como “especialistas de Polylepis” que habitan preferente o exclusivamente en los bosques dominados por estos árboles. Las aves especialistas de Polylepis están más diversificadas en los Andes de Perú y Bolivia. En Colombia aunque hay menos especies exclusivas de estos ambientes, los bosques de Polylepis siguen teniendo una fauna variada: se estima que pueden albergar cerca de 100 especies de aves, entre las que se cuentan muchos colibríes, atrapamoscas, tangaras, pinchaflores y picoconos. En términos de riqueza de especies, los bosques y matorrales de alta montaña albergan muchas más aves que las áreas abiertas del páramo. Una razón más para impulsar la conservación de estas reducidas áreas de nuestras cordilleras.

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